Bodas de sangre. Федерико Гарсиа Лорка

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Bodas de sangre - Федерико Гарсиа Лорка Clásicos

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dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.

      NOVIO- El primero para usted.

      MADRE- Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.

      NOVIO- Estoy seguro que usted querrá a mi novia.

      MADRE- La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.

      NOVIO- Me voy.

      MADRE- Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.

      NOVIO- ¡Lo dicho!

      MADRE- Anda con Dios.

      (Vase el NOVIO. La madre queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.)

      MADRE- Pasa.

      VECINA- ¿Cómo estás?

      MADRE- Ya ves.

      VECINA- Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos...!

      MADRE- Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

      VECINA- Tú estas bien.

      MADRE- ¿Lo crees?

      VECINA- Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por la máquina. (Se sienta.)

      MADRE- ¿A Rafael?

      VECINA- Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.

      MADRE- Calla. Todo eso son invenciones, pero no consuelos.

      VECINA- ¡Ay!

      MADRE- ¡Ay! (Pausa.)

      VECINA- (Triste.) ¿Y tu hijo?

      MADRE- Salió.

      VECINA- ¡Al fin compró la viña!

      MADRE- Tuvo suerte.

      VECINA- Ahora se casará.

      MADRE- (Como despertando y acercando su silla a la silla de la VECINA.) Oye.

      VECINA- (En plan confidencial.) Dime.

      MADRE- ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?

      VECINA- ¡Buena muchacha!

      MADRE- Sí, pero...

      VECINA- Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cerca. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.

      MADRE- ¿Y su madre?

      VECINA- A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como un santo; pero a mí no me gustó nunca. No quería a su marido.

      MADRE- (Fuerte.) Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!

      VECINA- Perdona. No quisiera ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.

      MADRE- ¡Siempre igual!

      VECINA- Tú me preguntaste.

      MADRE- Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerte las conociera nadie. Que fueran como dos cardos, que ninguna persona los nombra y pinchan si llega el momento.

      VECINA- Tienes razón. Tu hijo vale mucho.

      MADRE- Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace tiempo.

      VECINA- Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años con una prima de ella, por cierto. Nadie se acuerda del noviazgo.

      MADRE- ¿Cómo te acuerdas tú?

      VECINA- ¡Me haces unas preguntas...!

      MADRE- A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio? VECINA- Leonardo.

      MADRE- ¿Qué Leonardo?

      VECINA- Leonardo, el de los Félix.

      MADRE- (Levantándose.) ¡De los Félix!

      VECINA- Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.

      MADRE- Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (entre dientes) Félix que llenárseme de cieno la boca (escupe), y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.

      VECINA- Repórtate. ¿Qué sacas con eso?

      MADRE- Nada. Pero tú lo comprendes.

      VECINA- No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estás vieja. Yo, también. A ti y a mí nos toca callar.

      MADRE- No le diré nada.

      VECINA- (Besándola.) Nada.

      MADRE- (Serena.) ¡Las cosas...!

      VECINA- Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.

      MADRE- ¿Has visto qué día de calor?

      VECINA- Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.

      MADRE- Adiós.

      (Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y lentamente se santigua.)

       Telón

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