Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop

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Historia del Próximo Oriente antiguo - Marc Van De Mieroop Biblioteca de Ciencias Bíblicas y Orientales

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cuotas eran altas: una mujer tenía que producir 10 litros de harina regular o 20 litros de harina gruesa al día. Las cuotas de tejido podrían llegar fácilmente a 2 metros cuadrados al día. Esas eran tareas pesadas y podían conducir a lesiones físicas, como ilustran los esqueletos de mujeres en la excavación del asentamiento neolítico del séptimo milenio de Abu Hureyra en Siria: las rodillas, muñecas y parte inferior de la espalda mostraban signos de artritis, mientras los dedos de los pies estaban deformados por haberlos metido constantemente debajo del pie en una posición necesaria para la molienda2. Mientras que los relatos del Dinástico Arcaico se refieren a las mujeres como grupos, es probable que trabajaran individualmente en el hogar, al mismo tiempo que cuidaban a los niños. Estas tareas eran principalmente industrias artesanales.

      Sin embargo, pertenecer a una gran casa también proporcionó un medio de supervivencia a los débiles de la sociedad. Las viudas y los niños que no podían alimentarse entraban en las casas del templo, donde recibían apoyo básico. Las casas no solo existían en las ciudades, sino también en el campo, donde las comunidades rurales, compuestas por familias numerosas que poseían tierras en común, sobrevivían fuera del control institucional. Su presencia en la sociedad del Dinástico Arcaico —pero también la disminución de su importancia— es evidente en un grupo de unos cincuenta documentos de venta de tierras. Cuando se vendía una parcela de tierra agrícola, usualmente pasaba de múltiples vendedores a un solo comprador. Los vendedores tenían niveles desiguales de derechos sobre la tierra. Los más estrechamente vinculados a ella recibían la mayor recompensa, otros algo menos, y grandes grupos de personas recibían regalos simbólicos, como comidas, en el momento de la transacción. Originariamente, la tierra era probablemente de propiedad comunal. Pero todos los compradores registrados eran actores individuales, miembros de la élite que podían adquirir la titularidad individual de los derechos, posiblemente a veces por la fuerza. Estas élites eran probablemente todos miembros de las casas institucionales, que se aprovechaban de su estatus para obtener bienes personales.

      Dentro de cada ciudad-estado convivían varias casas institucionales: algunas pertenecían a dioses, otras a autoridades seculares. Entre los templos había una jerarquía que reflejaba la de los dioses del panteón local. Por ejemplo, en Lagash la casa del dios patrón de la ciudad, Ningirsu, era más grande que la de su divina esposa Bau; y la suya era a su vez más grande que la de sus hijos Shulshagana e Igalima. Es notable lo amplio que podría ser el control de estas instituciones; los registros de Shuruppak, por ejemplo, muestran un control altamente centralizado de la economía. Las cuentas de cebada registran cantidades que podrían proporcionar raciones diarias a 10 000 personas durante un año completo, y los silos de grano excavados en el lugar muestran que esas cantidades podrían almacenarse juntas. Las áreas agrícolas anexas a los hogares institucionales eran igualmente enormes. Sin embargo, como toda nuestra documentación textual del sur de Babilonia proviene de los templos, se solía pensar que los templos eran completamente dominantes en la sociedad del Dinástico Arcaico. Debido a que el templo de la diosa Bau es nuestra principal fuente de textos, Lagash fue una vez descrito como un templo-estado, donde los dioses poseían toda la tierra y la propiedad. Hoy, la mayoría de los estudiosos rechazan esta idea, reconociendo el hecho de que otros sectores de la sociedad eran importantes participantes en la vida económica, aunque simplemente permanecen sin documentar.

      La naturaleza de gran alcance de la administración central es aún más clara en el caso de Ebla, en el noroeste de Siria. Toda nuestra documentación fue excavada en un archivo de palacio y demuestra cómo esta institución controlaba extensamente la actividad económica. Administraba múltiples unidades, incluyendo la casa del rey y entidades a las que se hacía referencia con un término que en Babilonia significaba «aldea». No está claro si el uso de la palabra indica que las comunidades de las aldeas coincidían con las unidades administrativas o si se convirtieron en unidades administrativas con el advenimiento del poder centralizado. Podemos decir, sin embargo, que la agricultura en el territorio de Ebla seguía siendo responsabilidad de las aldeas bajo supervisión real, a diferencia de Babilonia, donde gran parte de la misma estaba directamente a cargo de la mano de obra institucional.

      La capacidad de ciertos individuos para atraerse lotes desiguales de recursos se muestra mejor en el registro arqueológico. El llamado Cementerio real de Ur revela claramente la existencia de un pequeño grupo de personas que podían encargar grandes cantidades de objetos de lujo para ser enterradas con ellos. Dieciséis de las aproximadamente dos mil tumbas excavadas tenían cámaras elaboradas de piedra y ladrillo. En ellas se colocaban objetos funerarios de gran valor: cascos dorados, dagas, instrumentos musicales con incrustaciones, etc. (figura 3.3). Lo más revelador del poder de las personas enterradas es el hecho de que algunas de ellas estaban acompañadas por asistentes humanos, asesinados o dispuestos a morir en el funeral de su amo o amante. No sabemos exactamente quién fue honrado con entierros tan elaborados, si eran miembros de las élites del palacio o del templo. Esto en sí mismo demuestra como las estructuras de poder que adquirieron legitimidad sobre diversas bases ideológicas coexistieron a finales del Período Dinástico Arcaico, y que la definición completa de las jerarquías sociales y políticas todavía era insuficiente en aquel momento.

      3.5. LA CULTURA DE LOS ESCRIBAS

      Durante el Período Dinástico Arcaico en Babilonia, la tecnología de la escritura recientemente inventada evolucionó tanto en su capacidad de reflejar los idiomas hablados como en el alcance de la información que proporcionaba. El sistema cambió de varias maneras. Primero, los escribas comenzaron a imprimir los signos en la arcilla de la tablilla usando una lengüeta con punta biselada en lugar de trazarlos. Cuando la punta del estilo se presionaba sobre la arcilla, formaba un pequeño triángulo y una fina línea, creando así la forma de cuña que ahora llamamos cuneiforme. Los signos se volvieron cada vez más esquemáticos y estandarizados, y fue posible impresionarlos rápidamente con un número limitado de trazos. Al final del período, pocos de los signos se parecían ya a los elementos pictóricos en los que se basaron originalmente.

      El uso de signos que representan sílabas también se expandió, indicando más y más elementos de la lengua hablada. Sin embargo, los signos que representaban palabras enteras y que requerían que el lector proporcionara elementos gramaticales seguían siendo dominantes. Mientras que las indicaciones de conjugación verbal, por ejemplo, estaban ausentes en los textos protocuneiformes de Uruk, la expresión de tales elementos se hizo cada vez más explícita, aunque nunca hubo una obligación de expresarlos todos en el sistema de escritura cuneiforme. El uso creciente de los signos silábicos permitía escribir en lenguas distintas del sumerio; los escribas podían escribir nombres propios en dialectos semíticos y en hurrita, insertar preposiciones semíticas en el texto y así sucesivamente.

      También estandarizaron la disposición de las tablillas, dividiéndolas en una o más columnas verticales enmarcadas por recuadros para ser leídas de arriba a abajo, conteniendo en su mayoría una sola palabra, con o sin elementos gramaticales. La secuencia de los signos reflejaba mejor la pronunciación de las palabras, aunque a veces, incluso en los últimos textos del Dinástico Arcaico, todavía estaban revueltos. Estos desarrollos hicieron que los textos fueran más comprensibles para sus lectores en la Antigüedad y para nosotros hoy. Los registros administrativos se hicieron más explícitos, indicando, por ejemplo, si una persona específica había emitido o recibido mercancías. Las inscripciones reales pasaron de ser simples marcas de propiedad a largas narraciones. La escritura adquirió así una función ampliada y aumentó su capacidad de informar a cualquiera sobre nuevos conocimientos, al tiempo que se preservaba la información para las generaciones futuras. Un rey que dejaba un objeto votivo en un templo podía indicar en él que lo había otorgado para que los visitantes posteriores reconocieran su acto.

      Estos acontecimientos tuvieron lugar en Babilonia, donde hubo un uso continuo de la escritura desde el período Uruk en adelante. Fuera de la región, incluso cuantos habían estado expuestos a la escritura de Uruk o protoelamita de Elam habían abandonado la tecnología. Solo a finales del Período Dinástico Arcaico los habitantes

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