Maternidades en tiempos de des(e)obediencias. Graciela Beatriz Reid
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Maternidades en tiempos de des(e)obediencias - Graciela Beatriz Reid страница 7
De esta manera, la definición de género que propone Joan Scott en su artículo “El género: una categoría útil para el análisis histórico” compilado por Lamas (1996, pp. 265-302) complejiza las relaciones entre sexo y género, ya que entiende el género como un concepto muy amplio, que incluye al sexo como parte de lo que es cultural y socialmente construido. De hecho, ella reconoce explícitamente su deuda con Foucault, al tomar especialmente los conceptos de saber y poder para definir la categoría en cuestión.
Sin embargo, la teórica más renombrada en lo que respecta a esta redefinición foucaultiana del concepto de género es, sin duda, la californiana Judith Butler. Como aparece, de hecho, en el título de su primera gran obra, El género en disputa (1999), ella aporta una mirada crítica y compleja acerca de este concepto. La autora rechaza la dicotomía entre naturaleza y cultura que está en la base de la categoría de género, tal como se la entendía desde las teorizaciones de los sistemas de sexo-género. Según Butler “el género debe también designar el mismo aparato de producción por medio del cual se establecen los sexos” (p. 55). De esta manera, cuando se habla de relaciones desiguales de género, hay que tener en cuenta que la dominación alcanza no solo a las representaciones y prácticas que clásicamente fueron entendidas como culturales, sino también a las vivencias del cuerpo y de la sexualidad. Sin borrar o negar los condicionamientos y posibilidades biológicas, incorporar una perspectiva social, histórica y política que cuestione y desnaturalice la diferencia sexual que conserva la heterosexualidad obligatoria y de dominio dentro del sistema binario, dentro del dispositivo de la sexualidad que desarrolla Foucault. Butler va más allá, al entender el sexo y el género como normativos y construidos en un entramado discursivo de poder y saber en dónde anida la resistencia a las relaciones establecida y, por lo tanto, positiviza la posibilidad de cambio al interior de las mismas.
A los fines de nuestro trabajo es de gran importancia la distinción entre naturaleza y cultura en la constitución psicosexual y la subjetivación de los géneros, pues abre la posibilidad de pensar política y analíticamente la relación que tienen las mujeres con su cuerpo: las representaciones (propias y ajenas), los cuidados y las intervenciones que se llevan a cabo sobre él. Una investigación acerca de los ejercicios actuales de la maternidad no puede deslindarse de una conceptualización afinada del cuerpo y la constitución de las subjetividades femeninas actuales que los estudios de género nos aportan junto a los desarrollos psicoanalíticos actualizados.
Uno de los conceptos centrales y más conocidos de la teoría de Butler (2009) es el de la performatividad (1). Este concepto, que la autora construye partiendo de desarrollos filosóficos contemporáneos, tiene la importante función de dar cuenta de esa conexión entre el poder y la constitución de la subjetividad, tanto en su nivel psíquico como en el nivel material/corporal. El concepto de performatividad (o de realizatividad, en otras traducciones) remitía originalmente a aquellos actos del lenguaje que, en lugar de describir o señalar realidades, las creaban. Butler asevera que las identidades “varón” y “mujer” son de carácter performativo y no son preexistentes o independientes de los discursos, las representaciones, las prácticas y las relaciones de poder que las envuelven y las atraviesan. Las identidades de género o las subjetividades sexuadas se construyen en ese mismo entramado. Esta dimensión performática habilita una consideración mucho más transversal de la cuestión de las subjetividades de género, puesto que nos obliga a pensarlas siempre en esa compleja relación constitutiva con el hacer, el saber y el poder. A pesar de que este concepto proviene de la filosofía, resulta de suma importancia para nuestra investigación acerca del deseo y el ejercicio de la(s) maternidad(es) de estos tiempos ya que nos permite pensar cómo se construyen las subjetividades a partir de deseos, prácticas y representaciones en escenarios tan diversos y tecnologizados que silenciosamente subyacen en la base de nuestras consideraciones acerca de cómo las nuevas formas de entender y ejercer la(s) maternidad(es) producen activamente nuevas subjetividades femeninas y nuevas configuraciones sociales del modelo familiar. Las prácticas están continuamente sujetas a la resignificación y abiertas a la innovación, por lo tanto, devienen performáticas. Las maternidades están siendo subvertidas y transformadas en sus modos de alcance y realización. De esta manera, el concepto de performatividad nos permite reconocer para no cuestionar las nuevas formas de procreación y las diferentes modalidades en el ejercicio de las maternidades; comprenderlas como nuevas formas deseantes y prácticas de crianza abiertas y contingentes para el tiempo que las contiene.
Tres modelos de subjetivación de género femenino: tradicional, transicional e innovador
Los aportes de la relación entre el psicoanálisis y los estudios de género abordan los distintos modos de constitución de la subjetividad y del sujeto psíquico en las feminidades y masculinidades. En esta línea, Burin (1998) y Meler (1994, 1998), desarrollan tres modelos de subjetivación de género femenino: 1) el modelo tradicional, 2) el modelo transicional y 3) el modelo innovador. Tajer (2009) retoma y amplía estos conceptos con los siguientes criterios: modalidad del despliegue pulsional, estructuración del narcisismo, desarrollo del yo y modalidad de la construcción de la representación psíquica del cuerpo, que conforman los pilares para el análisis y la fundamentación del trabajo clínico que se desarrolla en este libro.
1) El modelo tradicional de subjetivación de género femenino. Se aplica a aquellas mujeres que desarrollaron sus vidas según los requerimientos de las necesidades del modelo de producción capitalista de la modernidad. Este se fundamenta en el mantenimiento de la división sexual del trabajo, que otorga a las mujeres el espacio doméstico con el fin de que el sistema productivo se sostenga. Desde este modelo se resaltan los valores de la maternidad y la conyugalidad, que conforman áreas vitales de desarrollo para estas mujeres, donde los pactos entre pares no incluyen el desempeño laboral o profesional para ellas, creando una relación asimétrica de roles y poderes. Del lado de los varones, los roles principales a cumplir son los de proveedores económicos y guardianes del capital simbólico de los hogares (Tajer, 2009, pp. 48-49). Esta representación de la feminidad tradicional no implica que todas las mujeres estuviesen fuera del campo laboral durante la Modernidad, sino que “ha sido una representación hegemónica con fuerte impacto en la conformación del ideal de estas mujeres” (Tajer, 2009, p. 50); ideales que en muchas aún hoy mantienen la fuerza de su gesta subalterizante.
Con respecto a las modalidades de circulación libidinal, es importante tener en cuenta que en el psiquismo de las mujeres, desde la temprana infancia, se inscriben mandatos ligados a una posición de sometimiento en las relaciones de poder, que determinan privilegios para los varones –en la posición de amos– y que atribuyen a las mujeres una posición particular en la manera de desarrollar los deseos y la afectividad, tanto en el despliegue de lo erótico-amoroso como en el manejo de la hostilidad. El fin de la pulsión hostil cae bajo la represión o se vuelve contra sí misma. Estos fines pulsionales son producto de la socialización de género, cuya consecuencia es el costo de la dificultad en la diferenciación “yo-no yo”, que les complejiza la expresión de los sentimientos de rivalidad y hostilidad. Ante esta dificultad de diferenciación, sostienen vínculos de apego y dependencia. Reactivamente, esa moción “diferencial” se vuelve contra sí mismas (constitución del masoquismo) y las deja en un límite tal que las lleva muchas veces a estallar (Tajer, 2009, pp. 50-51). En el plano erótico, suelen reprimir el despliegue de la sensualidad, dado que está mal visto que una “buena mujer” exhiba todas sus “armas” de seducción. Estas modalidades desarrollan síntomas neuróticos que producen, vía la transformación del erotismo en ternura, una particular