Te vi pasar. Guillermo Fárber
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Читать онлайн книгу Te vi pasar - Guillermo Fárber страница 16
—¿Tienes un favorito, un espejo preferido? —preguntó él.
—Sí —respondió ella de inmediato, señalando al otro extremo de la recámara una espléndida luna biselada, montada en un marco giratorio de esbeltas, pero enérgicas formas. No es muy antiguo ni es valioso, pero tiene solidez, fuerza, y al mismo tiempo calor, cariño. Es como acogedor, como protector. Me gusta. Me vigila. Me cuida.
Martín lo estudió un instante, desde la cama.
—¿Ya le pusiste nombre?
Ella negó con la cabeza, lentamente.
—Nunca hagas eso —respondió Martín, y por primera vez su gesto parecía realmente severo—. Dice Zorba que cada noche que una mujer pasa sola es un insulto a Dios. Y yo digo que cada cosa que te sirve con lealtad, merece un nombre propio. Es un desprecio imperdonable no dárselo.
Saltó de la cama y se acercó al espejo. Lo rodeó, lo acarició. Y como si éste quisiera confirmar la alta opinión que Fernanda tenía de su fidelidad, Martín recibió de él un inclemente reflejo de su propio cuerpo desnudo, que por desgracia ya estaba lejos de ser lo que había sido, y por fortuna aún distaba de lo que sin remedio llegaría a ser.
—Es masculino, sin duda —dictaminó Martín finalmente—. Observa la torpeza de su gesto, su irremediable actitud de optimismo, su mueca de alucinado. Creo que está un poco celoso del hijo del hombre; tiene razón, desde luego.
Adoptó un gesto más grave aún y miró a Fernanda sin pestañear.
—¿Te gusta Fidelio? —preguntó.
Ella movió muy lentamente la cabeza, asintiendo no como si aceptara el nombre sino como si lo recordara después de un largo olvido. Y en el espejo su fascinante imagen fue un poco más brillante sin que cambiara la luz, un poco más nítida sin que se afilaran los contornos, un poco más enigmática sin que se ocultara un detalle. Como en todas las cosas de este mundo, pensó Martín al percibir aquel extraño fenómeno, las maneras de ser fiel son infinitas.
En seguida ella se aproximó a la luna impasible y le dio un tenue beso que fue como besarse a sí misma.
—Bienvenido a casa, Fidelio —murmuró, y fue evidente que sólo en parte era un gesto teatral.
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