Cartografías de la universidad en lo local, lo regional y lo global. Jorge Eliécer Martínez Posada

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Cartografías de la universidad en lo local, lo regional y lo global - Jorge Eliécer Martínez Posada Cátedra Institucional Lasallista

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de la cultura no deben ser considerados como su único componente, olvidando elementos de la tradición y la memoria histórica que han constituido el mundo académico; en este escrito se presentan algunas ideas para la discusión, que pueden ser tomadas como base estructural de lo que entendemos por Universidad.

      Por eso, el telar o urdimbre es un conjunto de hilos paralelos que forman la base estructural del tejido y que enlazados con la trama forman la tela. Están dispuestos en sentido longitudinal (vertical con respecto a la persona que realiza el trabajo) y con espacios regulares. A veces estos hilos son de fibras de mejor calidad que las empleadas en la trama. La urdimbre de un tejido puede ser la disposición previa de los hilos que lo componen, mas no necesariamente representa una característica propia del mismo tejido en su estado completo. La urdimbre se verá antes que la urdidora haga un todo de la conformación de los hilos, y se volverá a ver en el momento en que tal tejido empiece a deshacerse. Así, se emplea aquí la metáfora de la urdimbre para destacar lo que, a manera de elementos constitutivos sobre la Universidad, se representa en tres hilos; cada uno por separado hace valiosos aportes y en conjunto constituyen la posibilidad de comprender la Universidad en las condiciones actuales.

      Primer hilo: la Universidad sin condición

      La discusión que se plantea a lo largo del artículo ha sido denominada por el autor “una llamada en forma de profesión de fe: fe en la Universidad y en las humanidades del mañana” (Derrida, 2002, p. 9). Donde dicha fe se relaciona directamente con el saber y, por ello, introduce dos tipos de movimientos, los denominados performativos —que producen el acontecimiento del que hablan— y los movimientos constatativos.

      La Universidad a la cual se refiere Derrida corresponde a la moderna, precisamente porque en términos históricos es aquella que exige una libertad académica, es decir, una libertad incondicional de cuestionamiento y proposición. Pero más allá de eso se piensa esta institución como un lugar que hace profesión de la verdad. Y es en ello que la Universidad se distingue de cualquier otra institución de investigación que se encuentre al servicio de intereses y finalidades económicas, de allí que se reflexione en torno a un lugar sin condición o incondicional frente al poder.

      El rasgo que prevalece es el de las humanidades, dado que se considera como el espacio en el cual se da lugar a las discusiones infinitas asociadas al estatus, el valor y el devenir de la verdad, pero al mismo tiempo se afirma que la cuestión de la verdad ha estado vinculada a un rasgo propio del hombre.

      No obstante, la referencia al hombre resulta tan problemática que, en cuanto concepto, requiere las humanidades, o mejor, de nuevas humanidades para discutirlo y reelaborarlo. Entonces el sentido indica que hay que referirse a nuevas humanidades en cuanto se reconozca su lugar de discusión incondicional. En esta misma línea se afirma que “el horizonte de la verdad o de lo propio del hombre no es ciertamente, un límite muy determinable. Pero tampoco lo es el de la Universidad y las humanidades” (Derrida, 2002, p. 12).

      Si bien es cierto que la Universidad sin condición no existe, el lugar de análisis que aquí se plantea, afirma que debería seguir siendo un lugar de resistencia crítica, e incluso ir más allá en términos deconstructivos, frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos. Un elemento que resulta central aquí corresponde a la idea del autor cuando apela a “plantear cuestiones críticas no solo a la historia del concepto de hombre sino a la historia misma de la noción de crítica, a la forma y autoridad de la cuestión, a la forma interrogativa del pensamiento” (Derrida, 2002, p. 12). El pensamiento se comprende como aquello que a veces se ciñe a la justicia de la resistencia o disidencia. Es decir que el pensamiento adquiere un lugar en cuanto acontecimiento.

      Se plantea entonces un principio de resistencia que puede asumirse como un derecho que deben implementar las universidades a través de las facultades de humanidades. Este elemento permite reconocer una Universidad que puede oponerse a los poderes que limitan la democracia, es decir, poderes estatales, económicos, mediáticos, ideológicos, religiosos y culturales. A través de la mirada del autor se definen aquellos rasgos o elementos centrales desde los cuales se perfila la Universidad, y los explicita en los siguientes puntos:

       Reconocer que la Universidad debería ser el lugar en el que nada está resguardado de ser cuestionado, por ello, se habla de deconstrucción.

       Darle un lugar como Universidad sin condición porque existe un derecho primordial a decirlo todo y a decirlo públicamente.

       Se habla de Universidad sin condición al asumir que

      […] si dicha incondicionalidad constituye, en principio y de jure, la fuerza invencible de la Universidad, aquella nunca ha sido de hecho efectiva. Debido a esa invencibilidad abstracta e hiperbólica, debido a su imposibilidad misma, esta incondicionalidad muestra una debilidad o vulnerabilidad. Exhibe la impotencia de la Universidad, la fragilidad de sus defensas frente a todos los poderes que la rigen, la sitian y tratan de apropiársela. Porque es ajena al poder, porque es heterogénea al principio de poder, la Universidad carece también de poder propio (Derrida, 2002, p. 16).

       La Universidad se ofrece, se encuentra expuesta, está dispuesta a rendirse, para ser tomada y vendida. “¿En qué medida la organización de la investigación y de la enseñanza debe ser sustentada, es decir, directamente controlada, digamos con un eufemismo ‘patrocinada’, con vistas a intereses comerciales o industriales?” (Derrida, 2002, p. 17).

       En la Universidad se articulan de forma original la fe con el saber, especialmente “en ese lugar de presentación de sí mismo del principio de incondicionalidad que denominaremos las humanidades” (Derrida, 2002, p. 21).

      Por otra parte, introduce el tema del ciberespacio para mostrar cómo puede este constituirse en una mutación que afecta el lugar y la naturaleza de la Universidad, porque en torno a esta aparece una deslocalización del espacio de comunicación, de discusión, de archivación. La virtualización es propuesta como un lugar de la deconstrucción, justo cuando lo que se encuentra es la aceleración de ritmos y una amplitud del capitalismo y, con respecto a ello, se evidencia la necesidad de reflexionar en torno al desequilibrio que puede generar para el hábitat universitario.

      El lugar del trabajo toma también un espacio de reflexión. Derrida propone su análisis al afirmar que es “como si el fin del trabajo estuviera en el origen del mundo”, y a partir de esta afirmación, se desarrolla la idea de qué es el trabajo. No obstante, lo que interesa como parte del análisis en torno a la Universidad es que el trabajo no es solo la acción o la práctica, y que a cualquiera que trabaje no se le reconoce el estatus de trabajador; esta referencia a su vez sitúa en un lugar específico a quienes trabajan en la Universidad, y les atribuye determinada nominación. Se puede trabajar mucho e incluso trabajar mucho como trabajador sin que el resultado o el efecto del resultado sea reconocido como un trabajo en el sentido de la obra, de lo que queda (Derrida, 2002, p. 36).

      Bajo esta mirada, la discusión atiende a la idea de la profesionalización, puesto que “implica más allá del saber, del saber-hacer y de la competencia un compromiso testimonial, una libertad, una responsabilidad juramentada, una fe jurada obliga al sujeto a rendir cuentas ante una instancia por definir” (Derrida, 2002, p. 48). De esta manera, se plantea una tensión entre el mundo y el trabajo, como si estos dos conceptos no pudieran coexistir, porque dichos conceptos se tensionan de manera interna, es decir, que el concepto de trabajo está cargado de sentido, de historia y de equivocidad, y resulta difícil pensarlo más allá del bien y del mal, debido a que desde una mirada se refiere al sentido de vida, a la dignidad, al bien, a la libertad y, al mismo tiempo, implica el sacrificio, el castigo y la servidumbre.

      Como parte de dicha tensión, el análisis reconoce que “la Universidad se piensa y se representa desde el lugar privilegiado de lo filosófico: dentro y fuera de las humanidades” (Derrida, 2002, p. 62).

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