ortodoxa de la década de 1950. Ella tuvo una mala experiencia debido al comportamiento injusto y dañino de su padre. Con solo cinco años, su progenitor le inculcó que los niños tenían superioridad por sobre las niñas, y su instrucción como padre reflejaba esa postura. Ella recuerda que a su hermano menor (Lee) lo consentían y le regalaban muchos juguetes, tenía porciones extra de comida en la cena mientras ella miraba desde un costado. Recuerda que en muy pocas veces recibió algún juguete para jugar. Si comía más de lo debido, era regañada. La religión y cultura de sus padres le impusieron la idea que el lugar de la mujer era en el hogar. Cuando Esther cumplió 18 años, sus padres le cortaron toda ayuda económica como castigo por no aceptar matrimonio y elegir estudiar en la universidad, a cambio.
Fueron comienzos muy difíciles para ella y probablemente por no contar con el apoyo de sus padres, la autora estaba resuelta a educar a sus hijos con apoyo y aceptación. Tomando en cuenta las enseñanzas recibidas por sus padres durante la infancia, sus vivencias durante la niñez y la experiencia final en su juventud, razonó con mentalidad adulta sobre su propia crianza y pensó en cuál comportamiento parental bueno podría escoger para brindarle a sus hijos y descartar lo malo.
Su madre siempre había sido amorosa y afectiva con ella, en cambio su padre fue una persona autoritaria y alejada. Esther ha tratado de imitar las enseñanzas de su madre y, por supuesto, descarta los modos sexistas inquebrantables expresado por su padre. Para evitar los errores de su progenitor, ella les enseño permanentemente a sus hijas a controlar sus propias vidas tomando pequeñas decisiones con preguntas como “Quieres cereal o una tostada con mantequilla”, ¿”es un libro o un juguete lo que quieres que te compre?” Parecen interrogantes insignificantes, pero para Esther fueron símbolos de una ruptura importante con el sexismo sofocante sufrido en su propia infancia.
Tenemos todavía una sociedad “machista”, y que lo siga siendo tiene bastante responsabilidad la educación desde niños. El padre de Esther fue determinante en educar a sus hijos con un brutal concepto de superioridad masculina. Para contribuir a que más mujeres sean exitosas en su vida y lleguen hasta puestos de dirección o emprendan, ella sugiere que los padres empiecen desde temprana edad y les enseñen, al igual que lo hacen con los hijos varones, a que pueden cometer errores y no tiene que pedir perdón todo el tiempo, que no tienen que agradar a todo mundo. Hay personas, muchas mujeres, que no son capaces de perdonarse a sí mismas, si cometen un error.
En la siguiente página, nos encontraremos con un hábito de crianza que necesariamente debe transferir a la generación próxima: La capacidad de confiar.
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