Abordajes literarios. vvaa
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Abordajes literarios - vvaa страница 4

La Luna y los libros de viajes
(Las aventuras del barón de Münchhausen, 1786)
Lord Dunsany
Historia de mar y tierra
(El libro de las maravillas, 1912)
Arthur Conan Doyle
El capitán del Estrella Polar
(El capitán del Estrella Polar y otros cuentos, 1890)
Claudia Aboaf
Del lado oscuro
(Medio grado de libertad, 2003)
IX
Náufragos
Jonathan Swift
El náufrago más grande del mundo
por el cirujano de a bordo Lemuel Gulliver, 1726)
Blaise Cendrars
Islas
(Hojas de ruta, 1924)
Horacio Butler
El sobreviviente insistente
(Butler, conversaciones con María Esther Vázquez, 1982)
Ambrose Bierce
La tripulación del bote salvavidas
(Fábulas fantásticas, 1899)
X
Hazañas
Biblia, versión Reina-Valera
De cómo calmar las aguas
Homero
De cómo escapar a la música
(La Odisea, siglo VIII a.C.)
Antonio Pigafetta
De cómo ganar tiempo
(Relación del primer viaje alrededor del mundo, 1524)
Robert Fitz Roy
¿Con esa cara?
(de su diario personal)
Charles Darwin
¿Con este barco?
(de su diario personal)
Atribuido a sir Ernest Shackleton
El marketing de la catástrofe
(c. 1913)
Victoria Esplugas
Aguas profundas
(MIER CO LES, 2016)
Vito Dumas
Comienza a morir todo en torno
(Los cuarenta bramadores. La vuelta al mundo
por la ruta imposible, 1944)
Horacio Castillo
Navegante solitario
(Alaska, 1993)
XI
Volver
Herman Melville
John Marr
(Billy Budd y otros textos, 1913)
Joshua Slocum
Una peregrinación
(Navegando en solitario alrededor del mundo, 1900)
Marlon Brando y Donald Cammell
Juego de damas
(Fan Tan, 2005)
Javier Guiamet
La Gran Ruta
(2012, inédito)
Planeta mar
“La tierra es azul como una naranja” asegura un verso de Paul Éluard. Tamaña afirmación puede escandalizar al sentido común, pero no la desautoriza la cosmografía: el tercer planeta del sistema solar es casi esférico, levemente achatado en los polos, hinchado en su ecuador, casi tres cuartas partes de él son agua y un noventa por ciento de esa agua está en los mares y océanos. A través de ellos tuvieron lugar durante siglos migraciones, tráficos comerciales, guerras. No hubo gran imperio que no fundara su prosperidad sobre cimientos líquidos. La sal de ultramar condimenta epopeyas: la Odisea de los antiguos griegos, las Eddas de los nórdicos, la Eneida de los romanos, los Lusíadas de los portugueses, los Viajes recopilados por Hakluyt que son la dispersa epopeya de Inglaterra. También hay viajes por mar en Esquilo, en la Biblia, en Shakespeare, en Cervantes. Y la literatura popular del siglo XIX –desde los viajeros extraordinarios de Verne a los piratas de Salgari, pasando por incontables émulos del náufrago Robinson– celebró las aventuras marítimas mediante océanos de tinta. Pero el conocimiento y la soberanía humanas sobre el azul no se lograron sin esfuerzo, sin lucha, sin dolor. “Oh, mar, cuánta de tu sal son lágrimas de Portugal” escribió Fernando Pessoa.
La historia de la literatura universal –postuló Borges– no es sino la historia de la diversa entonación de unas pocas metáforas. La repetida y variada presencia del mar a través de lenguas, de géneros y de tiempos no desmiente su hipérbole. Acaso la más antigua de esas pocas metáforas sea la que vincula vida humana y aventura marítima: la navigatio vitae, que considera la existencia como navegación, como peregrinaje a través de un ámbito de máxima inestabilidad, a merced de sus criaturas, de sus tormentas y de sus calmas no menos peligrosas. La posibilidad implícita es el naufragio, pero a cambio la navegación ofrece el encuentro con lo nuevo, con la terra incognita o la tierra prometida. El mar fue siempre posibilidad y desafío, anhelo y nostalgia. “Lejos del mar y de la hermosa guerra, que así el amor lo que ha perdido alaba”, escribió Borges –ya viejo y ciego– al inicio de “Blind Pew”, soneto dedicado