Sentidos de ciudad. Alejandra García Vargas

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Sentidos de ciudad - Alejandra García Vargas Antropología, estudios culturales y relaciones de poder

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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_795a8681-9be4-5f62-a3f5-f6d66f901d16">1. La ciudad como enclave civilizatorio

       2. El kilómetro cero de la patria

       3. La siembra: un lugar desde donde “mapear(nos)”

       Capítulo 5. Un sentido de ciudad trajinante: márgenes, murmullos y peligros

       1. La ciudad periférica: el centro desde la terminal

       2. La ciudad “revelada”: el lugar marginal

       3. ¡Pucha, se me adelantó!: la plaza y los trajines como expresión local de la “nueva” audiovisualidad nacional

       4. Intersecciones, márgenes y centros: croquis urbanos del sentido común audiovisual local

       Conclusiones. Rutas, raíces, trajines: configuraciones urbanas del lugar común

       La ubicación importa

       Cartografiar: la ciudad como enclave civilizatorio

       Urbanizar/edificar: patrimonialización y marginalización

       Ubicar: los otros ¿internos?

       Inaudiovisualizaciones e hiperaudiovisualizaciones: estrategias espaciales de la multiculturalidad

       Coda. No disponible (Argentina, 2017)

       Agradecimientos

       Bibliografía

       Siglas utilizadas

      Para Moncho y Anaclara, por la amorosa producción cotidiana del espacio que elegimos compartir

      Presentación

      Comenzando el siglo XXI los gobiernos progresistas, o de centro izquierda, de Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Argentina han intentado, a través de la reforma de las legislaciones que regulan los medios de comunicación, una mayor participación en la producción y distribución de materiales culturales, en principio, para ampliar la cantidad de voces con llegada extendida a la sociedad. La constitución brasileña de 1988 enarboló el principio que los medios de comunicación no pueden caer bajo el dominio de monopolios u oligopolios. Este compromiso político de la restauración democrática, con ecos en toda Sudamérica, que los partidarios de estos gobiernos electos veían como una parte instrumental del proceso de superación de las políticas de las dictaduras, formó parte de un controversial esfuerzo para superar la desigualdad en Latinoamérica. Los triunfos electorales posteriores a ese ciclo, y maniobras parlamentarias, que nuevamente colocaron en las residencias presidenciales a accionistas de corporaciones oligopólicas, ponen en evidencia el desafío que los gobiernos populares constituyeron para las burguesías dominantes. En un giro netamente conservador, el electorado en la Argentina dijo tener memoria del neoliberalismo pero optó por Mauricio Macri; en Ecuador Lenin Moreno se planteó como el continuador de las políticas populistas de Rafael Correa, pero luego inició el trámite para cambiarse de nombre; Sebastián Piñera, otro gran empresario, volvió al poder en Chile y en Brasil Dilma Rousseff no logró resistir a un golpe (institucional) de Estado (y como por si eso fuese poco, encarcelaron a Lula da Silva con una causa armada por los detentores del poder). Más que vientos de cambio se trató de un verdadero vendaval.

      Hubo un tiempo que fue hermoso, o estuvo cerca de serlo. Quizás mucho más cerca que otros momentos de la historia argentina. Desde el retorno al sistema democrático, sin dudas. ¿Qué pasó que en pocos años todo pareció volver al punto de partida? Algunos explican que en época de crisis las propuestas políticas progresistas son acompañadas por el electorado, mientras que en momentos de estabilidad o bonanza económica las pasiones se enfrían, la cabeza se resetea y los pueblos se sienten seducidos por discursos pro libertad de mercado, hoy envasados con un bello marketing empresarial que de vender productos sabe bastante. ¿La respuesta debe ser buscada en una explicación que concluya en los “ciclos” exclusivamente? No creo en los determinismos del estilo “ya tuvimos varios años de gobiernos de tal o cual signo político, ahora le tocará a los otros”. Porque a esa explicación le falta sustento, es fundamentalista, suena al “origen del hombre” contado en la Biblia. Le falta un entendimiento general de los procesos que, por ejemplo, poco a poco llevan a las mayorías a creer lo contrario que creían ayer u olvidar aquello que juraron nunca olvidar.

      Hoy juegan un rol esencial en esta distribución / imposición de saberes y opiniones los medios masivos de comunicación. Y, como empresas, esos medios se encuentran en pocas manos. Es decir, solo basta para que sus dueños, que tienen mucho poder, difundan determinadas ideas, para modificar el clima social en derredor de un gobierno o sector político/social. Asimismo, nada de esto es lineal, ante esta propuesta de los que mandan está la de los trabajadores de la comunicación popular y comunitaria, la cual intenta promover un diálogo democrático, crítico y plural. Desde ya que decir todo esto es mucho más sencillo que desentrañarlo, indagarlo, mediante una investigación. Para eso está el trabajo profundo de Alejandra García Vargas, aquí presentado como libro.

      Este libro se sustenta en una sólida investigación de doctorado, en la que se utilizan diversos recursos metodológicos de forma rigurosa (como el análisis bibliográfico y audiovisual y las entrevistas), con una voluntad polémica que hoy se echa de menos. Destaco el trabajo teórico realizado, recordándonos que los Estudios Culturales pueden sernos útiles para el análisis audiovisual.

      La autora elabora tipologías y clasificaciones que clarifican la exposición del análisis. Elementos que podrían iluminar los estudios audiovisuales realizados en otras partes de la Argentina y que trabajan con corpus similares (programas o films que repiten el mismo tono en los debates y perspectivas sobre historia regional, las elucubraciones contrafácticas y las diferentes configuraciones de la “identidad”).

      Se trata de una investigación que abordó las interpretaciones y representaciones sobre la ciudad de San Salvador de Jujuy en un corpus audiovisual local. Una parte importante de esos contenidos fueron producidos bajo el amparo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (n° 26.522). Aunque pasible de críticas por izquierda, la LSCA pateó el tablero de la distribución de espacios radioeléctricos en

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