El sendero de la meditación. Osho
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Así que si experimentas incluso el más pequeño rayo de silencio, considera que has visto todo el sol, porque aun la más pequeña experiencia de luz te ayudará a alcanzar el sol. Si estoy sentado en un cuarto oscuro y veo un delgado rayo de luz, hay dos formas en las que me puedo conectar con él. Una sería diciendo: “¿Qué es este pequeño rayo de luz comparado con la profunda oscuridad que me rodea? ¿Qué puede hacer un pequeño rayo de luz? Hay mucha oscuridad a mi alrededor”.
La otra forma podría ser pensar: “A pesar de toda esta oscuridad, hay, por lo menos, un rayo de luz disponible para mí, y si voy hacia él, podré encontrar la fuente de donde el sol procede”. Ésta es la razón por la que te digo que no observes la oscuridad; si hay por lo menos el más débil, el más fino, rayo de luz, concéntrate en él. Te elevará a una visión positiva.
Normalmente, tu vida es exactamente lo opuesto. Si te muestro un rosal, seguramente dirás: “¿Qué es lo que hay que ver ahí? La existencia es muy injusta, ahí hay sólo tres o cuatro rosas y millones de espinas”. Esto es sólo una forma de ver las cosas: ver el rosal y decir: “¡La existencia es muy injusta! ¡Hay millones de espinas y sólo unas cuantas rosas!”. Esto es sólo una manera de percibir las cosas, un enfoque. Otra forma sería decir: “La existencia es muy misteriosa: entre esas miles de espinas creó una rosa”. También podrías ver esto y decir: “Una rosa entre todas esas espinas... ¿No es un mundo misterioso? Realmente parece un milagro: la posibilidad de que brote una rosa entre todas esas espinas”.
Así que me gustaría pedirte que tomaras el segundo punto de vista. En estos tres días apóyate en el más delgado rayo de esperanza que veas en tu meditación, y deja que se vaya haciendo fuerte.
La tercera cosa es que, durante estos tres días de meditación, no sigas viviendo de la misma manera en que los has hecho hasta esta tarde. El hombres es un robot lleno de hábitos, y si uno se mantiene dentro de los límites de los hábitos, el nuevo sendero de la meditación será muy difícil. Por lo tanto, sugiero que hagas unos pequeños cambios.
Uno de esos cambios será que, durante estos tres días, hables lo menos posible. ¡Hablar es la gran aflicción de este siglo! Y tú todavía no eres consciente de lo mucho que hablas. De la mañana a la noche, hasta que te vas a dormir, continúas hablando. Sea como sea, hablas con alguien más o, si no hay con quién hablar, hablas contigo mismo.
Durante estos tres días, sé consciente de tu continuo hábito de hablar. Y es sólo un hábito. Para un meditador, esto es vital. Durante estos tres días me gustaría que hablaras lo menos posible, y cuando hables, que sea puro, no el ordinario parloteo de todos los días. De hecho, ¿de qué hablas todos los días? ¿Tiene algún valor? ¿Sería perjudicial si no hablaras? Simplemente estás parloteando, lo que no vale mucho la pena. Y si no hablaras, ¿sería perjudicial para los otros? ¿Sentirían que algo falta por no escuchar lo que tienes que decir?
Durante estos tres días recuerda que no hablarás mucho con nadie. Esto es extraordinariamente útil. Y si hablas, sería mejor que lo hicieras conectada con la meditación y nada más. Pero todavía sería mejor si no hablas: permanecer en silencio tanto como sea posible. Esto no significa que seas tan estricto que te fuerces a permanecer en silencio o que escribas lo que quieres decir. Eres libre de hablar, pero no de parlotear. Habla conscientemente y sólo cuando sea necesario.
Esto te ayudará de dos maneras. El primer beneficio será que guardarás la energía que gastas hablando. Entonces, esa energía podrás usarla para meditar. El segundo beneficio será que te desconectarás de los otros y estarás con tu soledad durante este tiempo. Hemos venido a esta montaña, y sería un desperdicio si las doscientas personas que nos hemos reunido aquí viniéramos sólo para hablar con los otros, para charlar con los otros. Entonces, deberías permanecer entre la multitud, donde estabas antes, porque no eres capaz de experimentar el silencio.
Para experimentar el silencio no basta con estar en las montañas. También es necesario separarte de los otros y permanecer solo. Y sólo contactar con los demás si es absolutamente necesario. Imagina que eres la única persona en esta montaña y no hay nadie alrededor. Tienes que vivir como si hubieras venido solo, permaneces solo y en los alrededores te mueves solo. Siéntate solo bajo un árbol. No lo hagas con un grupo de personas. Vive independiente y solo durante estos tres días. La verdad de la vida no ha sido conocida viviendo entre la multitud, y no podrá experimentarse así. Ninguna experiencia con algún significado ha tenido lugar entre una multitud. Quienquiera que haya probado el silencio lo ha probado en absoluta soledad.
Cuando dejas de hablar con los demás, y cuando tu parloteo interior y exterior para, la naturaleza comienza a comunicarse contigo de manera misteriosa. La naturaleza se comunica continuamente contigo, pero estás tan absorto con tu parloteo, que no escuchas su suave voz. Deberás aquietarte de tal forma que puedas oír la voz que habla en ti.
Así que en estos tres días hablar deberá ser conscientemente restringido. Si lo olvidas y comienzas a hablar como de costumbre, y luego te acuerdas que deberías estar en silencio, detente en ese momento y discúlpate. Permanece solo. Deberás experimentar con esto mientras estés aquí, pero también lo intentarás por tu cuenta.
Ve a cualquier lado que desees, siéntate bajo un árbol; has olvidado completamente que eres parte de la naturaleza. Tampoco sabes que permanecer cerca de la naturaleza hace más sencilla la experiencia de lo supremo; en ningún lado más es tan sencillo.
Así que aprovecha estos tres increíbles días. Permanece aislado, en soledad, y no hables más que lo necesario. Incluso, si todos permanecen en silencio, continúa solo. Un meditador tiene que estar solo. Hay mucha gente aquí, así que cuando nos sentamos a meditar, parece que hubiera una concurrencia de personas meditando. Siéntate aquí, estás en un gran grupo, pero cuando vayas a tu interior, te sentirás solo.
Cuando cierres tus ojos y te sientas solo, y cuando estés en silencio, no existirá más ningún grupo. Habrá doscientas personas aquí, pero cada una estará sólo consigo mismo y no con los otros ciento noventa y nueve meditadores. No se puede meditar colectivamente. Todas las oraciones, todas las meditaciones, son individuales, son privadas.
Permanece solo aquí, y también cuando te vayas. Y permanece el mayor tiempo posible en silencio. No hables. Pero no será tan fácil dejar de hablar, también necesitarás hacer un esfuerzo consciente para detener el constante parloteo que fluye dentro de ti. Te hablas a ti mismo, te contestas a ti mismo; aquiétate y suelta eso también. Si te es difícil detener este parloteo interior, entonces dite firmemente que se detenga este ruido, dite a ti mismo que no te gusta el ruido.
Habla con tu ser interior. Como meditador, es importante que te hagas recomendaciones. Intenta esto alguna vez. Siéntate solo en algún lugar, dile a tu mente que pare de parlotear, dile a tu mente que no te gusta, y te sorprenderás al ver que, por un momento, tu parloteo interior se detiene.
Por estos tres días recomiéndate no hablar. En tres días notarás la diferencia... que paso a paso, lentamente, lentamente, el parloteo está disminuyendo.
El cuarto punto: debes tener algunas quejas, algunos problemas, pero no les prestarás atención. Si experimentas algún pequeño problema o dificultad, no le des tu atención. No estamos aquí por diversión.
* * *
Recientemente leí la historia de una monja china. Visitaba una aldea que tenía sólo unas cuantas casas; estaba sola, y mientras se iba haciendo de noche, se paró frente a todas las casas y les pidió a los aldeanos: “Por favor, déjenme quedar en una de sus casas”.