Siempre nos quedará Beirut. Laila Hotait Salas

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Siempre nos quedará Beirut - Laila Hotait Salas Cine

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      AKAL / CINE

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      Diseño de cubierta: Rodrigo Núñez (Rodrek)

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      Nota a la edición digital:

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      Esta obra fue patrocinada con el apoyo de LAAVENTURA,

       casa productora de cine de arte.

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      © Laila Hotait Salas, 2020

       D. R. © 2020, Edicionesakal México, S. A. de C. V.

       Calle Tejamanil, manzana 13, lote 15,

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      ISBN: 978-84-460-5027-8

      Laila Hotait Salas

      Siempre nos quedará beirut

      Cine de autor y guerra(s)

       en el Líbano, 1970-2006

      Prólogo de Gema Martín Muñoz

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      Siempre nos quedará Beirut recorre audiovisualmente los episodios violentos sufridos en el Líbano desde 1975 y demuestra cómo las películas, conformando en su conjunto una filmografía completa y diversa, son una herramienta que sirve para preservar la memoria íntima, colectiva y nacional de un país.

      A lo largo de sus capítulos, somos testigos del modo en que la sociedad civil libanesa, y en concreto sus cineastas, responden al horror de la guerra. Así, a pesar de las diferencias religiosas o de clase social entre éstos, su obra, en conjunto, crea una memoria histórica regional que refleja y reflexiona en torno a cómo la sociedad civil no sólo se resiste a la violencia, sino que construye y reconstruye lo que ésta destruye.

      Lejos del silencio o la propaganda, el cine libanés es la manifestación que cuestiona y hace público lo que ocurre en el interior de las casas, dejando constancia de la historia no narrada por los noticiarios, de la cotidianidad golpeada por las decisiones políticas de un sistema mundial que no tiene en cuenta la vida de las personas y sus anhelos más sencillos y, por ello, más profundos.

      Este libro se perfila como una obra fundamental para quienes quieran adentrarse en la historia contemporánea de Oriente Medio y del cine mundial.

      Laila Hotait [www.lailahotait.com | IG: @hotaitlaila] es una cineasta y artista hispano-libanesa, doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y becaria Fulbright. Su tesis obtuvo el Premio de Excelencia Académica y su tesina el Premio Nacional de la Sociedad Española de Estudios Árabes.

      La carrera audiovisual de Hotait arrancó como corresponsal de Al-Jazeera Children TV. Posteriormente, como cineasta ha recibido importantes reconocimientos internacionales, entre otros, del Sundance Documentary Institute y el Doha Film Institute, y sus películas han competido en numerosos festivales internacionales.

      En verdad no podemos imaginar cómo fue aquello.

      No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra,

       y cómo se convierte en normalidad.

      Susan Sontag

      Prólogo

      Dos razones hacen particularmente grato para mí escribir estas breves palabras: la autora del libro y el país sobre el que trata. Laila Hotait ha sido una de las más brillantes alumnas que he tenido en la universidad, con una naturaleza creativa y artística desbordantes. De las veces que he dirigido trabajos de investigación con gusto, sin duda una de ellas ha sido con Laila. El Líbano, presente en su ascendencia paterna y en su experiencia vital, junto con el cine, que ha convertido en su profesión y vocación, han tejido en ella un vínculo indisoluble cuyos resultados siempre reflejan calidad y personalidad.

      Comparto con Laila la atracción por el Líbano, ese territorio de unos 250 km de longitud y 50 de ancho que, para bien y muchas veces para mal, ha sido y es el caleidoscopio donde se imbrican, se filtran y se imponen las geometrías de todo Oriente Medio. Como una delicada miniatura, todas ellas acaban estando presentes o representadas en él. Un pequeño país creado artificialmente por los designios coloniales, cuyo primer gran esfuerzo para sus habitantes fue aceptar una nacionalidad libanesa común impuesta por Francia y su clientela local cristiano-maronita. Como señaló Gassan Salamé: “El Líbano nunca habría existido como Estado sin la alianza, paulatinamente forjada, entre el movimiento nacionalitario cristiano-maronita y Francia”. Ese nuevo Líbano se componía de una región central maronito-drusa, integrada en la órbita económica francesa y donde las órdenes religiosas europeas se implantaron, y de un Líbano periférico caracterizado por sus grandes contrastes y donde estaba ubicada la mayoría musulmana, sunní y shií. De esos desfases originales surgió un posterior transcurrir histórico plagado de desafíos y tragedias: una larga guerra civil, un vecino israelí al sur siempre ávido de invadir, ocupar y poseer sus fuentes de agua y su territorio, y otro vecino sirio al noreste que, no sin razón, conceptualizó el territorio libanés como una parte usurpada a su soberanía nacional y, en consecuencia, su injerencia será una constante en la joven historia libanesa. Pero también lo será la de los otros agentes externos a la región más significativos: eeuu y Francia. A los libaneses se les impuso un sistema político que, si bien pluralista, se basaba en la pertenencia confesional de sus habitantes, lo que ha impedido al ciudadano libanés construirse más como individuo que como miembro de una comunidad. Se enfatizó en la diferenciación religiosa y se generaron actitudes sectarias. Con el tiempo, ello ha engendrado corrupción, clientelismo e identidades comunitaristas que impiden el desarrollo de un Estado fuerte capaz de responder a las verdaderas necesidades de sus ciudadanos. Contra todo ello, una buena parte de los libaneses estuvieron meses levantándose en un hirak o movimiento contestatario que reclama un cambio profundo de ese nocivo sistema que, bajo palio de ser democrático, funciona con modelos de patronazgo. Y esa es la parte más fascinante del Líbano, sus ciudadanos, que, a pesar de todas esas experiencias,

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