Terapia Vincular-Familiar. Claudia Messing
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Desde la lectura de la simetría estaríamos en presencia de los nietos de aquellos jóvenes que en los años 70 cuestionaron el modelo patriarcal y transmitieron a nivel inconsciente la expulsión del principio de autoridad y, por lo tanto, la paridad psíquica a sus propios hijos. Si pensamos que los jóvenes de la década de 1970 comenzaron a tener hijos entre 1980 y 1990, estaríamos en presencia de una segunda generación de hijos simétricos, o sea niños y jóvenes simétricos hijos de padres simétricos, cuyos rasgos se perciben y profundizan más aún año tras año.
En este sentido, en lo referido a la simetría y la transmisión generacional, vale mencionar que son muchas las voces que apuntan a lo genético para comprender las nuevas sintomatologías. Sin duda, como lo demuestran los aportes de la epigenética, la mimetización masiva de los hijos con sus padres tiene también su correlato en la expresión genética. Pero eso no explica el crecimiento inusitado de las nuevas sintomatologías en los años 90, época de la primera generación de niños simétricos, ni la progresión constante de las mismas.
La copia masiva de inconsciente a inconsciente también puede pensarse si apelamos a los descubrimientos de las neurociencias como efectos del contagio emocional −ya preanunciado por Freud en 1920 como “contagio mental” (Freud, 1979a)− a través de las neuronas espejo. Estas fueron descritas en 1996 por Giacomo Rizzolatti como las que nos permiten saber lo que el otro siente e incluso percibir lo que el otro piensa a través de la empatía y el contagio emocional. Justamente, para actuar, las neuronas espejo necesitan de vínculos cercanos y afectivos, necesitan de la empatía, del rapport, que es lo que ocurre en los vínculos familiares actuales donde se ha eliminado el miedo y la distancia.
Efectos de las variables analizadas sobre la subjetividad del adulto
Todos los factores expuestos afectan hoy la subjetividad del adulto y lo ubican en una posición de suma vulnerabilidad ante los mensajes del mercado de consumo y los medios de comunicación concentrados. La debilidad de sus apoyos internos, la dificultad de internalizar a los padres como figuras protectoras, la fragilidad de la función paterna y la falta de límites internalizados, los efectos excluyentes de la globalización y del neoliberalismo lo colocan en una posición de orfandad. La Terapia Vincular-Familiar se propone ayudar a los sujetos a fortificar sus apoyos internos, a recobrar sus propios lugares de hijo para que sus hijos recuperen la posibilidad de contar internamente con sus padres.
Vale aquí reiterar la sincronicidad entre el mito neoliberal de la meritocracia, donde cada persona es responsable de su propio crecimiento y el Estado debe ser un mero observador no participante, con la fantasía de autosuficiencia imaginaria que genera la simetría como cambio de la subjetividad. Como los niños se sienten “grandes” desde muy pequeños y no terminan de individuarse suficientemente de sus padres, no registran la asistencia y el cuidado permanentes que reciben, sino que los experimentan como partes de sí mismo, como si sus padres fueran su brazo o pierna ejecutora. Es como si permanecieran en una situación transicional en la que el bebé no sabe si inventa el objeto “pecho” o este es generado desde afuera. Por lo tanto, niños y jóvenes crecen muchas veces sin un reconocimiento cabal de todo lo que les es otorgado, pero sí son hipercríticos con todo lo que no reciben, al igual que los adultos también nacidos en tiempos de simetría y colonizados por el pensamiento neoliberal, que solo contabilizan su propia obra, sin poder valorizar ni registrar los aportes de un Estado presente. Muchos, ni siquiera frente a la pandemia del coronavirus de 2020 tomaron conciencia de la necesidad imperiosa que tenemos de nuestros Estados para atender la catástrofe y sus consecuencias económicas.
Cabe aclarar que, además de la autosuficiencia imaginaria, existen muchísimos rasgos de simetría que permanecen en el adulto, potenciando un gran egocentrismo, donde no solo se espera que el otro sea su espejo, sino también que el Estado responda a sus exclusivas necesidades. Esto se observó inicialmente en la dificultad en algunos countries y barrios privados de respetar la cuarentena impuesta en marzo de 2020 debido a la pandemia, en los múltiples viajeros a la costa con intención de pasarla en sus casas de veraneo, pensando en sus necesidades pero no en las de la comunidad, entre las muchas transgresiones a los esfuerzos por parte del Estado para cuidarnos, que requirieron luego redoblar los gastos y esfuerzos de atención.
Otro de los rasgos simétricos del joven y del adulto es la exigencia de adivinación y anticipación. Una paciente española de veintidós años comentó muy afligida, acerca de la conducta de su hermano: “Yo me vine de Francia para hacer la cuarentena en mi casa. Lo decidí cuando la anunciaron y tomé el primer vuelo. Pero el domingo, al llegar, me encontré con la nueva novia de mi hermano, que no conozco, y tuve que soportarla todo el día. Le dejé muy claro a mi hermano que mi expectativa al volver a casa era estar en familia y no con una total desconocida”. Conclusión: él se fue a pasar la cuarentena con su novia y su hermana se quejaba de que estaba muy triste y enojada con él porque no se había quedado con ella y la había dejado sola con sus padres, con quienes la convivencia le resultaba ardua.
¡No solo los niños simétricos le exigen al adulto la adivinación y la anticipación de todos sus deseos! Este egocentrismo y expectativas de adivinación se extienden mucho más allá de la infancia y la adolescencia, y se evidencian en las reacciones individualistas y autorreferentes de tantos sujetos que se ponen por encima de cualquier norma, pero a la vez demandan masivamente al Estado. O como aparece brutalmente en la violencia de género, donde la pareja pasa a ser considerada algo así como una pertenencia, como el propio brazo o pierna que no adivina ni ejecuta con suficiente rapidez la adaptación a sus deseos.
Podemos entender conductas como la de la paciente española si observamos otro de los rasgos de simetría presentes en muchísimos jóvenes y adultos que aportan grandes complicaciones en la vida cotidiana de las familias y de las sociedades: la certeza. Como dijimos, el 92 % de los 1.587 testimonios de conductas simétricas de niños recogidas entre adultos de la región dan cuenta de este fenómeno. Y, sin duda, la certeza es un rasgo que permanece en muchísimos adultos y explica lo difícil que resulta por momentos la comunicación entre personas de signo político distinto. También explica cómo las informaciones transmitidas por los grandes medios de comunicación concentrados se transforman en certezas en la cabeza de los sujetos que no aceptan la prueba de la realidad, aquí y en el mundo, y acaban por votar a personajes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, que son verdaderos ignorantes, responsables de miles y miles de muertes absolutamente evitables. Estos personajes conservan el poder apoyados por sus aparatos mediáticos, que aprovechan los rasgos simétricos de certeza, egocentrismo y perfeccionismo de los sujetos para formatear sus cabezas en contra de sus propios intereses.
Para la subjetividad simétrica resulta muy difícil ponerse verdaderamente en lugar del otro; pareciera que solo el propio punto de vista cuenta y no se aceptan las diferencias. “Si yo veo al mundo así, todos deberían verlo como yo”; “Si yo puedo responder de determinada manera ante una situación, todos son igualmente capaces de hacerlo”. Este tipo de pensamiento está en la base de muchos comportamientos autoritarios actuales, pero no se corresponde con la realidad. Los puntos de partida de cada persona son profundamente diferentes, en términos culturales, económicos y, sobre todo, emocionales.
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