Un viaje sin viajero: relato de extranjeras en Calcuta. Lorena Botero Carvajal

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Un viaje sin viajero: relato de extranjeras en Calcuta - Lorena Botero Carvajal

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de aprendizajes. También apoyaron este proceso las siguientes personas; Delly Johanna Bueno, Karen Tatiana Ledezma Aguirre, Lina Marcela Caicedo, Adriana Anacona y María Eugenia de Jesús Sánchez Jiménez. Diego Fernando Otero, quien con su ilustración para la carátula supo interpretar a través de una metáfora gráfica los avatares del viaje sin viajeros. A todas ellas nuestra gratitud.

       • II •

      Agradecer a las personas que de alguna u otra forma estuvieron involucrados con este proyecto desde sus inicios. Gracias a Alex Sterling, por su trabajo de edición. Gracias por sus ideas y sugerencias. De modo similar, agradezco a quienes “me leyeron” por medio de esbozos de versiones preliminares: Clara Palacio, Álvaro Martínez, Elizabeth Carvajal y Álvaro Botero. Los últimos, mis padres a quienes les agradezco tantos sacrificios y esfuerzos incansables por darme siempre lo mejor. Gracias a mi tía Brenda por contribuir a hacer de mi viaje a India, una realidad. Maira Martelo, por ser mi bastón en momentos de debilidad. Gracias por aconsejarme durante mi experiencia en Calcuta. Agradecimientos a Mauro Montoya por siempre apoyar esta idea y ser testigo directo de mis frustraciones en el camino. Agradezco su compañía y la de su familia mientras escribía retazos de Anabel.

      Finalmente, gracias a Orlando Puente, co-autor del libro, por su fe intacta en volver la experiencia de Anabel Reina, una publicación valiosa con miras a proyectar su uso en aulas universitarias. El haber elevado la idea de una vivencia en este lejano país hasta viabilizar y convertirla en un proyecto editorial; ha sido él quien ante la exaltación de una inquietud inicial de mi paso por Calcuta me animó a desalojar el estado de indignación de un desafortunado episodio vivido, contribuyendo a encausarlo en un ejercicio reflexivo de escritura, sin perder de vista el carácter controversial, para recuperar y colmar de tonalidades los aprendizajes de la experiencia del viaje. Agradecer, su empeño permanente en los ires y venires del proceso y posibilitar el intercambio de saberes e ideas que labraron este andar; que aunque largo y dispendioso, estuvo acompañado de matices, enseñanzas y “luces en el camino”.

       A modo de prólogo

      Un viaje sin viajero es, además de un trabajo de investigación social consciente y meticulosamente realizado por Lorena Botero —protagonista de la experiencia— y Orlando Puente —docente, director académico del proyecto y su publicación—, el fragmentado relato reconstruido a través de correos electrónicos de una vivencia asumida “heroicamente” por una estudiante colombiana que aborda bruscamente, y sin previa inducción, una cultura diversa y de la cual solo reconoce el imaginario de los cultores del “mundo oriental”, especialmente la hindú.

      La publicación que relata la permanencia de tres estudiantes de diferentes nacionalidades en Calcuta —la colombiana, en una pasantía académica— resulta ser, en general, un producto de gran interés, no solo porque en él se revelan prácticas sociales que le imprimen a la estudiante y, por ende al lector, elementos universales al enfrentarla a un choque cultural determinante en el desarrollo posterior de su vida, sino porque devela y denuncia aspectos fraudulentos en organizaciones que ofrecen posibilidades educativas o de intervención social en diferentes partes del mundo y que, sin ser una organización “de papel”, ejercen actividades sinuosas o marginales alejadas de lo que sus pintorescos catálogos anuncian.

      La recuperación de esta experiencia y su propuesta de publicación además pone de manifiesto la incapacidad de la institución educativa para ofrecer a la estudiante, en este caso, el apoyo necesario no solo en el aspecto académico, sino en la crisis existencial vivida por la alumna representada en el relato por Anabel Reina. Esta queda sometida, sin el debido recurso emocional, a la confrontación con una cultura antagónica cuya estructura excluyente de la mujer la sometió a una presión de tal magnitud que logró minar pasajeramente su equilibrio emocional.

      Entiendo que es función de las instituciones de educación superior velar por el desempeño académico y personal de sus alumnos que parten a vivir experiencias confiados en la competencia de la universidad, en este caso, en la que ellos y sus familias han puesto toda su confianza.

      Vale aclarar que en la mayoría de los casos, la consecución de estos espacios de práctica son el producto de las habilidades de los “cautos” y “entusiastas” estudiantes interconectados a través de las plataformas tecnológicas y el conocimiento de un segundo idioma en su “afán de comerse el mundo” y no siempre de una efectiva y, por el contrario, cada vez más negligente gestión de funcionarios universitarios encargados de estos asuntos: habitualmente, las oficinas de prácticas y relaciones internacionales.

      De allí que, una vez afuera, los estudiantes son dejados a la deriva, mientras que adentro se saca pecho con discursos sobre la “movilidad académica internacional”, sin que se advierta el papel de las tecnologías y de las trampas de estos cazadores de ilusiones que ofrecen salvar el mundo a través de proyectos de intervención social que, en sus plataformas de internet, ofrecen el oro y el moro y se aprovechan de las utopías propias de la ilusión juvenil.

      En lo concerniente a la práctica profesional, se reproduce la visión misma institucional de nuestras universidades que regularmente avalan —sin entrar en detalles— lugares por fuera de Colombia en su afán de alcanzar indicadores de movilidad académica internacional. Ahora bien, cuando estas experiencias son exitosas, la gestión es de la universidad, pero cuando se fracasa, se oculta la verdad y se invisibiliza el proceso, y entonces se repite esa vieja tradición tan común en nuestro país: cuando funciona, “son ellos”; cuando se frustra, “allá ellos”. Y así, en el andamiaje del sistema de educación superior, se responde al afán de convenios para mostrar las relaciones con el “mundo global”, lo que en el papel declaran como “la internacionalización del sistema educativo”.

       Una propuesta novedosa

      Realizar una publicación apelando a herramientas de investigación social basada en correos electrónicos es, además, una propuesta novedosa desde el ámbito académico, puesto que utiliza los medios modernos y masivos de comunicación para expresar realidades internas y externas, tal como sucedía en los siglos pasados cuando las cartas eran no solo la forma de comunicación, sino documentos que nos permitieron conocer universos y vidas de épocas y personajes, por mencionar algunas: Carta a mi Padre de Kafka o Cartas a Theo de Van Gogh o, sencillamente, las cartas de Efraín a María o las rescatadas de los campos de concentración, que se convirtieron en instrumentos que sustentan la estructura social que nos conforma.

      El lenguaje utilizado, es decir, la “oralidad escrita”, se convierte en un atrayente elemento de la publicación porque recrea de forma directa la vivencia del personaje, sus cargas emocionales y las frustraciones o alegrías que vive durante su estadía de seis meses en la lejana Calcuta. Los textos logran introducir al lector en una experiencia fundamental de una joven inexperta en una aventura digna de algún colonialista inglés que cabalgase el arisco lomo del monzón.

      La escritura de esta experiencia revela además algunos otros detalles que siguen siendo relevantes en el desarrollo del proceso, como son la poca o escasa producción académica de la alumna, huérfana de asesoría y orientación sobre el desarrollo de su práctica en la compleja y populosa Calcuta, y la interesante sensibilización de la estudiante hacia formas de vida diferentes y quizá extremas; es necesario enfatizar el hecho de que son emociones y sentimientos plasmados en los correos electrónicos, única comunicación con su entorno, su mundo conocido, escritos con la afectividad propia de su inexperiencia y juventud y muy alejados de la mirada de algún curtido investigador profesional.

       La “moraleja”: inversión de valores…

      Considero de gran importancia esta propuesta porque desmitifica la ilusoria

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