El lado femenino del poder. Patricia Debeljuh
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Especialista en Actividades con Empleadores
Oficina de la Organización Internacional del Trabajo
para el Cono Sur
Presentación
“Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril porque las mujeres no solo llevan la vida, sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá, nos transmiten la capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de escuchar las cosas con un corazón más creativo, más paciente, más tierno”.
Papa Francisco
Mensaje por el Día Internacional de la Mujer
8 de marzo de 2015
Estas palabras del Santo Padre inspiran estas páginas. Queremos dar visibilidad a esa capacidad de las mujeres de entender el mundo con ojos distintos. Si en todos los ámbitos en los cuales ellas se mueven —la familia, la educación, la cultura, la economía, la política, el arte, la comunicación, etc.— es indudable que dejan su impronta, nos parece relevante analizar la influencia que tienen cuando llegan a puestos de poder, porque es precisamente desde allí donde podrán buscar transformar ese mundo con un corazón más creativo, más paciente y más tierno.
Estas cualidades tan típicamente femeninas se explican por las diferencias que los estudios de neurología muestran acerca de la distinta conformación del cerebro del varón y de la mujer. Así como se habla del lado femenino del cerebro —que pueden desarrollar también los varones— queremos plantear, ya desde el título de este libro, esa capacidad femenina de ejercer el poder de una manera diferente, dejando también su impronta, descubriendo otras formas de influir positivamente en los demás, a partir de una visión del liderazgo complementaria a la del varón, que solo ellas pueden sumar y de la cual ellos también pueden aprender y enriquecerse.
La contribución de las mujeres en prácticamente todas las esferas de las actividades humanas es una realidad, y su aporte es de vital importancia para que las sociedades se desarrollen de una manera más equitativa y justa. Como planteaba la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, “sin la participación activa de la mujer y la incorporación de su punto de vista a todos los niveles del proceso de adopción de decisiones, no se podrán conseguir los objetivos de igualdad, desarrollo y paz”1.
Veinte años después de esta declaración que marcó un importante punto de inflexión para la igualdad de oportunidades, la presencia de las mujeres en los consejos de administración y en la alta dirección de las empresas es un tema de gran relevancia en la agenda política, social y empresarial a nivel global. Las mujeres representan el 50% de la población, y casi la mitad de la fuerza laboral. En muchos países del mundo desarrollado, han alcanzado niveles educativos por encima de los varones. La sociedad no puede permitirse el lujo de ignorar ese potencial humano ni desaprovechar tantos conocimientos, habilidades y experiencias. Sin embargo, el punto de partida es una situación que parece contradictoria. Por un lado, se han dado indudables avances en la inserción de la mujer en ámbitos laborales y sociales hasta llegar a ser ya casi un movimiento imparable, pero, por otro lado, aún persisten grandes diferencias a la hora del acceso a los puestos de mayor responsabilidad y poder. Puede decirse que, a pesar de esos avances, esta es una asignatura pendiente.
Si bien desde hace tiempo se viene trabajando en el ámbito público y empresarial para eliminar la discriminación y la desigualdad, la realidad pone en evidencia que los altos cargos ejecutivos en las empresas y en los consejos de administración están representados en la mayoría de los casos por hombres, lo que invita a poner en tela de juicio la existencia real de esa igualdad. Más aún, cuanto más alto es el puesto, más nítida es la brecha entre varones y mujeres. Sin embargo, el valor de la diversidad es un concepto que poco a poco se va instalando en las organizaciones porque se reconoce en él una fuente de ideas e innovación frente a la conformación de grupos homogéneos. Además, se percibe a nivel social un mayor interés por la inclusión y una preocupación en las empresas de reflejar los intereses de todos sus stakeholders.
Como resultado, la incorporación de mujeres a los consejos de administración se ha convertido en un tema de particular interés en muchos países, con Gobiernos que han impulsado leyes para promover la igualdad y han establecido cuotas, más o menos voluntarias, de presencia mínima de las mujeres en esos puestos, con empresas que han promovido diversas iniciativas a favor de la diversidad, con ONG’s que han contribuido a sensibilizar sobre esta temática, y con el mundo académico abierto a entender este fenómeno y a proponer nuevas iniciativas.
Es precisamente este compromiso de tres escuelas de negocios latinoamericanas que vienen estudiando esta realidad el que explica la existencia de este libro que tiene como finalidad darle visibilidad al aporte que hacen tantas mujeres en el mundo laboral. Hacía falta un estudio académico que permitiera entender las barreras que tienen las mujeres para acceder a puestos en juntas directivas en la región, las encrucijadas en las que se mueven en un ámbito empresarial tradicionalmente dominado por los varones, y en un entorno social marcado por el fuerte arraigo del rol que han de asumir en las familias.
Es evidente que todo el mundo está a favor de esa igualdad, aunque no es tan seguro que se pueda alcanzar plenamente ya que depende de otros factores que se mueven no en un mundo perfecto, sino en una realidad dinámica donde es casi imposible alcanzar un 50%-50% totalmente equilibrado, más aún, muchos se plantean si esa exacta paridad debería ser un objetivo en sí mismo. Lo que sí está claro —como se verá a lo largo de este libro— es que hay muchos caminos para alcanzar esa igualdad de oportunidades.
Si el debate se centra en los consejos de administración de las empresas, también llamados juntas directivas o directorios, es porque, de hecho, son el órgano de gobierno más importante de las sociedades2. Sobre ellos recae, además de las responsabilidades legales, la supervisión y control de la alta dirección, la buena marcha de la empresa, con la consiguiente aprobación y seguimiento de la estrategia acordada. Es evidente que asumir semejantes compromisos implica contar en cada consejo con personas capacitadas, con competencia técnica, experiencia probada y prestigio profesional para acertar en la toma de decisiones estratégicas de la empresa.
Los puestos en juntas directivas son limitados y escasos, generalmente se da poca rotación y es frecuente ver a las mismas personas en distintos directorios. Los consejos de administración fueron considerados tradicionalmente como lugar de encuentro de una élite social dedicada a los negocios. Históricamente, el poder estuvo reservado a los varones, por eso, no es de extrañar la composición exclusivamente masculina que tenían esos consejos. En muchos casos, fueron vistos como un grupo selecto que promovía ciertos intereses sectoriales. Otra creencia bastante arraigada llevó a que, originalmente, se conformaban directorios homogéneos con personas que pensaban del mismo modo, como una estrategia que facilitaba la toma de decisiones. Con el tiempo, se vio que la variedad de procedencias profesionales, de experiencias vitales unidas a trayectorias diferentes, a cualidades personales y académicas diversas, a condiciones socioeconómicas distintas y a mezcla de edades y culturas aportaban una riqueza a los consejos de administración que, en un mundo globalizado, no podían ser dejados de lado. Es también este aprendizaje otro disparador a favor de la incorporación de más mujeres a esas juntas directivas.
Ahora bien, si esto ha funcionado así durante años ¿por qué se pretende actualmente cambiar? ¿Cómo se explica ese afán moderno de las mujeres por llegar alto? Antes de responder estas cuestiones es preciso aclarar que este libro no pretende enrolarse dentro del feminismo que lucha para alcanzar la igualdad ni presentar una imagen cuasi perfecta de las mujeres en detrimento de los varones. Como afirma un informe del Banco Mundial, “es indudable que