que Dios lo premia con una humildad llena de gozo espiritual.
Nada puede producir mayor satisfacción que el llevar tantas almas a la luz y al calor de Cristo. Personas a las que nadie ha enseñado a valorar su vida corriente, para quienes lo ordinario parece vano y sin sentido, que no aciertan a comprender y a pasmarse ante esa gran verdad: Jesucristo se ha preocupado de nosotros, hasta de los más pequeños, hasta de los más insignificantes. A todas las gentes habéis de decir: también a vosotros os busca Cristo, como buscó a los primeros doce, como buscó a la mujer samaritana, como buscó a Zaqueo; como al paralítico: surge et ambula[29], levántate que el Señor te espera; como al hijo de la viuda de Naín: tibi dico, surge! [30], a ti te lo digo, levántate de tu comodidad, de tu poltronería, de tu muerte.
Dios hace a algunos otra llamada −que yo amo y venero, aunque no es la mía ni la vuestra−, y les invita a salirse del mundo; pero a la gran mayoría de los cristianos los quiere en el lugar donde estaban, en su sitio, en su ambiente, en su profesión, para que sigan siendo gente corriente y a la vez luz del mundo, sal de la tierra[31].
23
Hijos míos, fe. Considerad lo que escribe San Pablo a los de Corinto: modicum fermentum totam massam corrumpit[32], un poco de levadura hace fermentar toda la masa. Permaneced unidos en el amor de Dios, en el trato confiado con Jesús, en la devoción filial a María Santísima. Si sois fieles, como fruto de vuestra entrega callada y humilde, el Señor −por vuestras manos− obrará maravillas. Se volverá a vivir aquel pasaje de San Lucas: regresaron los setenta y dos discípulos llenos de gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios mismos se sujetan a nosotros, por la virtud de tu nombre[33].
Hijos míos: date, et dabitur vobis: mensuram bonam, et confertam, et coagitatam, et supereffluentem dabunt in sinum vestrum[34]; dad y se os dará una buena medida, apretada y bien colmada hasta que se derrame. Dad mucho y tendréis mucho: comprended, y acabaremos siendo comprendidos; quered bien a todos, y acabaremos siendo amados de todos.
Escuchad siempre en vuestro corazón aquel clamor del Señor, que ha removido tantas almas, también la mía: ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur? [35]; he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? Encendidos en ese fuego divino vosotros y yo, veremos cómo se acrisola nuestra vida: cómo aprendemos a luchar contra nuestros errores, a adquirir la perfección cristiana, el buen endiosamiento.
Sólo así, con Amor −caridad de Cristo− y con la humildad del conocimiento propio, podremos tener voz, para decir al Señor Nuestro, non verbo neque lingua, sed opere et veritate[36] −no con la lengua, sino con las obras y de verdad− que queremos seguir sus pisadas; sólo así sabremos responder a la llamada de Dios con un grito de verdadera entrega, de correspondencia a la gracia divina: ecce ego, quia vocasti me! [37]; ¡aquí me tienes, porque me has llamado!
Os bendice cariñosamente vuestro Padre.Madrid, 24 de marzo de 1930
[*a] «proselitismo»: este término, que durante siglos ha sido sinónimo de propagación del Evangelio, tiene un significado preciso para san Josemaría, inspirado en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia: contagiar a los demás el amor a Jesucristo y los deseos de entregarse a su servicio, con delicado respeto de su libertad (N. del E.).
[*b] «socios»: hoy se prefiere denominarles “miembros” o “fieles”. | «opportune et importune»: «con oportunidad y sin ella», cfr. 2 Tm 4,2. (N. del E.)
[*c] «aquel personaje»: alude al protagonista de la novela Tartarín de Tarascón (1872), de Alphonse Daudet (1840-1897) (N. del E.).