El Cristo universal. Richard Rohr
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Bien podrías desear que Richard te lleve por un proceso simple, lineal, paso a paso, hasta llegar allí, como cuando sigues una receta o un conjunto de instrucciones que vienen con los muebles que “requieren un poquito de ensamblaje”. Pero no creo que ese sea el modo en que suceden este tipo de transformaciones. Lo que hace Richard es más parecido a lo que hizo Jesús cuando habló en parábolas: te lleva a ver desde un ángulo, luego retrocede y te lleva a verlo desde otro ángulo, y luego desde otro, y luego desde otro, hasta que comienza a surgir en ti una forma de ver completamente nueva.
Este proceso puede llegar a resultarte frustrante, placentero, o un poco de ambos. La introspección puede sucederte lenta y gradualmente, o puede golpearte de repente, en un momento clave. Incluso al principio puede desilusionarte y solo tener sentido mucho después de que hayas terminado el libro.
Pero si eres como yo, y como una buena parte de nosotros y nosotras, no importa la manera en la que las nuevas percepciones lleguen; una vez que lo veas, serás incapaz de no verlo, y cambiará el modo en que ves todas las cosas.
De eso se trata la mejor religión y la mejor teología. Si ves con nuevos ojos, nuevas y mejores cosas se vuelven posibles.
—Brian D. McLaren
Antes de empezar
1
Cristo no es el apellido de Jesús
2
Aceptando que eres totalmente aceptado
3
Revelado en nosotros, como nosotros
4
Bondad Original
5
El Amor es el Sentido
6
Una plenitud sagrada
7
Yendo a un buen lugar
8
Hacer y decir
9
Las cosas en su profundidad
10
La encarnación femenina
Desde ahora, todas las generaciones me llamarán dichosa;
porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, y santo es su nombre.
—Lucas 1:48-49
En este breve capítulo voy a tomar algunos riesgos, pero creo que será provechoso porque, para muchos, podría provocar la revelación más importante de todas. Como hombre, mi perspectiva de lo femenino seguramente es limitada, pero este es un tema tan crucial y usualmente ignorado que debo invitarnos a todos y a todas a reivindicar y honrar la sabiduría femenina, que a menudo es cualitativamente diferente de la sabiduría masculina. Aprovecharé mis propias experiencias con mi madre (yo fui su favorito), hermanas más pequeñas y grandes, muchas amigas y colegas mujeres a lo largo de los años, y la mismísima naturaleza de algunos de mis encuentros con Dios. Espero que esta perspectiva pueda invitarte a confiar también en tus propias experiencias con la feminidad divina. Para muchos y muchas es una apertura completamente nueva, ya que, de alguna manera —y erróneamente—, siempre asumieron que Dios es masculino.
A pesar de que Jesús era claramente del género masculino, el Cristo está más allá del género, así que es de esperar que la Gran Tradición haya encontrado formas femeninas para, consciente o inconscientemente, simbolizar la plenitud de la Encarnación Divina y darle a Dios una más femenina, tal como la misma Biblia suele hacerlo.1
Cada vez que voy a Europa, siempre me sorprende la cantidad de iglesias que llevan el nombre de María, la madre de Jesús. Creo haberme topado con por lo menos una iglesia “Notre Dame de algo” en toda ciudad francesa que visité, y a veces incluso dos o tres en un pueblo pequeño. Algunas de estas iglesias son grandes y ornamentales, la mayoría son antiguas, y en general inspiran respeto y devoción, incluso entre no-creyentes. Sin embargo, como católico, a veces me pregunto: ¿Quiénes eran estos cristianos que parecen haber honrado a María mucho más que a Jesús? Después de todo, el Nuevo Testamento dice muy poco de María. ¡No es de extrañar