Los Secretos Del Rubicón. Ivo Ragazzini
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—Si es por eso, tampoco los sacerdotes flamines son divinidades, sino solo intermedia entre los hombres y los dioses de Roma —respondió Curión.
—No es verdad, eso es una blasfemia. Los flamines y nuestros otros sacerdotes romanos hablan por boca de los dioses de Roma y son sus vicarios en la tierra —replicó el general Labieno.
—Si es por eso, también se dice que la brujas hablan por boca de los infiernos y de la ultratumba —respondió Curión.
—Sí, pero son inferiores a los flamines. Flaminis super stitiius striges, sed sub stantias Deis45 —respondió Labieno, que era un fiel cumplidor de la religión romana de la época.
—No se trata de esto. Están buscando condicionarnos para que no combatamos. Hemos visto muchas cosas similares usadas contra nosotros durante las campañas en la Galia y los legionarios romanos temen poco a las divinidades bárbaras, pero los galos podrían verse frenados y asustados por estas coas. Cuéntanos, Curión, que más sabes de esta bruja gorgona —intervino César para cerrar la discusión.
—Poco antes de llegar a la fuente, hay una presa que ha formado una laguna artificial que sirve para regular el flujo de las aguas del río Prissatellum, que nos separa de las legiones de Pompeyo.
»Además, he oído decir por informadores que pretenden usar a la gorgona para hacer malditas esas aguas y liberarlas en el río en cuanto vean que nos preparamos para atacarlos.
»Naturalmente, harán correr la historia de que quien pasa esas aguas muere en breve, para tratar de impedirnos atravesarlas.
»Luego llenarán las orillas del Prissatellum con cabezas y máscaras de gorgona colocadas sobre estacas que hincarán en el suelo como límite y frontera que traerá desgracias superar. Así nuestros legionarios se sentirán impresionados y temerosos al cruzar ese río46 —concluyó Curión su exposición.
—También yo soy un poco supersticioso, pero, si ese es el único problema, dejemos que algunos druidas de nuestras legiones galas adopten todas las contramedidas y protecciones oportunas. Algunos de ellos son muy eficaces —respondió un comandante galo presente.
—¿Qué podría hacer un druida para proteger a nuestras tropas? —intervino César de inmediato.
—Los druidas no cuentan mucho de lo que hacen, pero pueden librar de encantamientos y maldiciones, bosques y lugares de las forestas, dejando hadas y duendes de guardia en su lugar, pueden sanar con hierbas todos los males y hechizos de las brujas, hacer milagrosos y mágicos las fuentes y los ríos, lanzar hechizos y maldiciones sobre los enemigos tan poderosos que incluso los pueden paralizar.
»Pero se cuidan de no maldecir directamente a los dioses de los enemigos, solo para derrotarlos en la batalla. Los druidas maldicen lugares y personas, pero no dioses —respondió con convicción el comandante de los galos mientras explicaba todo esto.
—¿Cómo estás seguro de ello? —le preguntó Hortensio.
— En un bosque del norte he acompañado una noche bajo un roble a un druida que nos ha mostrado, a mí y a otros, muchas cosas y lo que acabo de decir.
—¿Y no podía ser un truco o una ilusión?
—No lo creo, pero, aunque lo fuera, los soldados galos creen en los druidas. Y esto supone una diferencia —respondió el comandante de los galos.
—Bueno, entonces se podría usar a los druidas para asegurar las orillas y los bosques de la frontera contra la bruja y para proteger a los galos contra las maldiciones a quien atraviese esa frontera —explicó el comandante Hortensio.
—Estoy de acuerdo contigo, Hortensio —intervino César—. Pompeyo, al no tener fuerzas suficientes, está tratando de impedirnos actuar por medio del miedo. Mañana trata de descubrir que pretenden hacer en ese río y dispón que los druidas estén listos para proteger esos lugares y a nuestros hombres —le ordenó César.
—Así se hará, César —respondió Hortensio.
—Ahora ya basta de dioses y brujas. Pasemos a las fuerzas militares sobre el terreno. Mostradme mejor nuestras líneas y las de Pompeyo —dijo César para tratar de quitarse de encima sin que se apreciara un poco el temor que también él tenía de atravesar el Rubicón.
La disposición de las tropas de César y Pompeyo
Marco Antonio echó mano de un mapa que resumía la situación militar de los dos bandos y, después de ponerlo delante de todos, se puso a explicarla.
—En pocas palabras, la primera línea de Pompeyo está aquí delante de nosotros, inmediatamente delante del río Prissatellum. E inmediatamente detrás hay una nueva línea donde los flamines, como hemos visto, tienen la intención de trazar una nueva línea roja47 además de la ya existente sobre el Rubicón. Nosotros estamos desplegados enfrente aquí, entre Donegallia y el Caes solum48 que delimita tus territorios. ¿Me entiendes César?
—Sí, continúa.
—La segunda línea actualmente está un poco desatendida y está algo mejor hacia Ariminium,49 donde el camino se desdobla en dos en las cercanías de ad confluentes, antes de llegar a la puerta derecha del Rubicón.
—¿Por qué se desdobla en dos el camino? —preguntó Labieno.
—Porque la empalizada del Rubicón tiene dos puertas de acceso: una de entrada y otra de salida, general Labieno —respondió César, que conocía bien cómo se había construido el Rubicón, en lugar de Marco Antonio. Luego añadió—: Continúa con la explicación, Marco Antonio.
—Y finalmente la tercera y última línea del propio Rubicón, todavía más al sur hacia Ariminium, construida sobre el río Pluso50 —dijo Marco Antonio indicando a César en el mapa el punto cercano a Rímini donde se encontraba la empalizada roja del Rubicón.
—Claro —respondió César. Luego explicó—: La primera y segunda líneas a mi juicio se pueden atacar sin muchos problemas, pero para la frontera sagrada del Rubicón tengo en mente un plan para lograrlo sin violar la voluntad de los dioses.
—¿Cómo? —preguntó Marco Antonio.
—No es ahora el momento de comentarlo, pero, cuando lo sea, os informaré a todos. En todo caso, por ahora, ¿qué hemos dispuesto y desplegado en términos de hombres y legiones contra las líneas de Pompeyo? —preguntó César.
—Tenemos las legiones romanas X y XIII acampadas en el interior y hemos desplegado las legiones II y III gálica a lo largo del Caes solum y la Donegallia51 con la promesa de que esas tierras serán suyas para siempre si consiguen derrotar a Pompeyo.
—Está bien, les había prometido esas tierras como premio y recompensa si me seguían hasta aquí. ¿Ya las están poblando? —preguntó César.
—Sí, César, han tomado posesión encantados y se han desplegado delante de las tropas de Pompeyo. Defenderán bien esas