La saga del viajero del tiempo. Alberto Chimal
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El Viajero del Tiempo (pues tal será el apelativo adecuado para hablar de él) estaba contándonos un asunto especialmente enigmático. Sus ojos grises brillaban y centelleaban, y su rostro, por lo general pálido, estaba encendido y resplandeciente. El fuego de la chimenea ardía con fuerza y la suave luminosidad de las luces incandescentes bajo las tulipas de plata se reflejaba en las burbujas que centelleaban y desaparecían en nuestras copas. Los sillones, que eran invenciones suyas, nos abrazaban y nos acariciaban, en vez de limitarse a servirnos de asiento, y flotaba en el ambiente esa atmósfera gratificante de la sobremesa nocturna, cuando las ideas surgen libre e ingeniosamente, sin poner barreras a la imaginación. Y entonces nos lo contó como diré, haciendo hincapié en los puntos indecisos con su huesudo dedo índice, mientras nosotros seguíamos sentados y admirábamos de manera perezosa la vehemencia con que hablaba de su nueva locura —eso era lo que pensábamos— y su fecunda inventiva.
h. g. wells
La máquina del tiempo (1895)
buenos días, buenas tardes, buenas noches, como dice el Viajero del Tiempo cuando su máquina se pone temperamental y no le pregunta a dónde (o cuándo) quiere irse.
En el lugar y tiempo en que aparece, toda la gente lo mira con desconcierto, parpadea, y cuando oye las palabras tal vez parpadea de nuevo si no le entiende (el Viajero del Tiempo no sabe todos los idiomas de todas las épocas).
Y tal vez el Viajero del Tiempo se arrepiente de haber llegado allí y desaparece, y da la impresión de haberse ido en otro parpadeo, en el instante en que nadie lo veía.
¿Pero quién es el Viajero del Tiempo?
El Viajero del Tiempo extiende la mano y atrapa la primera gota de la lluvia. Todas las demás impiden que el mundo se entere de la hazaña.
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El Viajero del Tiempo soñaba un flashforward: en él se despertaba, viajaba hacia atrás en el tiempo, se dormía y soñaba un flashforward.
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Un pasaporte del Viajero del Tiempo lo acredita como ciudadano de un país que todavía no existe y nadie, nadie recordará cuando desaparezca.
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El Viajero del Tiempo usa una máquina propulsada por horas perdidas, ignoradas, malgastadas. Se alegra: tendrá energía para siempre.
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El Viajero del Tiempo te saluda, se va diez años, decide verte otra vez, regresa segundos antes de la primera. “Déjà vu”, pensarás. O piensas.
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El Viajero del Tiempo, quien puede pasarse un año entero en un solo segundo, tiene el secreto para no envejecer.
No, no lo dice. Ni lo vende.
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El Viajero del Tiempo fue a 1888 y vio la cara de Jack el Destripador.
—Era la de todos a la vez, como dicen que era el rostro de Adán —gritó.
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El Viajero del Tiempo ha visto varias películas (de eras diversas) que tratan de tu vida. Y ahora ansía conocerte para saber toda la verdad.
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Fastidiado, luego de seis horas de ruido en el cuarto contiguo, el Viajero del Tiempo retrocedió seis horas, pasó al otro cuarto, lo halló vacío y entendió lo que había hecho, o más bien lo que ahora tenía que hacer.
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—¿Qué sentido tiene este juego si no se matan entre ellos? —dijo el gladiador al Viajero del Tiempo mientras veían el partido de futbol.
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El Viajero del Tiempo manda decir que sí, recuerda el futuro, pero no es psíquico: no sabe a quién estás por conocer ni cómo te hará feliz.
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El Viajero del Tiempo escribe este texto para que lo lean en el siglo 490 156 673/498+, en el que cada una de sus palabras significa otra cosa.
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(a)
El Viajero del Tiempo me lleva con un amigo que murió en 2003. Este, al verme, se preocupa:
—Parece que hubieras envejecido de golpe —dice.
(b)
El Viajero del Tiempo viene con un amigo al que vi ayer y ahora parece diez años mayor. Entiendo de inmediato.
—¿Por qué vienes hoy? —pregunto, de todos modos.
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El Viajero del Tiempo retrocede despacio, muy despacio, para ver a Michael Jackson caminar hacia adelante.
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El Viajero del Tiempo detuvo su máquina. Por un largo instante que nadie más percibió no hubo una sola muerte en toda la Tierra.
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El Viajero del Tiempo llega al año 1000 8000. Le dicen que es el MilOchoMil. Se sorprende. Le dicen que el siguiente será el año Tururú.
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La biblioteca del Viajero del Tiempo guarda libros olvidados, perdidos, para siempre inéditos. Ningún colega escritor ha querido visitarla.
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El Viajero del Tiempo regresó muchas veces al mismo instante. Comprobó que miles de personas pueden tener a la vez la misma idea original.
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Franz Kafka volvió 9 753 veces a ver el mismo trámite burocrático.
—Gracias —dijo al Viajero del Tiempo. Poco a poco iba entendiendo qué papeles hacían falta y cómo tratar con el encargado de la ventanilla.
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El Viajero del Tiempo apareció, le dijo a William Blake que no, que no estaba loco, y desapareció.
Sacudido, Blake esperó a que apareciera su Ángel, para contarle la visión que acababa de tener.
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