Los juegos de Elisa. Blanca Catellón
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Primera edición, junio de 2004
Director de la colección: Alejandro Zenker
Coordinadora de la colección: Ivonne Gutiérrez Obregón
Cuidado editorial: Elizabeth González
Coordinadora de producción: Beatriz Hernández
Coordinadora de edición digital: Itzbe Rodríguez Ciurana
Diseño de portada: Luis Rodríguez
Fotografía de interiores y portada: Alejandro Zenker
Modelo: Leda Rendón
© 2004, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V.
Calle 2 núm. 21, San Pedro de los Pinos
Teléfono y fax (conmutador): 5515-1657
ISBN 978-607-8312-44-3
Hecho en México
Blanca no se tiñe
Blanca no se tiñe, aunque derrama sobre su vestido incienso. Este libro es una mirada, y está lleno de miradas, detenidas, atentas. Y lo milagroso es que tiene rendijas y espacio para las miradas del lector. Hay libros que exponen una realidad, y son buenos, y hay otros que crean una realidad, y son mejores, así es Elisa. Nada es definitivo aquí, pero todo es fuerte. Los poemas tienen la misma proporción de agua que de sed, así, el equilibrio se sostiene por sí mismo, y por ciertas palabras con sabor a pócima. El lector tiene ante sí distintos placeres y a la vez la tarea de indagar el mundo de Elisa, y con él el suyo propio. Está frente a un espejo.
¿Se habla de Elisa en estos poemas? ¿Se habla a través de Elisa? ¿Su voz es un tulipán?
Para los antiguos egipcios nada existía en el mundo si antes no era nombrado, por esto el dios Toth personificaba la lengua y era tan venerado. Con el propósito de que los seres humanos, los espirituales y las cosas pudieran tener existencia real debían ser hablados, proyectados de dentro hacia fuera por aquellos que los habían pensado. O soñado, agrego yo.
La palabra precede a la existencia, había que nombrar algo para que naciera. En este libro la palabra Elisa crea el mundo de Elisa, al que entramos despacio, donde recibimos aromas y distintas tonalidades de la luz, y presenciamos sus combates y placeres. No “vemos” simplemente, presenciamos.
Blanca es Blanca, pero, ¿de qué color es Elisa? ¿Acaso Elisa es el color que faltaba por descubrir? Ella vino a jugar, sólo que al llegar su juego no estaba inventado, entonces debió sentarse en la playa a construirlo con caracoles. Hay uno en cada poema, si lo acerca al oído escuchará oleajes. Y si lo acerca al alma escuchará la Luna gobernando esas mareas.
Conforme avanzamos en la lectura desarrollamos un nuevo sentido, ya no es suficiente oírla, mirarla, palparla, aprendemos a presentirla. Recuperamos para seguir su juego la antigua facultad de presentir.
Si Beethoven compuso Balada para Elisa, ¿significa que comenzó a escucharla cuando quedó sordo? ¿Así se la escucha, con el alma?
La Escuela de Praga sostiene que su juego es una danza, e intenta demostrarlo diciendo que cada poema es un paso. No es mala teoría, pero quedan muchas órbitas, astros, rotaciones y cometas sin explicar en el comportamiento de Elisa.
Al final parece que se marcha en un mullido asiento gris, con conductor y todo. ¿Pero no quedamos en que ella es la dirección de la brisa? Así es como podemos seguir la huella de su juego.
Cae en tantas trampas en su viaje, cruza tantos acantilados y cura tantas heridas propias y ajenas, que no creemos que se marche del todo ni para siempre.
Elisa es un licor fuerte, mejor leerlo despacio, y si aún así te embriagas, agárrate del viento, cualquier otro pilar puede derrumbarse.
José María Zonta
Alajuela, Costa Rica.
Todo parece indicar que en enero.
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