E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras страница 3

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras Pack

Скачать книгу

parpadeó y volvió al presente.

      —Yo, eh, acabo de terminar de revisar —apuró la lectura de las últimas oraciones y dejó el bolígrafo. Se volvió hacia el ordenador y arrastró los papeles sobre la mesa hasta ponerlos a su lado.

      —¿No te gusta la mujer con la que se va a casar tu padre?

      —¿Lily? Es la viuda de su primo —se inclinó sobre el escritorio, abrió el cajón superior y sacó el móvil de Deanna. Todavía seguía sonando.

      Temiendo que fuera a contestar, ella se lo arrebató de las manos y se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta. No quería arriesgarse a presenciar una conversación entre su madre y su jefe.

      —¿Y bien?

      —No sé por qué tienen que correr tanto. ¿No sería más fácil si hablaras con tu madre de una vez?

      Ella soltó una pequeña risotada. Sus dedos bailaban ágilmente sobre el teclado mientras hacía las correcciones al documento.

      —Está claro que no quieres ir a la boda de tu padre. A lo mejor no deberías darme consejos acerca de mi madre.

      Él soltó el aliento con brusquedad y volvió a levantarse del escritorio.

      —No es la boda —murmuró—. No del todo.

      Deanna empezó a teclear más despacio y, al darse cuenta, aceleró de nuevo. No era buena idea solidarizarse con Drew Fortune. Su padre iba a casarse. Iba a reemplazar a su fallecida madre. Y ella había visto por sí misma lo mucho que su muerte le había afectado cuatro años atrás.

      —Tus hermanos también estarán allí —le dijo, tratando de animarle.

      Una vez le había dicho que tenía cuatro, y que sólo su hermano Jeremy y él no vivían en Texas.

      —¿Cuánto hace que no los ves?

      —Nos reunimos todos en Red Rock hace unos años.

      Deanna no tenía hermanos y se había pasado toda la vida deseando haberlos tenido. Así no se hubiera sentido tan sola en el mundo.

      —Bueno, entonces, ¿no estás deseando verlos de nuevo?

      Él balanceó el bate como si fuera un palo de golf. Sin embargo, su expresión no era en absoluto distendida.

      —¿Y eso qué importa?

      Deanna sintió que su enfado crecía.

      —Supongo que nada —le espetó—. Pero todo este proyecto… —gesticuló y señaló el montón de papeles que tenía sobre el escritorio—. Toda esta insistencia en terminar hoy sin duda es una excusa para no tener que ir a Texas. ¿Acaso esperabas que no fuéramos capaces de terminar hoy para así salirte con la tuya y no ir?

      Drew se volvió hacia ella bruscamente, visiblemente sorprendido ante aquellas afiladas palabras. Los ojos verdes de Deanna lo miraban con un gesto desafiante y había un ligero rubor en sus mejillas. Normalmente era muy tranquila y sosegada… Nada que ver con la expresión que tenía en ese momento. La gota que colmaba el vaso…

      —Supongo que no sabía lo importante que era para ti este fin de semana en el spa con tus amigas —le dijo.

      Ella apretó los labios.

      —¿Sabes, Drew? A veces eres un… —se detuvo y sacudió la cabeza con tanta fuerza que su melena cobriza se movió alrededor de sus hombros. Volvió la vista hacia el monitor y continuó escribiendo, golpeando con furia las teclas.

      —¿Un qué?

      —Nada —dijo ella, tecleando cada vez más rápido. El teclado repiqueteaba casi como una vieja máquina de escribir.

      —Dilo, Dee.

      Había escogido el peor momento para meterse con él y el deseo de provocarla era irresistible. Todo era culpa de su padre… William no tenía bastante con arruinarse la vida casándose, sino que también quería arruinar la suya.

      —¿Por qué te callas ahora?

      Ella le lanzó una mirada seria que, sorprendentemente, le recordó a su madre. Probablemente era porque él sí la tenía muy presente, a diferencia de su padre.

      —¿Por qué no vuelves a tu despacho y me dejas terminar? —le sugirió ella.

      Levantó la mano izquierda y le invitó a marcharse sin dejar de teclear con la otra.

      —Tienes que pensar qué quieres poner en las tarjetas de presentación cuando reemplaces a tu padre como director general, ahora que se va a retirar. A lo mejor eso te pone de mejor humor.

      —Y a lo mejor a ti te pone de mejor humor saber que probablemente no seré yo el nuevo director general.

      El repiqueteo del teclado se detuvo abruptamente. Deanna levantó la vista. Aquel destello desafiante se había desvanecido y en su lugar sólo quedada una profunda confusión en su mirada.

      —¿Qué?

      Drew agarró con más fuerza el bate de béisbol. Tenía ganas de tirarlo por la ventana.

      —No voy a ser el nuevo director general —esas palabras le sabían a vinagre en los labios.

      —Pero si todo el mundo sabe que tú te vas a poner al frente… —le dijo ella, totalmente desconcertada.

      —Sí, bueno. Supongo que eso a mi padre le da igual —le dijo escuetamente.

      —Drew…

      Él soltó el aliento.

      —Por lo que yo sé, no tiene pensado prescindir de estas oficinas, sino sólo de mí.

      El rubor huyó de las mejillas de Deanna. De repente se puso pálida como la leche.

      —Pero tú haces un buen trabajo aquí.

      —Pues no debe de ser lo bastante bueno para él.

      —A mí siempre me ha parecido que tu padre estaba orgulloso de ti por el trabajo que haces aquí —Deanna sacudió la cabeza ligeramente, moviendo la melena.

      —Y ahí está el problema —le dijo Drew—. Como cree que no empezó a irle bien hasta que se casó con mi madre y sentó la cabeza, ¡ahora se le ha metido en la sesera que yo tengo que hacer lo mismo! —hizo un movimiento en el aire con el bate y el golpe se lo llevó el mullido asiento de una silla que estaba junto a la puerta de su despacho.

      Deanna dio un pequeño salto al oír el golpe seco.

      Drew soltó el bate sobre la silla y volvió a meterse en su despacho. Ella fue tras él. Sus manos asían con fuerza la solapa de la chaqueta marrón que llevaba puesta, a juego con una falda hasta la rodilla.

      —¿Tu padre piensa que deberías casarte?

      Drew tenía un palpitante dolor de cabeza. Necesitaba una copa, un cigarrillo…

Скачать книгу