R-evolución. aprende a avanzar en la carrera de tu vida. Chema Martínez

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R-evolución. aprende a avanzar en la carrera de tu vida - Chema Martínez Harpercollins Nf

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y me hice corredor de maratón. Cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros. Curiosamente me retiré con cuarenta y dos años. ¿Y dónde me retiré o dónde se supone que me retiro? En la maratón de Nueva York. ¿Y qué dorsal me dieron? El número cuarenta y dos. ¿Y con cuántas internacionalidades me retiro? Ahí está: con cuarenta y dos.

      Mira que he sufrido unas cuantas perrerías a lo largo de mi carrera: campeonatos a los que no he ido, ocasiones en las que no he podido acudir porque estaba lesionado… ¡Y me tengo que retirar justo con cuarenta y dos internacionalidades! Así que este número se ha convertido a la fuerza en otro afín a mí.

      En la Cope, que es una emisora referente, llevo once años trabajando en un programa, Km42, y forma parte también de esas huellas que tengo en la piel. Terminó mi vida en el más alto nivel, aunque luego te contaré con más exactitud cómo, porque una cosa es lo que tú planteas y otra lo que el destino tiene reservado para ti.

      Una vez que cerré esa etapa, la más costosa de mi vida, a la que me dediqué al doscientos por cien, comprendí que detrás de esa había otras. Solo había que tener la capacidad, la ilusión y las ganas de seguir descubriéndolas. Seguir avanzando en ese proceso de aprendizaje constante que es la vida, que nos hace darnos cuenta de que, cuando nos creemos que lo tenemos todo aprendido, hay que volver a empezar. Y al revés, cuando todo acaba, hay un hilo del que tirar para comenzar de nuevo.

      Lo cierto es que soy una persona que me muevo por datos, lo cronometro absolutamente todo. Los lugares donde corro los tengo marcados a la perfección y sé dónde está el kilómetro uno, el kilómetro dos… Me pasa lo mismo en cualquier ciudad a la que voy. Tengo en mi cabeza los kilómetros que hay de distancia, el tiempo que tardo en llegar a un punto determinado. Todo lo establezco con estas coordenadas, y ante la pregunta que me hicieron hace mucho tiempo ya, cuando acababa mi vida deportiva en el alto nivel, de cuántos kilómetros había podido recorrer a lo largo de mi carrera, les contesté que no lo sabía, pero que lo podía llegar a contabilizar porque lo tenía todo apuntado.

      En esa labor de recopilar y sumar datos salió una cifra de ciento sesenta mil kilómetros en los dieciocho años que había estado compitiendo en el alto nivel. Es una cifra importante. Para que te hagas cargo de lo que supone, la vuelta a la tierra son cuarenta mil kilómetros. Es decir, que hice durante ese tiempo cuatro veces la vuelta al mundo corriendo. Esto tiene un problema cuando se lo intento explicar a mis hijos, que mi hija Daniela me lo pregunta y lo que más le interesa es saber qué hacía cuando cruzaba el Atlántico… ¡Cuatro vueltas al mundo y otra más desde que dejé el alto nivel hasta hoy! Es decir, ya he superado los doscientos mil kilómetros.

      Y no ha acabado ahí, porque mi próximo destino es la luna. Si el hombre pisó la luna, yo también estoy convencido de que puedo hacerlo. Si hay cerca de trescientos mil kilómetros, me mueve la ilusión, la eterna ilusión, de poder llegar a ella. Fue un gran paso para el hombre y sería uno bonito para mí. Así que próxima parada: la luna. Es un objetivo más de esos que están en el horizonte.

      Durante estos años de atrás, en los que competía en el alto nivel, yo no hacía ultras —son las pruebas que van más allá de la maratón—. Ahora sí. Estas las he hecho mientras me aguantaba el cuerpo y me lo permitía, porque creo que es la prueba más épica, más mítica del atletismo, donde se sufre más. Se hace tremendamente dura, tiene tras de sí una aureola de esfuerzo. He encontrado en los ultras un modo de seguir avanzando, ¡y sufriendo!

      Es verdad que mi vida deportiva ha ido desde los tres mil hasta la maratón pasando por el cross. Pero voy a serte sincero, he dejado de ser deportista de alto nivel no porque yo haya querido, sino porque el deporte profesional decide por ti, te echa, te elimina de su jerarquía. Sin embargo, creo que yo he ido evolucionando. Sigo siendo deportista, sigo siendo persona y creciendo, aunque mis capacidades y mis talentos hayan mermado, he encontrado y descubierto otros que me hacen feliz. Y de ahí el sentido de esa evolución, de ese paso más, de esa necesaria huida de vivir del pasado.

      Ahora estoy en busca de mi número mágico. Del ayer se aprende, pero no se puede vivir. Hay que sacar a flote ese poder ilimitado que tenemos de reinventarnos y llegar a esa revolución interior que mejore cada vez más nuestra versión. Yo te acompaño en ese proceso. ¿Te unes a mi R-Evolución?

      1

      Definir el momento presente

      Hay instantes en los que conviene detenerse, sentarse, liberarse de los prejuicios y ver con claridad cuál es nuestro punto de partida. Definir en qué momento nos encontramos.

      En su día, un punto mío de partida fue ese en el que jugaba en las calles y experimentaba, me divertía y sentía la felicidad reciente por el deporte. También lo fue cuando entré a estudiar INEF —ahora llamado CAFYD—, y descubrí el maravilloso mundo de la alta competición. Me deslumbró y jamás he conseguido separarme de él.

      Una de las cosas más importantes es saber diagnosticar la realidad. Yo hubo un tiempo que me creía eterno, y pensaba que, si seguía entrenando, si seguía esforzándome de igual forma, podría continuar haciendo lo mismo que cuando tenía veinte o treinta años. Quizá por no contar con gente en mi entorno que me fuera acercando a la situación real, porque desde donde yo estaba ni lo veía ni quería verlo.

      Hay muchos deportistas a los que esta situación les pasa factura —incluso se han dado casos de suicidios— y personas que no lo han sabido gestionar bien y han acabado metidos en las drogas. Es duro dar ese paso, porque no somos capaces de asumirlo. El alto nivel es un mundo complejo en el que estamos inmersos durante años, al que poca gente tiene acceso, pero que tiene una fecha clara de entrada y, por supuesto, otra de salida. Y no hay más, por muchas vueltas que le queramos dar.

      Precisar una fecha para decir adiós es complicado, primero por la aceptación del propio deportista, porque estamos siempre planeando el siguiente reto. Sabemos que se acerca el final, pero nos cuesta asumirlo y no pensamos en ello; no es algo tangible. De hecho, si pienso en mi caso, nunca he dicho «me retiro». Nunca jamás. A mí me ha retirado el alto nivel —me ha asegurado: «Macho, ya no vales para nosotros»—. Se da por hecho porque ya no acudo a ese tipo de competiciones, pero sigo entrenando siempre que puedo.

      ¿Cómo definiría entonces mi situación actual? Soy un exdeportista que no deja de entrenar y que esta mañana se ha hecho diez kilómetros, que ha dedicado un buen rato a hacer pesas y que esta tarde también irá a correr. Yo por fin sé dónde estoy y ya no me hace falta ir a los grandes campeonatos.

      Es curioso, pero cuando entreno —o en algunas otras situaciones—, hay mucha gente que me saluda, que me pita con el coche, y pienso que gran parte de ella no me ha visto correr, no me ha visto en la plenitud, en el esplendor, no me ha visto cuando corría con el corazón, cuando no me dejaba ganar, porque nunca me he hipotecado, jamás me he asegurado una plaza de finalista para saber que iba a tener la seguridad de una beca. Siempre he peleado por ganar. ¡Si me hubieran visto cuando era un «asesino»! Aunque en verdad esa lectura de vida es mi forma de vivir. Lo aplico a cualquier cosa, es el gran bagaje que me ha dejado el deporte: que sigo afrontando así la vida, como si fuera una especialidad nueva. Me entreno, me esfuerzo, tomo decisiones, utilizo la estrategia más adecuada y me implico al cien por cien en cada cosa que hago como hacía antes en mi disciplina.

      Un deportista de este tipo vive, vivimos, fuera de la realidad. Es otro mundo que está al alcance de muy pocos y es difícil que la gente lo conozca. Creo que no llegamos a ser capaces de pasar esa barrera y mostrarlo. Un deportista de alto nivel dedica su vida al deporte las veinticuatro horas al día y los siete días de la semana. Me explico: entre entrenar, descansar, organizar la siguiente rutina de entrenamiento, controlar la dieta y volver a entrenar se nos va la jornada. Y así de lunes a domingo. Sin descanso. Vivimos tan

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