Poesías angelicales. Eric Barone
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Evidentemente, con una introducción tal, sólo un retrasado mental se burlaría.
“Mi nombre es Magister LIROLUVILUI... ¡Escríbalo! Hace 108 años, antes de que su tatarabuelo se fuera de Italia le obsequié un baúl, un baúl de madera barnizada, lleno de cajones. ¿Sabe Ud. dónde está?”
Sin reflexionar le contesté: “¡Claro!... Cuando éramos niños jugábamos con mis hermanos en el altillo. Recuerdo que un día me escondí en este baúl y súbitamente me dormí. Me contaron que la familia entera me buscó durante todo el día. Cuando salí, - despertado tan inexplicablemente como me había adormecido-, recibí de mi padre la única paliza de mi vida. ¡Claro que me acuerdo donde está este baúl!”
“¡Es exacto! Discúlpeme Ud., con treinta años de retraso, pero yo sugerí mentalmente a su padre que lo castigara así para que no pudiera olvidar este baúl. También quise que Ud. no volviera a tocarlo hasta este presente año. Se había dormido Ud. porque la posición planetaria, que le autorizaba a abrir este arca, todavía no había llegado.”
-¿Qué quiere decir? pregunté.
“En lugar de creer que está soñando y volver a acostarse, tal como lo hizo en su sueño, le pido que vaya a su altillo, que vacíe este baúl y que saque el quinto cajón de la columna izquierda. Tanteando el fondo del hueco por donde se desliza el cajón, Ud. encontrará un clavo que apenas sobresale. Con una pinza, Ud. tomará este clavo y lo arrancará tirando fuertemente hacia sí. Por el momento Ud. va a colgar el auricular. Dentro de siete días, en la séptima hora y exactamente en el séptimo minuto, Ud. mismo me llamará”.
Ya tendía mi mano para anotar el número sobre mi agenda, cuando lo oí exclamar irónicamente...
“¡No! Inútil escribir sobre su agenda. Recordará fácilmente mi teléfono. A la hora exacta, marqué el número cero y dejé sonar tres mil trescientas treinta y tres veces exactamente. Le contestaré cuando llegue a esta cifra.”
...CLAC... La comunicación estaba cortada. Qué raro personaje éste... ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Magister LIROLUVILUI. Por suerte que escribí su nombre en un papel. ¿Es real o es un nuevo sueño? En todo caso tenía razón, en vez de volver a acostarme mejor sería que tomara un café y que fuera a verificar que pasaba con ese baúl. Me sucedió la más extraordinaria cadena de contratiempos de toda mi vida... como si todo el mundo deseara que este baúl siguiera inaccesible y que volviera a acostarme. Llamó mi suegra para decirme que quería venir a almorzar. ¡Qué mala suerte! El colador de café no funcionaba más y, aunque hubiera funcionado, ayer había olvidado el café en el almacén, a veinte kilómetros.
El té ya había sido consumido... por nuestro gato. No es que sea un gato inglés, pero como le encanta jugar con todo lo que olvidamos sobre las mesas, los tres últimos saquitos se transformaron en ratones imaginarios que él persiguió por toda la casa.
La llave del altillo no aparecía; el último escalón casi se derrumbó cuando me apoyé en él; el destornillador era demasiado grueso, y sólo el martillo fue mi único recurso para vencer la adversidad de la puerta del desván.
Busqué, derrumbé toneladas de polvo, saludé a miles de arañas molestadas en su intimidad.
Tres ratones dejaron de festejar; un murciélago con una cara de vieja bruja sin escoba, intentó despeinarme y obligarme a huir gritando... pero ¡he resistido! Además un viejo maniquí que mi tatarabuela, costurera, empleaba para coser jubones y corsés sobre sus clientas de la burguesía local, y un viejo esqueleto que mi abuelo, médico al fin, jamás se resignó a sacar de su consultorio. (En verdad, él también tenía la reputación de curar más con sus manos que con la medicina.)
Finalmente llegué al viejo baúl, con mi amor propio dolorido. Lo abrí. Recibí una avalancha de viejos libros de medicina mezclados con libros de astrología, ocultismo, y de símbolos. Por curiosidad agarré uno de ellos y miré la fecha de edición: “1873, Napoli”, época de mi tatarabuelo. Entonces, constaté que él no era solamente granjero... puede que sí granjero- filósofo, o un viejo alquimista disfrazado como hombre de pueblo.
Arranqué el cajón que me indicó Magister LIROLUVILUI.
Con las palpitaciones que uno puede imaginar (un poco por miedo a las arañas y mucho por la curiosidad), introduje la mano en el fondo del hueco, siguiendo las ranuras sobre las cuales se deslizaba el cajón, y... encontré el clavo, muy liso, muy sólido, que me había anunciado. Intenté sacarlo con la mano, pero aquí también tenía razón. Más rápidamente que el campeón olímpico con su llama, subí con la pinza extraviada en el garaje.
Sostuve el clavo, tiré con fuerza... y un mecanismo echó a andar: oí una serie de “clics”. La pared del fondo del baúl se deslizó abruptamente. Una puerta, cuyas ranuras estaban disimuladas por una fina capa de cuero, se abrió rechinando.Descubrí un casillero en el que un manuscrito parecía dormir, con su sabiduría esperando que un humano lo despertara.
Con mano temblorosa, tomé el manuscrito cuya tapa era de cuero. Un sello, finamente grabado en oro surgió en relieve.
Así Magister LIROLUVILUI exista o no, esto sí, no era un sueño. Bajé a mi despacho y empecé a hojear el libro... Cito algunos pasajes que más me impactaron:
“El futuro también tiene una historia, las Crónicas de Magister LIROLUVILUI son la historia del futuro del hombre.” Algo llamó vivamente mi atención: me di cuenta de que tenía en manos un pergamino, un viejo documento de 108 años, que me hablaba de un futuro que también era el mío, ¡el nuestro!
Ya me pregunto con gran curiosidad qué van a contener las próximas Crónicas. Evidentemente, la que tengo es la primera.
¿Quién encontrará las siguientes?
“Dentro de 108 años el hombre estará en el umbral de Acuario. Entonces el Magister develará a la especie humana lo que debe saber para transmutarse a sí misma. “Los que sean capaces de descubrir quién es él, ya serán hombres de Acuario”.
Por vanidad, yo ya me sentía “alguien de Acuario...” pero una puntada irónica en mi cabeza me obliga a reflexionar: ¿Puedo pretender saber quién es Magister LIROLUVILUI tan sólo por haber recibido un llamado telefónico a continuación de un llamado telepático?
“El hombre de Acuario deberá reivindicar los 33 derechos que la especie humana viola desde hace siglos.
(...)
Deberá curar no tan solo su cuerpo físico porque es el único visible y sí tendrá que unificar medicina, psicología y esoterismo dado que son tres cabezas de una misma ciencia que debe ser mirada con nuestros tres ojos.
(...)
Él deberá cesar sus luchas religiosas y volver al corazón mágico de las mismas. Corazón