Museo de historia natural Colegio San José. Jineth Berrío Martínez

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Museo de historia natural Colegio San José - Jineth Berrío Martínez

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gran valor patrimonial, ya que cuenta con volúmenes en ciencias naturales que no están en ninguna otra biblioteca de la ciudad o quizá de Colombia; por otro lado, los títulos de los libros y sus autores permitieron dilucidar las líneas teóricas y prácticas estudiadas e impartidas por los lasallistas naturalistas. Existen al menos 165 obras publicadas antes de 1930 y varios clásicos de la biología y la taxonomía (De Candolle, Duméril y Cuvier, entre otros).

      Una vez concluida la etapa de limpieza, organización e inventario de la documentación del Museo, se pasó a la exploración de material en archivos y bibliotecas de Medellín y Bogotá. Una vez recolectada la mayor cantidad de información posible con relación al Museo, sus directores y su quehacer científico, se realizó una descripción extensa y densa de las fuentes documentales.

      Asimismo, se efectuaron alrededor de 25 entrevistas entre ex alumnos del Colegio, personajes relacionados con el Museo y antiguos miembros de las sociedades científicas, fuentes orales que permitieron recuperar datos importantes de contraste, confirmando parte de la información contenida en las fuentes primarias y secundarias recolectadas. Toda la información recolectada fue analizada mediante la crítica de fuentes, por lo que se recurrió a la determinación de series documentales, la verificación de la calidad de las fuentes en cuanto a sus contenidos, el establecimiento de los sujetos y las instituciones productores de las huellas y el cotejo de fuentes, entre otros.

      Debido a la extensión y diversidad temática, se decidió dividir el libro en tres grandes partes. Para comprender la creación y el establecimiento del Museo de Historia Natural Colegio de San José como referente científico local a lo largo del siglo XX, fue necesario precisar la llegada de los Hermanos de la Salle a Colombia. Por lo tanto, la primera parte de este texto da un panorama general del conocimiento producido respecto al estudio de la historia de las ciencias en el país, tomando los trabajos publicados más representativos sobre la historia natural y la ciencia en Colombia. La segunda parte titulada «Museo de Historia Natural Colegio de San José», describe el quehacer científico de los hermanos lasallistas directores y el funcionamiento de esta importante institución; por ende, es la más voluminosa, ya que cuenta la historia del Museo a través de sus promotores. Finalmente, y no menos importante, se elaboró la tercera parte sobre los colectivos y sociedades científicas en Colombia, describiendo detalladamente cómo a través de estas agrupaciones se logró un gran desarrollo, apropiación, producción y circulación del conocimiento de las ciencias naturales a nivel nacional e internacional.

      Esperamos que los lectores disfruten de este libro y logren conocer un poco más acerca del MHN-CSJ, que durante nueve décadas, a lo largo del siglo xx, se dedicó a la compilación y conservación de colecciones zoológicas en Antioquia, así como al estudio de la naturaleza en sus diferentes manifestaciones.

       I. La historia natural y la ciencia en Colombia

       LA REAL EXPEDICIÓN BOTÁNICA DEL NUEVO REINO DE GRANADA

      El primer paso en la construcción de un conocimiento científico sobre la historia natural de los territorios colombianos fue la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, bajo la dirección de José Celestino Mutis.4 Desde su llegada al país, Mutis había solicitado que se creara una expedición, persuadido como estaba de las ventajas que podía reportar para España el reconocimiento exhaustivo de las riquezas del suelo americano (O. Restrepo, 1993). Hubo que esperar cuatro lustros desde la primera proposición, pues la Expedición nació oficialmente el 30 de abril de 1783 y fue protocolizada como una empresa auspiciada por el Imperio mediante Cédula Real suscrita el 1 de noviembre del mismo año (Díaz Piedrahíta, 2005a: 122).

      A pesar de las limitaciones del medio, la Expedición funcionó por casi treinta años como un centro dedicado al estudio de la historia natural, el aprovechamiento de los recursos naturales y el levantamiento de un mapa del reino que incluyera la flora, así como sus demás recursos y la población (Díaz Piedrahíta, 2005a: 122). Los vertiginosos sucesos de la Independencia de Colombia impidieron materializar los proyectos de la Expedición Botánica. Los instrumentos de trabajo, libros y pertenencias de la Casa Botánica fueron vendidos; los materiales, láminas, herbarios, colecciones mineralógicas y zoológicas fueron empacados y remitidos a España (O. Restrepo, 1986: 221). Luego, la Expedición fue clausurada en 1812, tras ser destinados los dibujantes a delinear mapas estratégicos. En 1814, se hizo un riguroso inventario de los materiales restantes, los cuales fueron trasladados a Madrid en 1816 (Díaz Piedrahíta, 2005a: 122).

      De tantos años de funcionamiento de la Real Expedición Botánica no quedó una organización estable ni se institucionalizó la ciencia en el país, y tampoco se publicó en su momento, o siquiera permaneció, la obra de la Expedición. Tan solo se dieron a conocer fragmentos que configuraron una tradición difusa de problemas, enfoques y perspectivas. Sin embargo, el programa «oficial» de la Expedición, más precisamente la recolección, descripción y clasificación de la flora colombiana, permaneció como el ideal que debería ser alcanzado por los naturalistas (O. Restrepo, 1993).

      El segundo intento para renovar el estudio de las realidades nacionales, realizado en la época republicana, fue la Comisión Corográfica de la Nueva Granada. Dicha Comisión se organizó en 1850, siguiendo el imperativo de conocer un país que se transformaba y afrontaba profundos cambios en el orden económico, político y social. La existencia de la Comisión no estuvo exenta de dificultades; el respaldo económico y el reconocimiento público que recibieron sus integrantes no fueron uniformes. Sin embargo, los productos de la Comisión no defraudaron los objetivos y la expectativas que se habían establecido (O. Restrepo, 1986: 235).

      A lo largo del siglo XVIII, la escasa institucionalización de la ciencia hacía depender a los pocos centros de saber o a los individuos dedicados al conocimiento de un cuadro de consideraciones externas, como las afiliaciones partidistas de los científicos, sus vinculaciones sociales o familiares y su prestigio (O. Restrepo, 1986: 235). Por ende, otras tentativas oficiales para crear y mantener instituciones o entidades científicas, tales como la Misión Boussingault y la Comisión Científica Permanente, fueron, también, más o menos circunstanciales y efímeras, y estuvieron sujetas a los accidentados avatares políticos del siglo XIX. Asimismo, hubo algunas colecciones científicas personales que se caracterizaron por ser esfuerzos individuales y esporádicos y por la ausencia de una obra de conjunto, amplia y sostenida (Patiño, 1985).

      La Guerra de los Mil Días (1899-1902) frenó el desarrollo económico de Colombia, dejando en bancarrota al Estado y afectando gravemente el ramo educativo. Sin embargo, el Concordato suscrito con el Vaticano (1887) dejó a la Iglesia la vigilancia de la educación, que no tenía otro control que el eclesiástico, y abrió el camino para que las congregaciones religiosas desempeñaran un papel más predominante en la educación (O. Restrepo, 1993: 207). De esta manera, Colombia abrió sus puertas a diversas órdenes religiosas que estaban siendo amenazadas en algunos países de Europa, por el movimiento de la separación de la Iglesia y el Estado. Entre las comunidades que ingresaron estaban los Hermanos Cristianos de la Salle, que se dedicaban básicamente a la enseñanza primaria y secundaria de las clases populares en Francia (Obregón Torres, 1992: 145).

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