Muchachos que no besan en la boca. Luis Angel Aguilar
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porque hace procrear a las estériles
no besan en la boca
pero saben su nombre: santa amelia
[y saben que la iglesia no la reconoce–
luego
pero
antes
de despeñar su espuma blanca
gimen como ángeles en pijama
bufan como quien sabe que dios se les parece tanto
a cualquiercosa es eso
: cualquiercosa [no dejan espacio
entrepalabra] no refiere a la especificidad
de oficio o profesión alguna.
: lo saben todo
porque todo ya lo imaginaron.
el paso acelerado descubre
siempre al visitante
: el miedo es su documento
de identidad
el olfato del cazador
pone el acento
[por escenografía si gusta
puede sumar un bolso grande
las sandalias
la piel rosada que devela playas
bloqueador solar en mano
como si fuera una cerveza
–o una cerveza– -
: el cuadro está hecho
hay bocas que besan
apretadas contra el alma
que dejan siempre en un papel
apresurado
el número telefónico de una vecina
el móvil de la cómplice
nunca reciben el timbrazo que esperan
–la repetición es aburrida en tan
grande mercado de la carne
yo lo miré una tarde
reflejado en el cristal de una licorería
boca con corazón al centro
y semiabiertos los dientes frontales
él me miró con discreción
de santero
y ligeramente se apretó la portañuela
[saberlo todo es continuar la marcha–
: con la primera escalerilla
alcanzamos de seis pisos
la azotea
se veía el mar de aquella altura
sentí que me besaba como aprisionando
mis labios a sus aspiraciones
[que me tragaba un poco–
a tres o cuatro pasos asomaba el abismo
nos fuimos hacia él e hicimos algo
muy parecido al amor mirando calle abajo
bajamos al cielo y después del edificio
nos despedimos con un beso final
[boca de amargos
visitantes que heredan el aliento de frambuesa
para dibujar lejanías a la memoria–
un beso final una escalera
muda que garabateaba
unos números
no lo llamé
nunca volví a verlo
siempre me han dado miedo
las alturas
Para Pinty, hasta Matanzas, hasta siempre.
en sandino
también todos los días
pasa la nada
[salvo cuando murió el abuelo
carcomido de a poco por fumarolas
pequeñísimas que enlistaba la libretaiii
como quien recibe de su heroísmo
la muerte a cuentagotas–
aquella tarde
en parque central
luego de dar muela a policías
y salir del claustro aquel de zanjaiv
la salud de la abuela fue emergencia
el cuerpo era espigado y rubio
–me contaron–
el vello parejito de las nalgas
una disposición discreta de carnero
que tiró sobre la cama
cuando empezó el acoso tubular
cuando el mástil francés tanteaba la furia
a aquella isla
él miraba con atención de cirujano autista
los ojos del extraño
no hizo movimientos
su estoicismo de barco a punto de hundimiento
lo coronó el silencio de esa carne que temblaba
con las embestidas de otra carne antigua
–negociación