¿Por qué reprimen las democracias?. Mauricio A. Rivera
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Respecto del tema de la violencia estatal, prácticamente todos los estudios sobre represión se caracterizan por cubrir un pequeño número de países durante un periodo corto de tiempo. A excepción de un estudio reciente (Franklin, 2008), que analiza el impacto de la crítica internacional en el uso de la represión política en siete países entre 1981 y 1995, el resto de los estudios que analizan violaciones de derechos humanos en la región se concentran en uno o dos casos. Por otra parte, salvo los trabajos de Daniel Brinks (2008a), James Franklin (2008) y Ronald Ahnen (2007), el resto de las investigaciones son descriptivas. En términos generales, salvo un pequeño número de casos, sabemos poco sobre las causas del fenómeno de la represión estatal en las democracias en América Latina. Motivado por tal vacío, en este libro analizo uno de los problemas centrales del déficit legal del Estado en los regímenes democráticos en AL: el uso sistemático de la represión estatal. En perspectiva comparada, exploro cuáles son los determinantes de la represión del Estado en las democracias latinoamericanas, en un periodo de veinticinco años (1981-2005). El objetivo principal es descifrar por qué algunos estados en regímenes democráticos en la región reprimen más que otros; en síntesis, este libro intenta explicar qué factores determinan la variación de los niveles de represión en las democracias de la región.
Objeto de estudio y proposiciones
De los campos de concentración en la Alemania nazi y el Gulag soviético, a los genocidios en Yugoslavia y Ruanda, pasando por la brutalidad de los regímenes militares —por ejemplo, Corea del Sur (1961-1987), Chile (1972-1990), regímenes de partido único (como el de China bajo el Partido Comunista, Rumania bajo Nicolae Ceauescu), y gobiernos personalistas (como Rafael Trujillo en República Dominicana o Laurent Kabila en la República Democrática del Congo)—, el siglo XX fue testigo de las más severas atrocidades cometidas por el Estado. De manera paralela, no es casualidad que el siglo XX haya también atestiguado la expansión global de la noción de derechos humanos. A partir de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos (1948), hemos observado en los escenarios nacional e internacional un incremento significativo de instrumentos legales cuyo propósito ha sido garantizar la protección efectiva de los derechos humanos. Así, el lenguaje de éstos ha permeado en la vida pública de decenas de países (democráticos y autocráticos) alrededor del orbe.
En el mundo contemporáneo, el concepto de derechos humanos incluye un conjunto de atributos deseables para que los individuos desarrollen su vida de manera digna. Básicamente, la noción moderna de los derechos humanos incluye tres dimensiones: a) “derechos políticos y civiles”, b) “derechos económicos, sociales, y culturales” y c) “derechos de solidaridad” (Landman y Carvalho, 2009: 7). No obstante, a diferencia de la riqueza y complejidad de este concepto, el estudio comparado de la represión del Estado y violaciones de los derechos humanos se ha centrado en un subconjunto de derechos: el derecho a la integridad física. En un estudio fundacional de la agenda macrocuantitativa de la represión, Steven Poe y Neal Tate argumentaban las razones de esta decisión:
Nuestra definición no significa que otros componentes del concepto de derechos humanos —incluidos los derechos económicos, políticos, y sociales— sean infundados o no sean importantes. Hemos centrado nuestro esfuerzo en el derecho a la integridad personal simplemente porque creemos que los gobiernos que abusan de este derecho están cometiendo el crimen más severo y atroz contra la humanidad […]. Además, limitando el término [de derechos humanos] a esta categoría [el derecho a la integridad física,] nos permite distinguir el concepto de derechos humanos de otros conceptos relacionados (v.gr., democracia, bienestar económico) que pueden, o han estado, asociados teóricamente con los niveles de respeto de los derechos humanos en un país determinado (1994: 854).
Con base en la tradición de la investigación comparada, este libro centra su atención teórica y empírica en el uso de la represión estatal, entendida como las acciones ordenadas o ejecutadas por agentes del Estado en funciones que lesionan la integridad física de uno o más miembros del orden político. Por implicación, el uso (y abuso) de los recursos coercitivos del Estado da justo en el corazón de los derechos humanos: el derecho a la integridad física.
Ahora bien, ¿qué explica entonces que algunos estados en regímenes democráticos repriman más que otros? En este texto introduzco una distinción conceptual entre a) represión estatal centralizada, aquella en la que los gobernantes ordenan a los cuerpos estatales de seguridad ejecutar actos de represión contra la población, y b) represión estatal descentralizada, caracterizada porque los cuerpos de seguridad pública ejecutan actos de represión contra la población de manera autónoma, violando un conjunto de reglas formales, definidas previamente por las distintas ramas de gobierno. A partir de esta diferenciación analítica, desagrego el problema de la represión estatal en dos dimensiones: por un lado, intento responder por qué los gobernantes electos ordenan el uso de la violencia estatal;[1] por el otro, por qué las agencias estatales de seguridad hacen uso regular e ilegal de los recursos coercitivos del Estado. Al respecto, las proposiciones centrales son las siguientes: primero, la proclividad de los gobernantes electos a ordenar el uso de la represión está en función de la amenaza política y del funcionamiento del sistema político; segundo, la proclividad del comportamiento represivo por parte de las agencias estatales de seguridad depende del grado de impunidad que gocen. Como se observará más adelante, de estas proposiciones derivo hipótesis más específicas en el segundo capítulo.
Mapa del libro
Este libro está organizado en cuatro capítulos. En el primero presento la definición del problema de investigación: el uso sistemático de la violencia estatal en las democracias latinoamericanas. Al igual que en otras democracias del mundo, en promedio, el nivel de violencia estatal en las democracias latinoamericanas supera la media global de las autocracias contemporáneas. Posteriormente, con base en la distinción entre represión central y descentral, expongo una revisión comprehensiva del programa de investigación de la represión estatal. Contrario al divorcio existente entre las agendas global (generalmente estudios large-N, centrados en el patrón centralizado) y regional-al (dominantemente small-N, enfocados en el patrón descentralizado), el primer capítulo intenta tender un puente entre ambos cuerpos de investigación. Esta decisión resulta fructífera, ya que amplía el horizonte analítico del fenómeno de la represión estatal.
En el segundo capítulo emprendo el esfuerzo de descifrar la lógica de la represión estatal en los regímenes democráticos en América Latina. Con este propósito desagrego el problema de violencia estatal en dos dimensiones: una referida a la decisión de los gobernantes electos para ordenar el uso de la represión y otra asociada con el comportamiento ilegal de las agencias estatales de seguridad. Por un lado, la lógica de la represión centralizada se explica a partir de la amenaza política que enfrenta el gobierno y a través de la forma en que opera el sistema político. Concretamente, la expectativa es que variables asociadas al conflicto político violento tienen un impacto positivo en los niveles de represión, mientras que variables conectadas a la rendición de cuentas vertical y horizontal también lo tienen, pero negativo. Por otro lado, la lógica de la represión descentralizada se entiende fundamentalmente a través de la impunidad que gozan las agencias estatales de seguridad. Al ser conscientes de que la probabilidad del castigo judicial es muy baja, los agentes estatales de seguridad calculan que los costos del uso ilegal de la fuerza son de igual modo muy bajos,