Las nuevas derechas. Omar Alejandro Bravo
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Si bien el sistema de partidos brasileño logro niveles aceptables de estabilidad hasta el 2014 (Mainwaring et al. 2018), la crisis política reciente llevó –por lo menos temporalmente– a altos niveles de volatilidad electoral. Esto se ve con gran claridad a través de la elección de un presidente apoyado por un partido anteriormente microscópico y que pertenecía a los denominados partidos de alugel3 (Hunter y Power, 2019). En el caso colombiano, desde mediados de los años noventa inició un proceso de desinstitucionalización del sistema de partidos, que desde entonces se ha caracterizado por altos y persistentes niveles de inestabilidad (Albarracín et al., 2018). La ausencia de opciones partidarias estables en ambos casos reduce la posibilidad que tienen las élites políticas para poder señalizar efectivamente y consistentemente a la opinión pública que constituyen ideas de “izquierda” y de “derecha”.
Para realizar el análisis se utilizó datos de las encuestas del Latin American Public Opinion Project (LAPOP), liderado por Vanderbilt University (EE.UU.). Los datos de las encuestas utilizadas para Colombia y Brasil fueron levantadas en el 2012 (ambos países), 2016 (Colombia) y 2017 (Brasil). Siguiendo la estrategia trazada por Zechmeister (2015), escogí preguntas de la encuesta que me permiten medir el auto-posicionamiento ideológico de cada encuestado, así como sus opiniones frente a temas económicos (el grado de intervención deseable del Estado en la economía), sociales (apoyo al matrimonio igualitario), de seguridad y legislación penal (apoyo a penas más severas para criminales) y políticos (grado de apoyo a la democracia). Igualmente, para cada caso escogí temas de gran relevancia contextual. Para Colombia, busco relacionar el apoyo al acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC con el auto-posicionamiento ideológico. En el caso de Brasil, se explorará si existe una asociación entre la posición frente al impeachment de Dilma Rousseff con la posición que toma el encuestado en la escala ideológica.
En ambos casos se realiza un análisis de la distribución de opiniones por grupo ideológico (izquierda, centro y derecha). Esto se complementa con regresiones que estiman la relación entre el auto-posicionamiento ideológico y posiciones frente a temas políticamente relevantes. En ningún caso, este análisis empírico pretende establecer relaciones causales entres estas variables. Sin embargo, como se verá a continuación, si nos muestra la poca asociación que hay entre opiniones y el auto-posicionamiento ideológico.
Colombia: la continuidad de la derecha
Colombia fue una excepción en la región. Mientras gobiernos de izquierda fueron electos desde finales de los años noventa, gobiernos de derecha y centro-derecha han controlado el poder ejecutivo en Colombia y la izquierda no ha tenido una opción real de ganar las elecciones presidenciales, con la debatible excepción de las elecciones de 2018. La longevidad del conflicto armado entre el Estado, grupos guerrilleros y paramilitares, así como las visiones opuestas de como superarlo han sido el clivaje central de política en Colombia. Particularmente a partir de 2002 con la elección de Álvaro Uribe, las opiniones frente al conflicto armado empezaron estar fuertemente asociadas con el auto-posicionamiento ideológico. Personas que se identificaban como cercanas a la izquierda tendían a apoyar una resolución negociada al conflicto, mientras que personas que afirmaban ser de derecha expresaban que el conflicto debía resolverse por medios militares.
Antes de la elección presidencial de 2002, los partidos tradicionales en Colombia (Liberal y Conservador) no habían dado señales consistentes al electorado, expresando apoyo y llevando a cabo tanto a acciones armadas como a negociaciones como potenciales soluciones al conflicto armado. Sin embargo, después de la elección del 2002, las elites políticas empezaron a indicarle a la opinión pública con más claridad que la posición que se tomará frente al conflicto reflejaba el ser de “izquierda” o “derecha”. Figuras claves de la izquierda como los candidatos presidenciales Luis Eduardo Garzón (2002) o Carlos Gaviria (2006) basaron sus campañas a la presidencia en la defensa de la opción negociada al conflicto. Representantes de la derecha política, en particular el presidente Álvaro Uribe, defendían inequívocamente una resolución militar al conflicto armado (Albarracín, 2013).
El conflicto armado era el eje central de la política en Colombia. No es sorprendente entonces que las posiciones frente al conflicto armado estuvieron fuertemente asociadas a el auto-posicionamiento ideológico y que predijeran el comportamiento electoral de los votantes (Olivella y Rodriguez Raga, 2009). A pesar de que el conflicto armado y el acuerdo de paz siguió siendo el clivaje central de la política colombiana (Milanese y Serrano, 2019) la clara alineación entre la posición ideológica y la posición frente al conflicto se diluyó en el gobierno de Juan Manuel Santos. El hecho de que un representante de la política de seguridad democrática del presidente Uribe y una figura de la élite tradicional bogotana buscará y lograra un acuerdo con las FARC rompió con las claras señales que enviaban las élites políticas a la opinión pública: por lo menos para una parte de ésta, se le indicaba que se podía ser de centro o centro-derecha y apoyar la negociación como salida al conflicto.
La cuestión de que no hubiera un alineamiento claro entre la posición ideológica y las opiniones sobre la solución al conflicto armado no quiere decir que este último no continuará siendo el eje central de la política en Colombia–la elección presidencial del 2014 y el plebiscito de 2016 muestran claramente la centralidad de este tema. Pero sí muestra que la coherencia entre posición ideológica (por lo menos para algunas partes de la derecha) y la posición hacia el conflicto se fue perdiendo.
La importancia del conflicto armado como eje central de la política colombiana también desplazó a otros temas económicos y sociales como clivajes de la competencia política. Posiciones sobre cuestiones socio-culturales (el aborto, el consumo de drogas, el divorcio, el matrimonio igualitario) y económicas (el rol del estado en la economía) generalmente no estaban asociadas a la posición ideológica que decía tener una persona (Albarracín, 2013). La poca asociación entre posiciones económicas y sociales e ideología también puede resultar de la distribución misma de las élites políticas y el consenso en la política económica moderada entre estas. Hasta recientemente, no había diferencias económicas fundamentales entre las fuerzas políticas electoralmente relevantes. En tema socio-culturales, los partidos políticos podían albergar políticos que representaban visiones radicalmente diferentes. El Partido Liberal, por ejemplo, tenía una senadora como Vivian Morales que se oponía al matrimonio igualitario y defendía restricciones al derecho de parejas del mismo sexo a adoptar, mientras que compañeros de su bancada expresaban opiniones diametralmente opuestas.
Mientras las élites políticas no se organicen coherentemente, es poco probable que la opinión pública lo haga. Las elecciones presidenciales del 2018 en Colombia pueden mostrar un punto de inflexión en esta tendencia en Colombia. Por lo menos en la segunda ronda cuando se enfrentaron visiones más marcadas de izquierda (Gustavo Petro) y derecha (Iván Duque), el tema del conflicto no era la única consideración de los electores. Diferencias notables sobre la política económica fueron de gran importancia, sobre todo en la segunda vuelta. Durante estas elecciones también se percibió una distribución más consistente en las élites políticas: políticos con tendencias conservadoras en términos sociales y económicos se aglutinaron alrededor de Duque.
Si analizamos los datos de opinión pública a la luz de los triunfos de grupos políticos claramente identificados con la derecha en el plebiscito sobre el acuerdo de paz en el 2016 y las elecciones presidenciales de 2018, resulta interesante que en Colombia ha habido un leve movimiento