La Tragedia De Los Trastulli. Guido Pagliarino

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La Tragedia De Los Trastulli - Guido Pagliarino

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las quiebras y se hicieron cada vez más numerosas con el paso de los meses. Se fueron sucediendo, aún más graves, hasta bastante más allá de 1964, año que supuso el apogeo de la crisis, en el que los beneficios de las empresas y los profesionales y las rentas familiares se verían golpeados aún más seriamente por el imprudente aumento de los impuestos sobre la gasolina y uno nuevo a la compra de automóviles, impuestos decretados por políticos poco expertos en la ciencia financiera: la falta de consideración del impacto de dichos impuestos aumentó evidentemente los costes de los transportes comerciales y así gravó aún más toda la economía. Pero el mal mayor provino de las relaciones de crédito y débito entre las empresas y de las acciones legales de los bancos, que, habiendo concedido primero crédito con generosidad a los empresarios, empezaron entonces no solo a reducir drásticamente las nuevas aperturas de crédito y el monto de los préstamos ya acordados, sino a aumentar el coste porcentual y, peor aún, a pedir el reembolso a los clientes morosos, muchas veces sin éxito: ¿cómo podía una empresa reembolsar un préstamo si muchos de sus clientes no le pagaban sus servicios? La coyuntura se convirtió en peligrosamente adversa en 1964. La palabra coyuntura, en el lenguaje popular, se convirtió sencilla y tristemente en La Coyuntura, entendida como sinónimo de crisis, aunque, en realidad, ese vocablo no significa estancamiento o recesión, sino la situación de los negocios, que puede ser negativa, positiva o estancada. Al principio del trienio había estancamiento, provocado por una reducción de las inversiones debida al notorio aumento de los salarios y las nóminas y al duro aumento de los tipos de interés sobre los préstamos bancarios, aumentos que restringían el capital disponible para las inversiones para la compra de materias primas, fuentes de energía, mercancías, maquinaria y demás. Peor aún, el fenómeno era todavía más grave porque, ya en 1963, pro sobre todo en el 64 y el 65 muchos grandes empresarios dirigieron una buena parte de sus capitales líquidos, cuando no todos, hacía ciertos países extranjeros, paraísos bancarios, para cubrir los riesgos de su posición económica y a su propia persona en caso de bancarrota. Del estancamiento se pasó a la recesión: menos inversión, menos producción, menos intercambios comerciales, menos transportes, menos trabajo, y por tanto despidos, con menos salarios y nóminas y menos consumo con menores retornos monetarios a las empresas; para muchas de ellas, nula inversión, menor producción posterior, más despidos: un círculo vicioso en el que se producían quiebras entre empresas relacionadas, la mayor parte de las veces no desencadenadas por proveedores-acreedores, que deseaban salvar a sus clientes deudores, quienes, de hecho, iban renovando normalmente las letras de cambio que habrían intentado descontar en su momento en los bancos para financiarse, pero atacados precisamente por los bancos que, implacables, al ser sus créditos prioritarios por ley, empezaron a acosar al mundo empresarial con solicitudes de quiebra.

       Con respecto a las empresas y a los vendedores ambulantes de productos de primera necesidad y a muchas familias obreras que eran sus clientes, anteriormente estas últimas pagaban sus compras cotidianas de una vez, al final de la semana, una vez cobrado su salario, o a fin de mes después de embolsarse la nómina de empleado. Al presentarse la recesión, en muchos núcleos familiares uno o más miembros se encontraron desempleados, por lo que esas familias pedían que lo pagos, al menos en parte, se retrasaran al mes siguiente y, entretanto, reducían las compras a lo esencial; luego, tras acumular deudas y más deudas, no podían pagarlas.

       Por otro lado, los grupos familiares que habían comprado bienes duraderos a plazo con pacto de reserva de dominio firmando las letras habituales, como televisores, lavadoras y otros electrodomésticos, o incluso un automóvil, en el momento de la crisis dejaban vencer el protesto de esas mariposas cambiarias y sufrían el embargo de esos bienes. A su vez, las empresas proveedoras de los locales comerciales se encontraban con el impago de sus clientes, dado que ellos mismos no tenían ya dinero para liquidar sus compras en los plazos previstos. Si los primeros a los que no se pagaba era a los proveedores de los comerciantes, en segundo lugar venían los empleados de estos, con despidos de algunos o de todos; finalmente, no pocas tiendas vieron bajar sus persianas, o por abandono del negocio, cuando podían, gracias a sus ahorros, liquidar antes todas sus deudas, o, más a menudo, por quiebra.

      Como sabríamos Vittorio y yo, también se encontró con la recesión, con letras protestadas de clientes y dificultades para pagar a los proveedores, la vieja y famosa tienda de via Garibaldi Trastulli Televisores Electrodomésticos Equipos Música¸ de cuyos titulares, después de esa Navidad del 61, yo me había olvidado completamente, pero que pronto volverían al escenario de mi vida: por motivos de sangre.

      El annus horribilis del trienio 63-65 fue 1964, no solo por el aumento de la presión fiscal, por las enormes fugas de capitales hacia el extranjero, por las muy numerosas quiebras de empresas y por el desempleo cada vez mayor, sino también porque, en los meses que fueron de la mitad de marzo a la mitad de julio, colgaba de un hilo sobre la cabeza de los ciudadanos la afilada amenaza pública de un golpe de Estado.

      No solo la crisis, sino también ese plan subversivo, aunque este solo fuera de refilón, iba a contribuir a las desgracias de la familia Trastulli.

      Como fuentes públicas comunicaron al público solo tres años después, entre los objetivos del plan subversivo no había estado la derogación de la Constitución, pero, aunque hubiera sido así, indudablemente no era poca cosa el propósito revelado de los conspiradores, por cuanto buscaban la eliminación de la escena política de parlamentarios comunistas y socialistas y el bloqueo violento de numerosas reformas sociales articuladas que estaban a punto de expresarse por el gobierno al cargo, de centro izquierda, a diferencia de los de los años 50 y principios de los 60, compuestos por personas de centro o de centro derecha:25 el Partido Socialista Italiano, marxista, admitió pulsar el botón de alarma junto a la habitual fuerza mayoritaria, la Democracia Cristiana o, mejor dicho, a sus corrientes de izquierda, que se habían convertido en predominantes.

      El responsable del plan subversivo era el entonces comandante general del Arma de los Carabineros, expartisano azul monárquico, condecorado por la República, por méritos en la Resistencia, con una medalla de plata, tres cruces de guerra al mérito y muchas distinciones militares y, en 1955, nombrado para el delicadísimo cargo de jefe de los servicios secretos, que había mantenido durante cerca de siete años antes de su nuevo cargo.

      El 25 de marzo de 1964 había reunido en la capital a sus subordinados generales miembros de las tres divisiones de las fuerzas armadas y a sus generales de brigada ayudantes de campo y dado órdenes detalladas sobre el plan, con la indicación de estar listos para activar sus tropas armadas en cualquier momento, en cuanto recibieran sus órdenes. Estaba prevista la ocupación de las prefecturas, de las principales comisaría de nuestra Seguridad Pública, de las sedes de la RAI-TV, de los partidos políticos marxistas, de los periódicos que los apoyaban y además se había dispuesto para más de setecientas personalidades públicas del Partido Comunista y del Partido Socialista, sindicalistas socialcomunistas de la CGIL e intelectuales que apoyaban o simpatizaban con la izquierda, su arresto y su traslado a campos de concentración en Cerdeña, dispuestos en áreas militares vetadas al público.

      El 26 de junio de 1964, viernes, se produjo un hecho nuevo: la crisis del Gobierno, que caía por una disputa, tal vez injustificada, sobre las subvenciones a las escuelas privadas, que los democristianos querían y los socialistas no. La mayor parte de los periódicos que no eran de partido, la llamada prensa independiente, que, en aquellos tiempos, normalmente, no simpatizaba con la izquierda,26 calificó muy negativamente al presidente dimisionario del Consejo, Aldo Moro, jefe de la corriente democristiana de izquierdas e indicó como un desastre las acciones gubernativas de los ministros socialistas. Habría sido el momento en el que el plan subversivo podría haber actuado. El líder histórico del Partido Socialista Italiano, Pietro Nenni, que había sido advertido,

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