Cirugía hepatobiliar en Colombia. Gustavo A. Quintero

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Cirugía hepatobiliar en Colombia - Gustavo A. Quintero Medicina

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Amo la vida: ¡Cúmpleme! ¡Trabaja!

       No detengas mi canto.

      PABLO NERUDA, Oda al hígado

      Contenido

       Prólogo

      Alonso Vera Torres

       Introducción

       Capítulo 1. Historia

       1.1. Antecedentes

       1.2. Historia de la cirugía de vías biliares

       Referencias

       Capítulo 2. Perspectiva

       2.1. Primer periodo (1903-1945)

       2.2. Segundo periodo (1946-1986)

       2.3. Tercer periodo (1987-hoy)

       Referencias

       Capítulo 3. Regresando al futuro

       3.1. Hipótesis y trabajos actuales sobre la litiasis biliar

       Referencias

       Prólogo

      Siempre, detrás de los grandes logros, hay grandes historias que contar, y este libro es un claro ejemplo de ello. La influencia del doctor Gustavo Quintero Hernández en la formación de toda una generación de médicos, y especialmente de la mía como cirujano, fue indudablemente definitiva.

      Recuerdo mi primer día como residente de cirugía general en el Hospital Universitario San Ignacio. Era agosto de 1993. Las rotaciones ya habían sido asignadas y yo estaba rotulado para “cirugía piso Fundación Santa Fe de Bogotá”. Llegué temprano, un poco desorientado. Tenía entonces 23 años. Tras pedir las indicaciones necesarias, subí rápidamente al cuarto piso, con esa incertidumbre de lo desconocido. Me presenté ante la secretaria de la Oficina de Coordinación de Cirugía, con tono seguro para que no se notaran mis nervios. “Buenos días, soy el doctor Alonso Vera; hoy es mi primer día de cirugía”. Claramente no sabía qué hacer y sus indicaciones fueron de gran valor para mí en ese momento. Fue entonces cuando tuve mi primer encuentro con quien después sería mi gran mentor, profesor, guía y amigo en esta increíble carrera que este año cumple 23 años.

      El doctor Gustavo Quintero Hernández, coordinador del Departamento de Cirugía, al ver mi cara de angustia se me acercó con esa amabilidad que lo ha caracterizado siempre, comprensivo de mi situación, y me dijo unas palabras que hasta hoy no se me olvidan: “Tranquilo, todo va a estar bien”. Me llevó a su oficina y me explicó brevemente quién era, qué hacía, quiénes conformaban y cómo funcionaba el Departamento que él coordinaba. Comencé entonces mi residencia en esta gran institución, “aprendiendo a hacer nudos”, mientras asistía a cirugías muy grandes, entre ellas el trasplante hepático y cirugías hepatobiliares mayores. Fui afortunado al aprender de los cirujanos más destacados del país de ese momento. Tuve la oportunidad de conocer entonces a uno de los creadores de la Fundación Santa Fe, el doctor José Félix Patiño, quien murió en el 2020. Lo recuerdo como un médico culto, inteligente y generoso con su conocimiento y quien —como él mismo dijo en una entrevista— dedicó su vida a la docencia y al ejercicio de las especialidades quirúrgicas, siempre en un ambiente académico y con un profundo sentido de responsabilidad social heredado de su padre.

      Trabajé también al lado de varios médicos que marcaron definitivamente mi desarrollo profesional, como Francisco Holguín, quien no solo ha sido un gran profesor, sino también un buen amigo; Jaime Escallón, jefe del Departamento Quirúrgico de la Fundación en ese momento; Manuel Cadena, Guillermo Supelano, Fernando Guzmán, Jairo Ramírez, Eduardo Londoño, Nathan Eidelman y Nathan Zundel, y los inolvidables amigos médicos cirujanos hospitalarios de entonces: Juan Manuel Salazar y Julián Sotomayor.

      En ese entonces fui testigo de operaciones magníficas que demandaban un gran esfuerzo por parte de los cirujanos, de los equipos de anestesia y de cuidado intensivo, y valoré y presencié verdaderos y maravillosos “actos quirúrgicos”. Sin duda, mi primera fase de entrenamiento, junto con algunos de mis colegas, fue marcada por todos estos intérpretes de la enfermedad: grandes profesionales que se preocuparon por entrenarse más allá de lo que el entorno quirúrgico del país de ese entonces permitía y por lograr resultados sorprendentes. Tuve el honor de operar con ese grupo de grandes profesionales que hoy, me atrevo a decir, son verdaderos héroes de la cirugía en Colombia. Su ejemplo de disciplina, rigor y estudio fue absolutamente impactante y decisivo para mi vida.

      Al terminar mi residencia en 1997, ya tenía más claro el panorama. Haber sido testigo de que la cirugía puede curar, y haber visto cómo el conocimiento, el temperamento y la habilidad se hacían uno en el momento sublime de operar, me llevaron a escoger la cirugía como especialización. Mi futuro era, indudablemente, la cirugía de trasplantes y hepatobiliar; esa decisión nunca cambió.

      De alguna manera sentía que en Colombia, a pesar de los esfuerzos de estos grandes cirujanos, había mucho por hacer y aprender. Viajé entonces a Estados Unidos e hice un visiting fellowship en la Unidad de Cirugía Hepatobiliar y Trasplantes del Albert Einstein Medical Center, en Filadelfia. Allí me convencí de que no había nada más sublime y retador para un cirujano que un trasplante de hígado. Aprendí cómo, con este procedimiento, se podía curar la enfermedad, y traer a un paciente de la muerte a la vida en un momento. La recuperación de los pacientes era increíble. Un día después de la operación, tras mucho sufrimiento, se lograba que el paciente, ya sin dolor, empezara una nueva vida, lo cual era muy gratificante.

      A mi regreso a Colombia, ya graduado como cirujano, y entendiendo mejor las diferentes necesidades, volví a la Fundación Santa Fe de Bogotá. En 1999, de nuevo con la ayuda de mi profesor y mentor Gustavo Quintero, emprendí un viaje a Inglaterra, donde me entrené en trasplante hepático y cirugía hepatobiliar en el Queen Elizabeth Hospital en Birmingham. Estuve bajo la tutela de los profesores Paul McMaster, John Buckels y David Mayer, quienes años atrás fueron también profesores del maestro Quintero. Fue una experiencia fascinante, pues pude ampliar mi conocimiento sobre los detalles de la cirugía hepatobiliar y aprendí a investigar; tuve entonces la suerte de conocer a la mayoría de los grandes maestros de esta especialidad del mundo y, lo más importante, conocí a mi esposa, quien, junto con mis dos hijas, me ha acompañado y apoyado en todos los proyectos que me he propuesto hasta hoy. Tres años más tarde regresé e inmediatamente reinicié mis labores como cirujano. Más preparado y tratando de seguir el legado de mis grandes maestros pude, con mi equipo, poner en práctica todo el conocimiento adquirido sobre los trasplantes y la cirugía hepatobiliar.

      Se consolidó entonces un gran servicio de Trasplantes y Cirugía Hepatobiliar en la Fundación Santa Fe, que logró rápidamente trasplantes hepáticos exitosos en adultos y niños —800 hasta el momento—; se estableció la práctica exitosa de cirugías hepáticas y pancreáticas abiertas, que se tornaron con el tiempo en laparoscópicas y robóticas. Se realizó la primera hepatectomía mayor laparoscópica, en 2011, y la robótica en 2018; así como procedimientos de Whipple laparoscópicos en 2016 y robóticos en 2018. De esta manera,

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