Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953. Juan Guillermo Gómez García

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Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953 - Juan Guillermo Gómez García Ciencias Humanas

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significaciones. En esta investigación, solo nos aventuramos por los entresijos de un episodio corto o breve de su trayectoria, su estancia en Madrid como becario del colegio guadalupano, pero que resulta sustancial a la hora de hacer el primer balance para la historia de este joven intelectual de derechas, en una Colombia tan profundamente polarizada por las violentas confrontaciones políticas, tras el asesinato del líder liberal José Eliécer Gaitán.

      Si la llegada de Gutiérrez Girardot a Madrid en 1950 tiene una prehistoria en un conservadurismo criollo muy arraigado y su admiración al líder monárquico José Calvo Sotelo (asesinado al iniciarse el levantamiento de los generales antirrepublicanos el 13 de julio de 1936), deseamos, no obstante, hacer un recorrido por los fundamentos de la hispanidad, entendidos como la columna vertebral del conservadurismo nacional-franquista que respiraron a pleno pulmón todos los jóvenes becarios del colegio guadalupano.

      Los años de Gutiérrez Girardot en España fueron años de juventud entusiasta, de los que nunca renegó o se arrepintió. Por el contrario, independiente de su contenido emotivo, fueron años de formación decisivos. En ellos se descubrieron temas y contratemas dominantes, amigos entrañables, relaciones institucionales determinantes y experiencias estudiantiles imborrables. En Madrid, Gutiérrez Girardot conoció y participó en los seminarios privados de Xavier Zubiri; se distanció de la figura de Ortega y Gasset, y apreció a la de Luis Rosales, Gómez Arboleya y Laín Entralgo; hizo amigos entrañables como Gonzalo Sobejano, José Ángel Valente, José Agustín y Juan Goytisolo, o el librero hispano-argentino Francisco “Pancho” Pérez González, quien testimonia: “Nos hicimos tan amigos que decidimos crear juntos una editorial dedicada a libros de pensamiento. Así nació Taurus”.56

      El ambiente activo del colegio guadalupano, cuyas entrañas institucionales están por estudiar, será aquí esbozado, complementariamente, como paso de la vida de un estudiante colombiano. Es parte de una experiencia personal, nada traumática, por cierto. Este contacto y experiencia de la España franquista fueron decisivos en la formación del joven Gutiérrez Girardot. El becario del colegio guadalupano, que huía de una estremecedora realidad política en Colombia (después del asesinato de Gaitán), encontró en el ambiente madrileño de esos años estímulos indelebles de su posterior personalidad como diplomático, traductor, ensayista, crítico literario, polemista y profesor universitario. En España, se forjó una personalidad inconfundible, absorbió un modelo de vida académica, una postura ante el mundo circundante, como miembro de una élite intelectual, con una sensibilidad aguzada y un horizonte cultural que le fue no solo propio, sino singularmente característico, vale decir, descubrió la España intelectual y al tiempo el universo ignoto de las letras y las figuras más representativas de la América Latina. El ambiente oficial español impregnado de tradicionalismo hispánico en cada uno de los poros surtió un repertorio temático y, sobre todo, un motivo central, que luego fue objeto de su perspectiva crítica, es decir, que revirtió los términos de esa temprana experiencia, llamada para servir a la causa cultural del Caudillo de España, a una crítica fundada y renovadora de la discusión de la España eterna como parte de la vida de la cultura de Nuestra América.

      Hemos explorado, tentativamente, solo algunos pozos de la cultura política e intelectual española que, creemos, incidieron en la vida y la obra crítica de Gutiérrez Girardot, que sirvieron de estímulo a algunas reiteradas controversias sobre el problema español y que contribuyeron a definir su amplio horizonte de la cultura de España y, por consecuencia, de América Latina. Sin esa experiencia madrileña de la década de 1950 sería inexplicable, en realidad, la obra del crítico colombiano. Los breves pero decisivos años en la España franquista perfilaron así una imagen de la historia cultural del mundo hispánico, de un lazo común español-latinoamericano acuñado por la Contrarreforma (elemento estructural del mundo hispánico que contribuyó al ocaso del Imperio español). En la España franquista, pudo Gutiérrez Girardot compenetrarse con el peso enorme de la Iglesia católica, con el dogmatismo religioso que seguía íntimamente imbricado en la vida pública y que había retrasado la secularización y la modernización de nuestras naciones, con el autoritarismo político y la violencia asociada a un mundo de tensiones irresueltas en la sociedad de masas y, finalmente, con las notas dominantes de la intelectualidad española: su gestualidad irresponsable, su aventurerismo arrogante, sus temas obsesionantes y en últimas estériles (el tema de la identidad). Las glorias de la España del Siglo de Oro, sus hazañas colonizadoras y su fe católica inquebrantable constituían y asfixiaban, en forma obsesiva, la vida intelectual, artística y académica de la España del franquismo.

      Deseamos en las páginas siguientes reconstruir el debate de la hispanidad, eslabón genético de las tareas intelectuales del becario colombiano en el colegio guadalupano. Del forzoso recorrido de las líneas dominantes de la espesa discusión intelectual española, que bien puede incluirse en la no menos espesa especie de “la revolución conservadora” del siglo XX (sus máximos exponentes son los alemanes Carl Schmitt, Oswald Spengler, Thomas Mann, Ernst Jünger, Hans Freyer),57 se infiere la decisiva importancia para el becario colombiano que, como ya dijimos, se vio envuelto en esta atmósfera altamente enriquecedora.

      Notas

      1México, Siglo XXI, 1992, p. 123.

      2Cfr. Jean Lacouture, André Malruax. Una vida en el siglo, 1901-1976, Valencia, Alfons el Magnànim, 1992.

      3Cfr. Roland Barthes, Sobre Racine, México, Siglo XXI, 1992.

      4Ibid., p. 87.

      5Esta pregunta sobre los escenarios intelectuales y medios sociales en que se movía Racine está precedida por la siguiente consideración contra la historia anecdótica de la literatura: “Pero si se concibe el medio de un escritor de una manera más orgánica, más anónima, como ámbito de las costumbres de pensamiento, de los tabúes implícitos, de los valores ‘naturales’, de los intereses materiales de un grupo de hombres asociados realmente por funciones iguales o complementarias, en resumen como porción de una clase social, los estudios son mucho más raros”. Ibid., p. 177.

      6Ibid., p. 179.

      7Max Kommerell, Lessing y Aristóteles. Investigación acerca de la teoría de la tragedia, Madrid, La Balsa de la Medusa, 1990, pp. 51-62.

      8François Dosse, El arte de la biografía. Entre historia y ficción, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 377.

      9Walter Biemel, Martin Heidegger in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten, Hamburgo, Rowohlt, 1973, p. 20.

      10El maestro del estructuralismo Claude Lévi-Strauss, por tanto, profundamente antihistoricista, “revisó el manuscrito [de la biografía] e hizo anotaciones. Le escribió [al biógrafo, que no antropólogo] una carta magnífica diciéndole que rechaza casi todos sus análisis, pero que no puede decirse que no haya comprendido su razonamiento”. Nada mejor puede esperar un biógrafo de su biografiado. Anthony Rowley en Dosse, El arte de la biografía, p. 413.

      11Frédéric Worms sobre Bergson. Dosse, El arte de la biografía, p. 398.

      12Georg Simmel, Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, México, Fondo de Cultura Económica, 2014. Selnich Vivas, en un ensayo inédito titulado “La obra filosófica de Rafael Gutiérrez Girardot. Su debate aplazado” (ca. 1998), emplea diestramente una cita del personaje Hans Castorp de Thomas Mann para dilucidar esta misma perspectiva simmeliana: “El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de su época y la de sus contemporáneos”, excepto que esta participación de “su época y sus contemporáneos” no se hace de manera simétrica e indiferenciada para todos, como veremos a continuación.

      13Karl Mannheim, Ensayos de

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