Conquista En Medianoche. Arial Burnz
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Lilias dio un codazo a su hija y señaló, indicando la tienda pintada con una mujer de cabello dorado que tocaba una serie de cartas, el fondo de medianoche y los símbolos místicos que la rodeaban. De pie junto a la entrada abatida, la anciana les hizo señas para que se acercaran. El corazón de Davina palpitó contra su caja torácica.
“Deben leer la palma de su mano,” dijo la anciana cuando se acercaron, con una voz de acento francés.
“Parecía usted muy interesada en mi hija esta tarde, madame,” dijo Lilias.
Davina cruzó los ojos con los de la gitana. “Mamá, esta es la gitana que vine a visitar al pueblo hace tantos años.” Lilias expresó su alegría, y Davina se adelantó, tomando las manos ofrecidas por la mujer. “Bon soir, Amice”.
“Me alegro de verte, niña.” Amice dio un paso atrás e inspeccionó a Davina. “¡Oh, chérie! Te has convertido en una mujer tan hermosa. Es un milagro que te haya reconocido al pasar. Cómo he echado de menos nuestras pequeñas conversaciones junto al fuego. Estaba encantada cada día que volvías.” Amice miró a Lilias. “Es evidente que ha transmitido su belleza, madame.”
“Eres demasiado amable, Amice”. Lilias sonrió con orgullo a su hija. “Debes tener tu fortuna contada, cariño.”
“Entonces usted, madame.”
“Oh, no. Estoy segura de que mi futuro no tiene nada que valga la pena discutir.” Los rasgos de Lilias se volvieron hacia abajo, cargados de tristeza, que intentó enmascarar con una sonrisa, pero Davina sabía que su madre lloraba por su marido Parlan y su hijo Kehr. “El conocimiento del futuro beneficiaría a mi hija más que a mí”. Se volvió hacia Davina. “Te esperaré aquí, cariño.” Amice llevó a Lilias a sentarse junto a la hoguera y le entregó una taza de arcilla llena de té humeante. Dos jóvenes que Davina reconoció del pueblo salieron a trompicones de la tienda, riendo, y se detuvieron en seco para no chocar con ella. Se disculparon y se marcharon.
Mientras su madre y Amice conversaban en privado, Davina alejó su creciente inquietud antes de entrar en la tienda. No podía dejar que sus aprensiones destruyeran este emocionante momento, que por fin había llegado a ella. El aroma especiado del incienso recorrió sus sentidos, y su cuerpo se estremeció con los recuerdos de la última vez que pisó este mundo exótico, recuerdos que volvió a visitar una y otra vez durante nueve años.
Se volteó y se enfrentó a él.
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