Bazar. Jorge A. Freire

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Bazar - Jorge A. Freire

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también sus ansiedades,

      y también se deprimen

      cuando se extinguen las llamas.

      Todos somos forajidos

      y defendemos con saña

      cada cosa aprendida,

      cada consejo desoído,

      cada brisa equivocada,

      y que nadie nos reclame,

      que eso es causa de contagio,

      y hasta aquí hemos llegado,

      y después, como Pilatos,

      nos lavamos las manos.

      Antes era cosa de chiste

      y ahora de formulario,

      que si lo pone en el BOE,

      lo tomamos como mantra

      y lo llevamos a cabo

      con los medios al alcance,

      con falta de previsiones,

      con su tardanza latina,

      que los paisajes retratan

      y las costas condicionan,

      que cada cosa depende del color

      con que la miras,

      y después los cronistas

      te lo cuentan a su modo,

      y si te gusta, lo lees,

      o si no, ya te lo chivan.

      Otra cosa es que lo creas,

      que es otra forma de orgasmo,

      sin tener que estar activo.

      Todos somos forajidos,

      cada cual en su rellano,

      cada uno con quien puede,

      que si se te va la mano,

      que tengas un buen letrado,

      y si te has pasado mucho,

      te aplican el tercer grado,

      y ya duermes en tu casa,

      que a lo mejor es la cárcel

      de la que habías escapado.

      Todos somos forajidos,

      y los jueces van despacio

      y a ti no te importa tanto

      si ya tienes lo que esperas;

      que la vida no es tan corta,

      ni tan larga tu agonía;

      que si esperas suficiente,

      también te acabas cansando,

      y si lo consigues pronto,

      no tendría tanto valor.

      BAZAR

      Ayer me pusieron a la venta

      en la tienda de la esquina,

      en el estante de arriba,

      y por mucho que ocupaba,

      nadie podía verme,

      y pasé el día viendo desfilar gente,

      que se sabía mi nombre,

      pero no me miraba.

      En unos años rebajarán el precio,

      pero ya seré otro producto,

      más viejo;

      más pequeño no,

      aunque pudiera parecerlo.

      Si espero lo suficiente

      y las crisis lo permiten,

      ya sería una antigualla,

      y eso tiene otro valor

      que es difícil precisar.

      Si me compras algún día,

      que sepas que si no supe amar,

      por lo menos, lo intenté,

      y que guardo en mi etiqueta tu fotografía,

      que aunque esté en color sepia,

      sigue contando lo mismo.

      EL HOMBRE ELEFANTE

      Soy el hombre elefante,

      sin almohadas suficientes,

      sin su barraca mugrienta,

      sin entrada que me precie,

      ni guionista que me escriba.

      Busco pares concluyentes,

      palomitas sin maíz,

      campos en barbecho,

      cargas soportables,

      médicos que me atiendan

      sin temor a los contagios,

      confesiones de despecho.

      Soy el hombre elefante,

      el cabeza de cartel,

      mariposa despiadada,

      habitando estómagos sin hambre;

      mamífero compatible,

      que huye de regentes

      con escopetas cargadas,

      de suturas acordadas,

      de campos concentrados,

      de risas justificadas.

      LA GENTE IMPORTANTE

      La gente importante no aprueba presupuestos,

      ni

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