Tocqueville en el fin del mundo. Gabriela Rodríguez Rial

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Tocqueville en el fin del mundo - Gabriela Rodríguez Rial Filosofía y Teoría políticas

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de 1880, y, en siglo XX, la Generación de 1970 a los setentistas.20 En los capítulos siguientes nos ocuparemos de uno de los aspectos, la concepción de la democracia desde una perspectiva informada por la nueva Ciencia Política “inventada” por Alexis de Tocquevile, del proyecto de la Generación de 1837.

      Con la Generación de Mayo, que protagonizó la gesta de emancipación del dominio español entre 1810 y 1820 y se inspiró en Jean Jacques Rousseau y el liberalismo español de fines del siglo XIX para construir su ideal de república patriótica,21 la Generación de 1837 construyó una relación ambivalente. Por un lado, las figuras representativas de este grupo siempre expresaron su admiración hasta el punto de denominar a una de las sociedades político-intelectuales Asociación de Mayo. Por el otro, estos mismos referentes, en particular Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, pretendían promover un movimiento cuyo ideal político fuera una revolución cultural y no la guerra revolucionaria. En otros términos, el héroe militar debía ser reemplazado por el héroe intelectual. Parafraseando al político francés François Guizot, la Generación de 1837 creía que la mejor manera de concretar el ideal patriótico de la emancipación era terminar con la revolución entendida como conflicto bélico.

      Con respecto a los rivadavianos que entre 1820 y 1830 trataron de imponer un modelo político centralista, legitimado por su compromiso intelectual con la ilustración –particularmente con la vertiente representada por la escuela de los ideólogos– y por admiración del liberalismo anglo-francés de las primeras décadas del siglo XIX, la Generación de 1837 trató de tomar distancia. Por un lado, la mayoría de ellos, tal vez con la excepción parcial de Sarmiento, creían que el proyecto político unitario había fracasado por no haber sabido comprender bien las características de la sociedad que surgió tras la Revolución de Mayo. Por el otro, hubo mucho encono personal por la reacción negativa que generaron en los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela las intervenciones de Alberdi, Sastre y Gutiérrez en la inauguración del Salón Literario. Este hecho, sumado a que los Varela se auto-percibían como adalides de la lucha contra Rosas y los mejores poetas del Plata, y en tal carácter juzgaban despectivamente los posicionamientos políticos y estéticos de las figuras representativas de la Joven Generación como Esteban Echeverría, no ayudó a mejorar las relaciones entre los grupos cuando compartieron el exilio en Montevideo. No obstante, además de reencontrarse en la oposición al rosismo entre 1839 y 1843, la Generación Unitaria legó a la de 1837 un autor fundamental, sin el cual, al menos Alberdi, no habría podido llevar a cabo su labor como constitucionalista y proto-politológo institucionalista: Benjamin Constant.22

      Si desde un punto de vista simbólico, en algunos casos hasta biológico, la Generación de Mayo representa a los padres de la Generación de 1837 y la Generación rivadaviana a sus hermanos mayores, la Generación de 1880 son sus hijos, que a veces admiran, y otras cuestionan el legado de los padres.23 En tal sentido, por más que la Generación de 1837 construyó su identidad grupal diferenciándose con quienes la precedieron, como más tarde lo hizo la Generación de 1880 respecto de quienes la antecedieron, las cuatro generaciones están unidas por un vínculo indestructible, ligado a relaciones de parentesco, sobre todo de tipo filial, el amor por los libros y la pasión por la política. Quizás por ello Juan María Gutiérrez (1979: 75), quien siempre buscó la armonía dentro y fuera de la sociabilidad grupal, le decía en una carta a Juan Bautista Alberdi, en febrero de 1839, que era peligroso cerrar el círculo a los jóvenes del país porque, de este modo, muchas nobles personas podían verse excluidas por el hecho de haber vivido más.

      Como conclusión de este apartado quisiéramos explicar por qué preferimos en este libro referirnos a la Generación de 1837 y no a la Generación romántica como suele hacerse en la historia cultural del período. Primero, la cuestión de la adscripción o no al romanticismo como movimiento filosófico o corriente estética generó tensiones dentro de la Generación de 1837. Incluso quienes prefirieron abiertamente el romanticismo al clasicismo, advirtieron que esta preferencia era usada en su contra en las disputas políticas. Tal fue el caso del debate que tuvieron Sarmiento y Vicente Fidel López con figuras representativas de la prensa chilena de la década de 1840, entre quienes estaba el intelectual venezolano Andrés Bello. La polémica sobre el romanticismo terminó “nacionalizándose” y generalizó, en primera instancia como insulto, el gentilicio argentino para referirse peyorativamente a los jóvenes extranjeros amantes de las novedades filosófico-literarias.24 Segundo, la periodización del romanticismo latinoamericano en general y argentino en particular, resulta muy compleja. Aun los textos que se ocupan específicamente de la cuestión, como Marta Pena Matsushita (1985) o Jorge Myers (2005), tienen que recurrir a distinciones como primera y segunda generación romántica, sin terminar de quedar muy claro dónde ubicar a la Generación de 1837. Y, finalmente, la Teoría Política no puede eludir al abordar la problemática del romanticismo la distinción establecida por Carl Schmitt (2001) entre romanticismo político y política romántica. Como señaló Jorge Dotti (2001: 33) en su introducción a una traducción española del Romanticismo Político de Schmitt, los intelectuales de la Generación de 1837, en tanto dedicados activamente a la política, fueron políticos románticos y no romántico políticos porque no eran ocasionalistas en el plano político sino figuras claramente comprometidas con un modelo político: el Estado nación moderno.

      Como el abordaje predominante en este libro, aunque tome prestado de otras disciplinas como la historia o la sociología cultural, es teórico político, optamos por no adjetivar a la Generación e identificarla con el año en que se reunió por primera vez en el Salón Literario.

      Definimos aquí la noción de “campo intelectual” a partir de la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu. Apelando a la analogía del “campo magnético”, Bourdieu (1983: 20; 1998: 113) establece que cada campo, sin ser sinónimo de “ámbito” o “esfera de actividad social”, define una serie de posiciones que sólo son comprensibles a partir de su interacción con las demás. Es llamativo que, no pocas veces, a la hora de definir el alcance particular de campos como el literario, el científico, el académico, el filosófico, etc., se apele al recurso metonímico de tomar a uno de ellos como el campo intelectual en su conjunto. En Razones prácticas, Bourdieu (2002) deja en claro que un campo no sólo es un conjunto de posiciones: es un espacio social atravesado por relaciones y habitus que exceden el volumen y distribución de los capitales. A pesar de las diferencias nacionales o temáticas, existen leyes generales de los campos como la lucha entre los pretendientes y los dominantes (Bourdieu, 1999: 119-120). Para abordar a la Generación de 1837 como campo intelectual hemos identificado dos tipos de capitales: prestigio intelectual y poder social, y cada uno de ellos, tomados como variables. Por ejemplo, hemos asociado al poder social con un conjunto de indicadores, año y lugar de nacimiento, año y lugar de muerte, nivel de estudios, profesión, lazos de familia, cargos políticos, participación en asociaciones, amistades, exilio. Y en el caso del prestigio intelectual lo hemos vinculado, además de al tipo y al nivel de estudios, a la actividad asociativa y las relaciones interpersonales, presenciales o epistolares –al que se dio más peso en la cuantificación que en el caso anterior–, a la cantidad de libros publicados, al lugar de exilio, a las intervenciones en la prensa, al reconocimiento de los padres.

fig1 fig2

      La mayor parte de quienes integran el campo intelectual de la Generación de 1837 tiene un alto volumen de poder social y prestigio intelectual. Sin embargo, mientras quienes alcanzaron mayor fama postrera, entre los que se encuentran los personajes que protagonizan los siguientes capítulos del libro, tiene relativamente más prestigio intelectual que capital social, el grueso de la población, aun con iguales volúmenes, los tiene distribuidos de manera inversa como se puede observar en la figura anterior (ver en página 42-43).

      Seguramente

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