Excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras. Ángel Alcalde Fernández
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Estudiar una ideología y un movimiento político como el fascismo desde un punto de vista transnacional implica atender a las «transferencias multidireccionales» y a la circulación de «ideas, información y recursos».44 La historia transnacional va «más allá de los límites nacionales y busca explorar las conexiones transfronterizas», «entre individuos, identidades no nacionales y agentes no estatales, […] en términos de objetivos compartidos por actores y comunidades, independientemente de su nacionalidad».45 Así, los trabajos sobre «fascismo transnacional» han revelado interconexiones, contactos y rivalidades existentes entre la Italia Fascista y la Alemania nazi, procesos que condujeron a la coalición entre ambas potencias a finales de los años treinta. Se han evidenciado no solo similitudes y diferencias entre ambos regímenes, sino también su estrecho parentesco, lazos e influencia mutua: los movimientos y regímenes fascistas fueron al mismo tiempo ultranacionalistas y transnacionales. Al enfatizar las conexiones e intercambios, los historiadores han demostrado el enorme grado de circulación –incluso transatlántica– del fascismo en entreguerras.46 Hoy en día tenemos claro que, durante los años veinte, el Fascismo italiano inspiró a diversos grupos contrarrevolucionarios, nacionalistas y de derechas en muchos otros países;47 pero también que, a la altura de 1934, Hitler ya había sustituido a Mussolini como el referente principal de la extrema derecha europea. Tras los primeros intentos de cooperación entre fascistas italianos y nacionalsocialistas germanos, su pugna por el liderazgo terminó por consolidar a los nazis como el modelo que seguir por los fascistas europeos, y a Alemania como fuerza motriz del Eje.48 Como quiera que sea, esta estrecha imbricación entre ambos fenómenos evidencia la extensión del fenómeno fascista en la Europa de entreguerras y permite entrever su compleja «naturaleza». De hecho, la perspectiva transnacional puede llegar a promover una redefinición del propio concepto de fascismo.49 Este libro contribuye a extender la práctica de la historia transnacional al observar no solamente el papel de redes de sociabilidad política, de instituciones internacionales y de comunidades de inmigrantes, sino también la transmisión, de un país a otro, de mitos y estereotipos que sintetizaban la ideología fascista, como habrá ocasión de demostrar.
Si la idea de un fascismo transnacional constituye un avance historiográfico ciertamente reciente, un análisis transnacional de la relación histórica entre los veteranos y el fascismo supone ir un paso más allá. Algunas investigaciones ya han sugerido la importancia de los contactos internacionales entre veteranos fascistas, abordando así la dimensión trasnacional de la política excombatiente de entreguerras.50 Por ejemplo, un pequeño número de publicaciones ha indagado en los contactos internacionales y las influencias mutuas entre dirigentes fascistas, nacionalsocialistas y otros líderes excombatientes de diversos países.51 No obstante, el amplio fenómeno transnacional que se percibe detrás de estos contactos bilaterales permanece todavía inexplorado. Este libro revela con detalle esa compleja red de conexiones, encuentros y transferencias que dieron forma a la relación histórica entre excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras.
METODOLOGÍAS
La primera pregunta necesaria para analizar la relación transnacional entre el fascismo y los veteranos en la Europa de entreguerras es la siguiente: ¿por qué y cómo la figura del excombatiente llegó a asociarse con el emergente movimiento e ideología fascista? Para responderla, evitaremos lecturas esencialistas de la tesis mosseana de la «brutalización». También eludiremos ideas preconcebidas sobre los veteranos de guerra. Es erróneo percibirlos como colectivo histórico cohesionado y coherente, que pudo convertirse en un grupo internacionalista pacifista o bien nacionalista y belicoso. Los historiadores a veces se han planteado la cuestión de cuántos veteranos se convirtieron en fascistas «brutalizados» y cuántos no lo hicieron, para de ahí sacar conclusiones sobre la base de un análisis cuantitativo. Pero esta perspectiva simplista conduce a interpretaciones inconcluyentes y superficiales y, lo que es más, comporta asumir de manera acrítica una noción de «veterano» monolítica, esencialista y dada de antemano. Como demostraremos, la categoría de «veterano» fue sobre todo un constructo cultural, cuyo significado se definió históricamente a través de una serie de luchas discursivas y organizativas. Para explicar estos procesos, por tanto, no recurriré al concepto de «brutalización», sino más bien a los de «apropiación simbólica», «estereotipo», y «mito».
El primero de estos conceptos, «apropiación simbólica», es un término empleado habitualmente por antropólogos culturales y sociales. Con él, nos referimos a un proceso por el cual los símbolos, materiales culturales y objetos adquieren un significado específico, asociándose a un determinado grupo humano o poder político. Así, observaremos al «veterano de guerra» como un símbolo transnacional al que le fueron conferidos nuevos significados como resultado de la experiencia de la Primera Guerra Mundial. El capítulo primero abordará el proceso transnacional de apropiación simbólica que tuvo lugar en Europa occidental entre 1917 y 1919 y cuyo resultado fue la consolidación de un conjunto de creencias en torno a lo que llamaré «veteranos antibolcheviques». En este sentido, analizaré los discursos y las representaciones de los excombatientes de ese periodo en diversos países, especialmente la Italia de posguerra, y que dieron lugar a una idea estereotipada del «veterano fascista».
A continuación, el concepto de «estereotipo» nos permitirá examinar el comienzo del proceso de circulación europea del fascismo. «Un estereotipo es un conjunto de creencias acerca de las características personales de un grupo social».52 Aunque los estereotipos tienden a ser negativos, también son una «ayuda para explicar la realidad… un mecanismo que nos ahorra energía… una creencia compartida por un grupo»; siempre contienen un núcleo de verdad.53 Resulta llamativo ver cómo la teoría sobre el origen de los estereotipos54 es aplicable a la formación de la creencia de que muchos fascistas italianos eran veteranos de guerra y viceversa. Una vez que arraigó esta idea, el estereotipo del excombatiente fascista circuló por todo el continente europeo a través de procesos comunicativos que, de acuerdo con la teoría, «pueden jugar un rol esencial en la extensión y perpetuación de los estereotipos sociales».55 De esta manera, el excombatiente fascista se convirtió en una de las encarnaciones más icónicas del fascismo. Tal y como veremos, este estereotipo tuvo una notable influencia a nivel político, ya que no solo los fascistas serían –mayoritariamente–vistos como veteranos de guerra, sino que en muchas ocasiones los veteranos en general fueron suspicaz o entusiásticamente