Mi hermano James Joyce. James Joyce

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Mi hermano James Joyce - James Joyce Biografías y Testimonios

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a pasar el resto de la noche sentada al lado del grifo de la cocina.

      La hija mayor de Vance, Eileen, que aparece en la primera parte de Retrato del artista adolescente, un par de años mayor que mi hermano, era una muchacha pálida, de rostro ovalado, con largos cabellos oscuros, con frecuencia trenzados, que le caían sobre los hombros enmarcándole el rostro. Ella sabía muy bien el efecto que provocaba. Parecía fría y distante, pero no lo era en absoluto. Cuando mi hermano estaba en Clongowes, Eileen le escribió una carta, felizmente interceptada por mi madre, que concluía con estos versos que mostraban la mano de su padre:

      Oh, Jimmy Joyce, you are my darlin’,

      You are my looking-glass night and mornin’.

      I’d rather have you without a farthin’

      [Oh Jimmy Joyce, eres mi amor,

      eres mi espejo noche y día.

      Te prefiero a ti sin un centavo,

      más que a Johnny Jones con su asno y su jardín.]

      Mi hermano se apoderó de estos versos y de algunos vagos rasgos para crear a Bloom, pero Vance no se parecía a Leopold. Era sobrio y vivaz, y siempre bienvenido; era “una agradable compañía”. Su esposa estaba realmente enferma y murió joven pocos años después. El hecho de que fueran protestantes no interfería en nuestra amistad. Mi padre y mi madre nunca prestaron atención a ese hecho, pero un miembro de nuestra familia, que creía que arriesgaba su preciosa alma si jugaba a las cartas con los Vance, solía poner inconvenientes. Se trata de la mujer que aparece en Retrato del artista adolescente con el nombre de señora Riordan, y de la que hablaré luego.

      Vance formaba parte de un pequeño grupo de amigos que compartían las grandes esperanzas que mi padre había puesto en su precoz jovencito. En verdad, no estaban tan equivocados. Murió mientras mi hermano, alumno del curso superior, alimentaba todavía esas esperanzas. Mi hermano lo estimaba y lo introdujo con su verdadero nombre en Retrato del artista adolescente. Este hecho atestigua, como otros ejemplos en Retrato del artista adolescente y Ulises, un recuerdo de gratitud.

      Su primera maestra fue la mujer que en Retrato del artista adolescente aparece como señora Riordan, a quien él, y los demás por imitación, llamábamos Dante, probablemente una deformada pronunciación infantil de auntie, tita. Ella ejerció, en verdad, una influencia nada diferente a la de su tocayo; además de enseñarle a leer y escribir y nociones de aritmética y geografía, le inculcó una buena dosis de catolicismo fanático y un amargo patriotismo anti inglés; la imposición las Leyes Penales era todavía una espina clavada en los hombres y mujeres de Irlanda cuando yo era niño. Se llamaba señora Conway, y al parecer tenía algún lejano parentesco con mi padre. Vivió varios años con nosotros, y gracias a su docencia mi hermano fue admitido en el Wood College, de Clongowes, la principal escuela de los jesuitas en Irlanda, cuando tenía poco más de seis años.

      Tiempo atrás había entrado en un convento con intención de tomar los hábitos; pero, antes de profesar el voto final, murió un hermano que le legó una suma de dinero bastante elevada. Dejó el convento y pronto contrajo matrimonio con un mal hombre a quien, no obstante, consideró una bendición del cielo. Recuerdo que lo describían alto, solemne y calvo. Desempeñaba un importante cargo en el Banco de Irlanda, donde tenía siempre un par de pantalones listos para llevar en la oficina, de manera que aparecía en público con los pantalones elegantemente planchados. Cuando invitaban a la flamante pareja a cenar, él leía un libro antes de salir, a fin de tener tema de conversación. También tenía el recomendable hábito de rezar en mitad de la noche, al tiempo que sorbía unos huevos crudos. Tras un par de años de vida matrimonial, decidió que le iría mejor en Sudamérica, y ciertamente así fue. Partió hacia Buenos Aires, con la mayor parte de la fortuna de su esposa, que no volvió a ver a su marido ni al dinero. Ella debía seguirlo, pero sus cartas, siempre escasas, se hicieron cada vez más raras. En un intento colosal de juguetear, su esposa le escribió remedando una canción popular de su tiempo:

      Jumbo said to Alice:

      “I love you”

      Alice said to Jumbo:

      “l don’t believe you do;

      For if you really loved me,

      As you say you do,

      You’d never go to Yankee Town

      And leave me in the zoo”.

      [Jumbo dijo a Alice:

      “Te amo”.

      Alice dijo a Jumbo:

      “No lo creo,

      pues si me amaras realmente,

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