Tanis y la esfera dorada. Sixto Paz Wells
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Yo entendía poco, pero qué agradable era ver y escuchar a mi papá hablando con palabras tan grandes, esforzándose por que yo entendiera de la forma más sencilla cosas tan complicadas.
–¡Además! –dijo mi mamá, que venía desde la cocina secándose las manos con una toalla–, hasta hace pocos siglos se pensaba que la Tierra era el centro del universo, que su forma era plana, y se desconocía que América existía.
Ella había estado escuchando atenta nuestra conversación y quiso participar.
«¡Qué tremendo! ¿Cómo es posible que la gente mayor creyera semejantes cosas hasta hace tan poco tiempo?» me pregunté en silencio.
Sea lo que fuera, lo que había visto aquella noche me había pegado un buen susto.
Volví al colegio ese nuevo día, y tras algunas horas de clase, salimos al patio. Allí vi a aquella niña con la que tenía problemas. Estaba al lado de una columna, sola; una profesora la había reñido por agredir a una compañera. Las demás niñas de la clase también la rechazaban y le tenían miedo por su forma de ser, abusiva y peleona. Recordé mi visión nocturna de la estrella e imaginé que algún día sería posible acercarme a ella y ayudarla a cambiar.
Por la noche, mientras mi mamá me terminaba de arropar en la cama le pregunté qué debía hacer si aparecía nuevamente la luz. Me juntó las manos y, tomándolas entre las suyas, hizo una pequeña oración al Ángel de la Guarda, un ser de luz –según ella– que cuida por encargo de Dios a los niños y a las personas buenas. Al terminar esa plegaria me miró a los ojos y dijo que como habíamos orado con mucho amor y fe nada malo podía pasarme y que, si volvía a aparecer, sería una luz buena y nada debía temer.
Aquella noche no ocurrió nada especial, ni tampoco durante todo ese mes. Pero estuve soñando bastante con seres luminosos que me llamaban por mi nombre y me daban la mano para que los acompañara; y, según lo que recuerdo, me llevaban a lugares maravillosos y coloridos donde había muchos otros niños a los que se les estaban enseñando cosas muy importantes, ¡pero al aire libre!
Llegué a pensar entonces:
–¡Qué lata, hasta en sueños voy al colegio!
* * *
Al mes siguiente, una noche en que me encontraba acostada abrazada a mi peluche, al que llamo «Cotito» –es un ratón de color marrón grande–, un ruido muy intenso me despertó. Era como un enjambre de abejas que hubiesen entrado juntas en mi habitación. Al incorporarme y sentarme en la cama vi una luz redonda que se balanceaba detrás de la cortina del lado exterior de la ventana. No era muy grande, sino como del tamaño de la pelota de voleibol de mi hermana. A ella no le gusta prestármela, pero como no puede jugar sola, lo hacemos juntas en el jardín de la casa. Yaya juega muy bien; está en el equipo del colegio.
Pasó un largo rato y la luz desapareció.
Entonces pensé que habría sido el reflejo de cualquier cosa o que me había confundido. Así que me volví a acostar y traté de dormir.
Al rato me picaba mucho la nariz, por lo que nuevamente me volví a incorporar en la cama para buscar mi pañuelo en la mesita de noche. Al abrir los ojos tenía una esfera delante mismo de la cara. Pegué un grito mudo...; abrí la boca pero de ella no salió nada. No lograba articular palabra ni sonido alguno. Parece que la esfera también se asustó porque se fue inmediatamente hacia las cortinas y la ventana atravesándolas como si no existiesen.
Yo nuevamente me sumergí entre las mantas, pero pensé que no tenía por qué ser algo malo, ya que no me había hecho daño. Algo temerosa, me puse a dormir totalmente tapada con un trapito con el que me suelo cubrir la cara y la cabeza, pero dejé una abertura por donde podía mirar la ventana hasta que me dormí.
Al día siguiente no les dije nada a mis papás, no fuera a ser que no me creyeran; y a mi hermana, menos, porque seguro que se iba a burlar. Además, no sabía qué era eso. Si era un extraterrestre tenía forma de pelota.. ¿Serán así en su mundo? ¿Qué pensaran entonces de que aquí en la Tierra juguemos con pelotas y hasta las pateemos?
La siguiente noche esperé despierta hasta que pude, pero al final me dormí. Y estaba soñando muy a gusto cuando mi habitación se iluminó una vez más y esa luminosidad me despertó.
No sabía por qué pero esta vez no tenía miedo, aunque sí me sentía extrañamente ansiosa. Quizás recordaba las palabras de mi mamá cada noche, cuando me decía:
«Si Dios escogió a los ángeles para cuidarnos y les asignó esa labor, no lo van a dejar de hacer, ni lo harán mal. Por eso no tenemos nada que temer».
De repente la luz atravesó la ventana y la cortina, colocándose a cierta distancia de mi cama, entre la cómoda y mi pequeño escritorio.
Se mantuvo suspendida en el aire. Era redonda y roja, una bola que, sin embargo, a veces destellaba luz amarilla, aunque otras la concentraba y repartía alrededor con una brillantez azul.
Comenzó a moverse y me pareció que estaba haciendo un reconocimiento de toda la habitación, como si la estuviera inspeccionando –como nuestra profesora revisando la clase para ver si habíamos guardado todo en su sitio–. Pasó por encima de los muebles, donde se encontraban mis útiles y la maleta del colegio, y se quedó flotando sobre la pecera de cristal, donde tiene su casita y su rueda de juegos mi hámster «Filiberto»; pero como es un nombre muy largo le llamo «Fili». Está muy gordito y ya casi no entra en su casita. Es tan flojo que en la rueda de juegos está un ratito y luego se sienta con su panza a comer. A veces lo suelto por la habitación para que camine y haga ejercicio. Le gusta mi trapo, que es una tela de pañal de cuando yo era bebé. Mi mami me lo lava para que me tape la cabeza cuando duermo. Bueno, esa es la costumbre o manía que tengo, así que no hay que reírse. El problema es que «Fili» lo ha destrozado y está lleno de agujeros; vamos, que se cae a pedacitos. Mi mami me lo quiere cambiar pero yo no quiero porque tiene la firma de «Fili».
La luz estuvo largo rato sobre la pecera y la viruta del hámster, y no sé qué pasó entonces pero se fue rápidamente. Creo que voy a tener que ayudar a mi mamá a limpiar más a menudo la casa de «Fili»; parece que huele mal.
Y así como había aparecido, la bola luminosa se marchó nuevamente.
Pensando en voz alta dije:
–¡Caramba, y para eso nada más ha venido!
Me volví a acomodar entre las mantas un poco frustrada y me quedé dormida de inmediato. Mi sueño me transportó a un increíble lugar lleno de cúpulas de color celeste brillante donde había muchas niñas y niños, y ¡muchas esferas o bolitas como las que había visto en mi cuarto! Flotaban por el aire, correteaban y jugaban con los niños. Las había de todos los colores: blancas, rojas, amarillas, plateadas, doradas, y algunas transparentes, como pompas de jabón. Mi mamá suele hacer con nosotras, con un tubo plástico, pompas con agua y jabón, y ¡es tan bonito observarlas a la luz!, porque se descomponen en muchos colores.
En ese sueño, que al parecer era la continuación de muchos anteriores, vi también una esfera muy grande, como para contener en su interior a alguien del tamaño de mi papá, y de dentro suyo salió una persona bastante alta. Se veía que era