Un Rastro de Vicio . Блейк Пирс

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Un Rastro de Vicio  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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style="font-size:15px;">      Los rituales asociados con los recesos escolares y las vacaciones familiares se habían desvanecido en años recientes, hasta el punto en el que algo que solía ser obvio para ella ya no lo era.

      Intentó responder pero salió como un murmullo ininteligible. Sus ojos se humedecieron y bajó la cabeza para que nadie pudiera verla. Ray vino a rescatarla.

      —¿Así que Sarah tuvo el día libre, pero ustedes no? —preguntó.

      —No —contestó Ed—, poseo una pequeña tienda de pinturas en el Westchester Triangle. No es como para decir que estoy nadando en dinero. No puedo tomarme muchos días libres —Día de Gracias, Navidad, Año Nuevo— eso es todo.

      —Soy secretaria legal en un gran bufete en El Segundo. Normalmente estaría libre hoy, pero estamos preparando un caso enorme de cara al juicio y necesitan toda la ayuda disponible.

      Keri aclaró su garganta y, confiando en que podía controlarse, se unió de nuevo a la conversación.

      —¿Quién es esta amiga que Sarah iba a ver? —preguntó.

      —Su nombre es Lanie Joseph —dijo Mariela—. Sarah tuvo amistad con ella en la escuela elemental. Pero cuando nos mudamos de nuestra antigua urbanización, perdieron el contacto. Francamente, hubiese deseado que quedara así.

      —¿Qué quiere decir? —preguntó Keri.

      Mariela vaciló, así que Ed intervino.

      —Vivíamos en South Culver City. No está demasiado lejos de aquí, pero la zona es mucho más miserable. Las calles son más rudas y también lo son los chicos. Lanie tenía una manera de ser que siempre nos incomodó un poco, incluso cuando era pequeña. Ha empeorado. No quiero hacer juicios, pero pensamos que ella se ha metido por un camino peligroso.

      —Nosotros economizamos y ahorramos —intervino Mariela, abiertamente incómoda ante la idea de lanzar calumnias delante de extraños—. El año en que Sarah comenzó la escuela secundaria nos mudamos para acá. Compramos este sitio justo antes de que el mercado explotara. Es pequeño pero ahora no seríamos capaces de comprarlo. Casi que tampoco entonces. Pero ella necesitaba un nuevo comienzo con chicos diferentes.

      —Así que perdieron el contacto —Ray insistió con gentileza—. ¿Qué les hizo reconectarse recién ahora?

      —Ellas se veían un par de veces al año, pero eso era todo —contestó Ed—. Sin embargo, Sarah nos dijo que Lanie le envió un mensaje de texto ayer, y le decía que en verdad quería verla, que necesitaba su consejo. No dijo por qué.

      —Por supuesto —añadió Mariela—, como ella es una chica dulce, que se preocupa por los demás, accedió sin vacilar. Recuerdo que me dijo anoche, ‘¿Qué clase de amiga sería, mamá, si no ayudara a alguien cuando más me necesita?’

      Mariela se interrumpió, abrumada por la emoción. Keri vio a Ed darle un pequeño apretón de apoyo. Envidió a esos dos. Incluso en ese momento, al borde del pánico, eran un frente unido, terminando las frases del otro, respaldándose emocionalmente. De alguna manera su devoción y amor compartidos los protegían de venirse abajo. Keri recordó una época cuando pensaba que tenía lo mismo.

      —¿Dijo Sarah dónde iban a verse? —preguntó.

      —No, no lo habían decidido al mediodía. Pero estoy segura de que era por aquí cerca, quizás el Centro Howard Hughes o el Fox Hills Mall. Sarah no conduce todavía, así que tendría que ser un lugar con fácil acceso al bus.

      —¿Puede darnos fotos recientes de ella? —preguntó Keri a Mariela, que de inmediato se levantó para ir a buscar algunas.

      —¿Está Sarah en las redes sociales? —preguntó Ray.

      —Ella está en Facebook. Instagram, Twitter. No sé dónde más. ¿Por qué? —preguntó Ed.

      —Algunas veces los chicos comparten detalles en sus cuentas que son de ayuda en las investigaciones. ¿Conocen algunas de sus claves secretas?

      —No —dijo Mariela mientras sacaba algunas fotos de sus marcos—. Nunca tuvimos motivos para pedírselas. Ella nos muestra todo el tiempo lo que publica en sus cuentas. Nunca parece que esté ocultando algo. Incluso somos sus amigos en Facebook. Nunca sentí la necesidad de preguntar ese tipo de cosas. ¿No hay forma de que tengan acceso a las mismas?

      —Podemos —le dijo Keri—, pero sin las claves secretas, lleva tiempo. Necesitamos una orden de la corte. Y ahora mismo no tenemos una causa probable.

      —¿Qué hay del GPS desactivado? —preguntó Ed.

      —Eso ayuda a hacer un caso —contestó Keri—, pero a estas alturas todo es circunstancial en el mejor de los casos. Ambos han sido convincentes en cuanto a por qué esta situación es tan inusual. Pero en el papel, podría no lucir así para un juez. Pero no dejen que eso les moleste demasiado. Apenas estamos comenzando. Esto es lo que hacemos, investigar. Y me gustaría empezar yendo a la casa de Lanie y hablando con su familia. ¿Tienen su dirección?

      —La tengo —dijo Mariela, entregándole a Keri varias fotos de Sarah antes de sacar su teléfono y desplazarse entre sus contactos—, pero no sé de cuánta ayuda será. El padre de Lanie está fuera del radar y su madre… no se involucra. Pero si piensan que ayudará, aquí está.

      Keri copió la información y todos caminaron hacia la puerta principal. Se estrecharon las manos de manera formal, lo que chocó a Keri porque le parecía fuera de lugar entre gente que había estado discutiendo algo tan íntimo.

      Ella y Ray iban a medio camino en dirección al vehículo de él, cuando detrás de ellos, Edward Caldwell les lanzó una última pregunta.

      —Siento preguntar esto, pero ustedes dijeron que apenas estaban empezando. Eso hace que suene como si esto pudiera llegar a ser un largo proceso. Pero hasta donde yo sé, en el caso de una persona desaparecida, las primeras veinticuatro horas son cruciales. ¿Estoy equivocado?

      Keri y Ray se miraron entre sí y luego se giraron para ver a Caldwell. Ninguno estaba seguro de quién debía responder. Finalmente habló Ray.

      —No está equivocado, señor. Pero todavía no tenemos nada que indique que algo sospechoso ha sucedido. Y en cualquier caso, usted nos contactó con rapidez. Eso es de gran ayuda. Sé que es difícil de hacer, pero intente no preocuparse. Le prometo que estaremos en contacto.

      Se giraron y caminaron de regreso al automóvil. Cuando Keri estuvo segura de que no les podía escuchar, musitó por lo bajo: —Eres bueno mintiendo.

      —No estaba mintiendo. Todo lo que dije era cierto. Ella podría estar de regreso en su casa de un momento a otro y esto habrá concluido.

      —Supongo que sí —reconoció Keri—, pero todos mis instintos me dicen que esto no va a ser tan fácil.

      CAPÍTULO TRES

      Keri ocupó el asiento de copiloto en el camino hacia Culver City, auto flagelándose en silencio. Intentó recordarse a sí misma que no había hecho nada incorrecto. Pero estaba amilanada por la culpa de olvidar algo tan simple como que ese día no había escuela. Hasta había sido incapaz de ocultar su sorpresa.

      Estaba

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