El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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El libro de las mil noches y una noche - Anonimo

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ella dijo: "Os concedo lo que pedís; no le cortarán la mano, pero de todos modos algo he de cortarle de sus extremidades".

      Después se fué y me dejó solo.

      En cuanto a mí, estuve diez días completamente solo y sin verla. Pero pasados los diez días, vino a buscarme y me dijo:

      "¡Oh tú, el de la cara ennegrecida!' (1) ¿Tan poca cosa soy para ti, que comiste ajo la noche de la boda? Después llamó a sus siervas y les dijo: "¡Atadle los brazos y las piernas!" Y entonces me ataron los brazos y las piernas, y ella cogió una cuchilla de afeitar bien afilada y me cortó los dos pulgares de las manos y los dedos gordos de ambos pies. Y por eso, ¡oh todos vosotros! me veis sin pulgares en las manos ni en los pies.

      En cuanto a mí, caí desmayado. Entonces ella echó en mis heridas polvos de una raíz aromática, y así restañó la sangre. Y yo dije, primero entre mí y luego en alta voz: "¡No volveré a comer rozbaja sin lavarme después las manos cuarenta veces con potasa, cuarenta con soda y cuarenta con jabón!" Y al oírme, me hizo jurar que cumpliría esta promesa, y que no comería rozbaja sin cumplir con exactitud lo que acababa de decir.

      Por eso, cuando me apremiábais todos los aquí reunidos a comer de ese plato de rozbaja que hay en la mesa, he palidecido, y me he dicho: "He aquí la rozbaja que me costó perder los pulgares". Y al empeñaros en que la comiera, me vi obligado por mi juramento de hacer lo que vísteis".

      Entonces, ¡oh rey de los siglos! dijo el intendente continuando la historia, mientras los demás circunstantes estaban escuchando pregunté al joven mercader de Bagdad: "¿Y qué te ocurrió luego con tu esposa?" Y él me contestó: (1) Expresión muy usada: significa que no se ha ejecutado bien un acto cualquiera. En cambio, cuando se dice: "Tu cara se ha blanqueado", se quiere decir que alguien ha salido airosamente de algún trance.

      "Cuando hice aquel juramento ante ella, se tranquilizó su corazón, y acabó por perdonarme. Entonces la cogí y me acosté con ella. Y ¡por Alah! recuperé bien el tiempo perdido y olvidé mis pesares.

      Y

      permanecimos unidos largo tiempo de aquel modo. Después ella me dijo: "Has de saber que nadie de la corte del califa sabe lo que ha pasado entre nosotros. Eres el único que logró introducirse en este palacio. Y has entrado gracias al apoyo de ElSayedat (la gran Señora, el ama) Zobeida".

      Después me entregó diez mil dinares de oro, diciéndome: "Toma este dinero y ve a comprar una buena casa en que podamos vivir los dos".

      Entonces salí, y compré una casa magnífica. Y allí transporté las riquezas de mi esposa y cuantos regalos le habían hecho, los objetos preciosos, telas, muebles y demás cosas bellas. Y todo lo puse en aquella casa que había comprado. Y vivimos juntos hasta el límite de los placeres y de la expansión.

      Pero al cabo de un año, por voluntad de Alah, murió mi mujer. Y no busqué otra esposa, pues quise viajar. Salí entonces de Bagdad, después de haber vendido todos mis bienes, y cogí todo mi dinero y emprendí el viaje hasta que llegué a esta ciudad.

      Y tal es, ¡oh rey de este tiempo! prosiguió el intendente la historia que me refirió el joven mercader de Bagdad. Entonces todos los invitados seguimos comiendo, y después nos fuimos.Pero al salir me ocurrió la aventura con el jorobado. Y entonces sucedió lo que sucedió.

      Esta es la historia. Estoy convencido de que es más sorprendente que nuestra aventura con el jorobado. ¡Uasalam!" ( saludo de despedida: que la paz sea sobre ti).

      Pués te equivocas, no es más maravillosa que la aventura del jorobado. Porque la aventura del jorobado es mucho más sorprendente. Y por eso van a crucificaros a todos, desde el primero hasta el último".

      Pero en este momento avanzó el médico judío, besó la tierra entre las manos del sultán, y dijo: "¡Oh rey del tiempo! Te voy a contar una historia que es seguramente más extraordinaria que todo cuanto oíste y que la misma aventura del jorobado".

      Entonces dijo el rey de la China: "Cuéntala pronto, porque no puedo aguardar más".

      Y el médico judío dijo:

       RELATO DEL MEDICO JUDIO

      La cosa más extraordinaria que me ocurrió en mi juventud es precisamente esta que vais a oír, ¡oh mis señores llenos de cualidades!

      Estudiaba entonces medicina y ciencias en la ciudad de Damasco. Y cuando tuve bien aprendida mi profesión, empecé a ejercerla y a ganarme la vida.

      Pero un día entre los días, cierto esclavo del gobernador de Damasco vino a mi casa, y diciéndome que le acompañase, me llevó al palacio del gobernador. Y allí, en medio de una gran sala, vi un lecho de mármol chapeado de oro. En este lecho estaba echado y enfermo un hijo de Adán. Era un joven tan hermoso, que no se habría encontrado otro como él entre todos los de su tiempo. Me acerqué a su cabecera, y le deseé pronta curación y completa salud. Pero él sólo me contestó haciéndome una seña con los ojos. Y yo le dije: "¡Oh mi señor, dame la mano!" Y él me alargó la mano izquierda, lo cual me asombró mucho, haciéndome pensar:

      "¡Por Alah! ¡Qué cosa tan sorprendente! He aquí un joven de buena apariencia y de elevada condición, y que está sin embargo muy mal educado". No por eso dejé de tomarle el pulso, y receté un medicamento a base de agua de rosas. Y le seguí visitando, hasta que pasados diez días, recuperó las fuerzas y pudo levantarse como de costumbre. Entonces le aconsejé que fuese al hammam y que después volviese a descansar.

      El gobernador de Damasco me demostró su gratitud regalándome un magnífico ropón de honor y nombrándome, no sólo médico suyo, sino también del hospital de Damasco.

      En cuanto al joven, que durante su enfermedad había seguido alargándome la mano izquierda, me rogó que le acompañase al hammam que se había reservado para él solo, prohibiendo entrar a los demás clientes.

      Y cuando llegamos al hammam se acercaron los criados del joven, le ayudaron a desnudarse, cogiendo su ropa y dándole otra, limpia y nueva. Y al ver desnudo al joven, noté que carecía de mano derecha. Y me sorprendió y apenó grandemente el descubrimiento. Y aumentó mi asombro cuando vi huellas de varazos en todo su cuerpo. Entonces el joven se volvió hacia mí, y me dijo: "¡Oh médico del siglo! No te asombre el verme como me ves, pues voy a contarte el motivo, y oirás una relación muy extraordinaria. Pero tenemos que aguardar a estar fuera del hammam".

      Después de salir del hammam llegamos al palacio, y nos sentamos para descansar y comer luego. Pero el joven me dijo: "¿No prefieres que subamos a la sala alta?" Y yo le contesté que sí, y entonces mandó a los criados que asaran un carnero y lo subieran a la sala alta, a la cual nos encaminamos. Y los esclavos no tardaron en subir el carnero asado y toda clase de frutas. Y nos pusimos a comer, y él siempre se servía de la mano izquierda. Entonces yo le dije: "Cuéntame ahora esa historia". Y él contestó: "¡Oh médico del siglo! te la voy a contar. Escucha, pues.

      Sabe que nací en la ciudad de Mossul, donde mi familia figuraba entre las más principales. Mi padre era el mayor de los diez vástagos que dejó mi abuelo al morir, y cuando esto ocurrió, mi padre estaba ya casado, como todos mis tíos. Pero él era el único que tuvo un hijo,que fui yo, pues ninguno de mis tíos los tuvo. Por eso fui creciendo entre las simpatías de todos mis tíos, que me querían muchísimo y se alegraban mirándome.

      Un día que estaba con mi padre en la gran mezquita de Mossul para rezar la oración del viernes, vi que

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