El cuerpo duradero. Luis Antonio Cifuentes Quiñones
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Cuando se lee a Nietzsche y a Bergson parece, pues, percibirse una diferencia entre las “cumbres” nietzscheanas y las llanuras bergsonianas, más pegadas al orden de las razones, pero ello es una apariencia. Nuestro trabajo consistirá en mostrar la falda de la montaña que une la cumbre con lo que parece un valle –el alto valor de la duración interior en el pensamiento de Bergson es también una cumbre, si se piensa que proviene de la experiencia más interior que podemos tener. Si podemos afirmar que la filosofía de Nietzsche quiere transmitir el impulso de la pasión que nos proporciona un conocimiento peculiar del mundo, incluido el de nuestros afectos, y que la filosofía de Bergson nos quiere situar en la transparencia y contundencia de lo concreto de la duración, ambas filosofías, sin ser iguales, tienen un motivo que actúa como una corriente subterránea en el decurso de sus pensamientos: las dos quieren dar cuenta de lo concreto preconceptual y elevarlo al nivel de lo filosófico. Este hecho se entraña en los inconvenientes que lleva consigo la exposición de aquello que quieren mostrar, pues nos queda claro que esas dificultades no son puramente formales. Dichas complicaciones se hacen patentes en nuestra exposición de los dos autores.
En este contexto de aparentes diferencias y de profundos motivos en común, nos planteamos el problema del estatus ontológico de la fisiología en el pensamiento de los dos filósofos, puesto que en Nietzsche y en Bergson observamos un esfuerzo por hacer explícito en sus pensamientos el carácter irreductible, frágil y dinámico del cuerpo que, sin duda, interviene en la labor de la filosofía, no sólo como objeto de pensamiento, sino como fuerza que produce y transfigura el proceso del pensar mismo. De este modo, nos preguntamos: ¿hasta qué punto la presencia sentida, experimentada, del cuerpo cuestiona nuestro lugar en el mundo cuando lo ponemos frente a todo lo que, en cuanto humanidad, hemos valorado altamente? Hay que aclarar que este no es un problema exclusivamente nietzscheano; en Bergson aparece bajo la forma de por qué se ha valorado en tan alto grado el tiempo entendido bajo la forma espacial, que incluso nos ha impedido un acceso más inmediato, más ajustado a nosotros mismos y a nuestras relaciones con todo lo que nos rodea. De este modo, nuestro punto de partida va a suponer, de manera muy concreta, en contraste con los grandes problemas metafísicos, que lo ‘dado’ en primer lugar es el cuerpo y, todavía más, el cuerpo vivo. En el presente escrito queremos, entonces, preguntarnos por ese cuerpo que nace, madura, se reproduce, envejece, muere, se enferma; que es motivo de felicidad y el lugar en el que se manifiestan nuestros dolores más profundos y nuestras alegrías más espirituales; un cuerpo que está más allá del cuerpo etéreo, que no suda ni se cansa, en fin, sin vida, con el que nos bombardean las imágenes mediáticas, frente a las cuales, filosofías como las de Nietzsche y de Bergson entrañan un cariz realmente subversivo porque nos hablan de la fisiología de la concreta experiencia que hunde sus raíces profundas en el mundo.
Para la elaboración de esta cuestión de la fisiología, nos acogemos a la idea que anima, para el caso de Nietzsche, el trabajo de quienes alimentan el Hypernietzsche,1 a saber, concebir su filosofía en evolución; para el caso de Bergson, su misma filosofía supone que esta se encuentra en desarrollo, puesto que al tratar de renovarse siempre el esfuerzo de situarse en la intuición original, ello implica el rechazo explícito de la ilusión retrospectiva que brindan los desarrollos posteriores de cada uno de sus libros. De ese modo, vamos a suponer ambas filosofías en proceso y, por lo mismo, las tomaremos en periodos intermedios de su desarrollo, en los cuales se afianzan sus críticas y sus apuestas características en materia de fisiología. En Nietzsche nos centraremos principalmente en el periodo medio y en las notas de esa época; en Bergson, en el momento de Materia y memoria, pero sin abandonar el punto de partida de toda su filosofía presente en el Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Para decirlo en otras palabras, nos situaremos en medio del desarrollo de sus pensamientos e intentaremos dar cuenta de lo que piensan acerca del cuerpo en su transcurrir. Nuestra intención no consiste en establecer una simple comparación entre las ideas de los dos autores; se trata, más bien, de ir entrecruzándolas en los momentos pertinentes, sin desconocer sus diferencias, y al final plantear un complemento entre sus apuestas particulares: rescatar la “seriedad” de la pasión y su carácter fisio-psicológico no se entiende sin una consideración de la fluidez de duración interior que entraña el vínculo o, mejor, la continuidad entre los procesos internos y los procesos fisiológicos.
Este camino lo emprenderemos a lo largo de cuatro capítulos, distribuidos en dos partes. En la primera parte estudiaremos, a manera de punto de partida, el cuerpo que se nos hace patente, en el caso de Nietzsche, en el dolor o la experiencia de la enfermedad, como aquello dado e ineludible que sentimos y que, en la labor del filósofo, está vinculado a sus ideas; en el caso de Bergson, en su determinación de la experiencia interior de la duración no deja de considerar las distintas influencias que tienen ciertos estados del cuerpo en esa consideración, como es el caso del esfuerzo muscular. Los dos filósofos observarán en la fisiología un factor que es capaz de profundizarnos o de permitirnos establecer con un mejor grado de precisión las relaciones y diferencias entre nuestra vida exterior y nuestra vida interior. En la segunda parte queremos probar con mayor detalle, entrando en los procesos propios de cada una de las dos filosofías, en qué forma el cuerpo es un factor decisivo en el proceso de interiorización exigido por el ejercicio de la filosofía y en qué medida este ejercicio se transforma cuando estamos más atentos a lo que nos es inmediatamente dado, sean nuestras pasiones y apetitos, sea el dinamismo interno del tiempo en su decurso real. En fin, si en la primera parte el cuerpo adquirió el sentido de lo inevitable e ineludible, en la segunda parte adquiere, para los filósofos, un carácter más dinámico, en la medida en que se lo ve desempeñar un papel más flexible dentro del fluir del todo real. De este modo, también la segunda parte, además de tener un tono principalmente demostrativo y analítico, en determinados momentos, será un esfuerzo por trenzar ciertas ideas donde se puede señalar que coinciden Nietzsche y Bergson, de tal forma que en la parte final haremos un ensayo de mostrar cómo las dos filosofías se complementan, dado que entender la pasión como una realidad fisio-psicológica adquiere un sentido más preciso si la vinculamos con la experiencia de la duración interna, que, como veremos, es parte constitutiva de los procesos que animan los estados fisiológicos.
Por último, queremos señalar dos aspectos que formaron parte de nuestro trabajo. Los dos textos más completos acerca de la relación entre Nietzsche y Bergson son, a nuestra manera de ver, Bergson, Schopenhauer, Nietzsche. Volonté et réalité de Arnaud François y L’autre métaphysique. Essai sur Ravaisson, Tarde, Nietzsche et Bergson de Pierre Montebello. El primero, un completo estudio sobre la relación entre voluntad y realidad en Bergson, Schopenhauer y Nietzsche, a partir de los temas fundamentales de sus filosofías, quiere mostrar la novedad y el aporte particular de Bergson al tema, en especial en lo referente a la conciencia, sin la cual no puede establecerse la naturaleza interior de la duración. El segundo es un texto que quiere mostrar el aporte que, a finales del siglo XIX, hicieron los cuatro filósofos estudiados, a partir de su distancia respecto del kantismo, en lo que tiene que ver con las relaciones entre la materia, la conciencia y la vida. Sin descuidar los aportes de estos dos textos, decidimos, por nuestra parte, concentrarnos en el tema del cuerpo en Nietzsche y Bergson, así como en el significado que adquiere la fisiología en el interior de sus respectivas filosofías.
El segundo aspecto tiene que ver con el llamado constante a las expresiones alemanas o francesas al lado de la traducción de los términos originales; unas tienen el sentido de mostrar su distancia de las traducciones consultadas en español, otras, el de llamar la atención sobre el término en cuestión, y pretenden resaltar su importancia o particularidad, otras,