Testigo del siglo XX. Pedro Arrupe
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3. El papel de los antiguos alumnos
HOMBRES Y MUJERES PARA LOS DEMÁS
2. Hombres y mujeres para los demás: justificación y sentido
4. Homilía del P. Arrupe en La Storta
NADA ES MÁS PRÁCTICO
Nada es más práctico
que encontrar a Dios;
que amarlo de un modo absoluto,
y hasta el final.
Aquello de lo que estés enamorado,
y arrebate tu imaginación,
lo afectará todo.
Determinará
lo que te haga levantar por la mañana
y lo que hagas con tus atardeceres;
cómo pases los fines de semana,
lo que leas y a quien conozcas;
lo que te rompa el corazón
y lo que te llene de asombro
con alegría y agradecimiento.
Enamórate, permanece enamorado,
y eso lo decidirá todo.
Pedro Arrupe, S. J.
Introducción
Roberto Vela Mantilla
Esta selección de textos tiene como finalidad ofrecer a la comunidad javeriana y al público en general una pequeña, pero muy significativa, muestra de los escritos del padre Pedro Arrupe, publicados en diferentes ocasiones, durante y después de sus dieciocho años como superior general de la Compañía de Jesús, cargo que ejerció de 1965 a 1983.
Acceder a estos textos es una maravillosa oportunidad para conocer y reflexionar sobre aspectos de su vida y su pensamiento que, por su profundidad y actualidad, siguen teniendo vigencia para nosotros. Sin duda, nos ayudarán a ganar nuevos horizontes para comprender las problemáticas y afrontar los desafíos que nos trae el siglo XXI.
El padre Arrupe fue testigo excepcional y actor principal de nuevos e importantes cambios en la sociedad y en la Iglesia del siglo XX. Muchas de sus reflexiones y acciones fueron poco comprendidas en su momento y solo hasta ahora, gracias a la perspectiva más serena que nos ofrece el paso de los años, cobran su verdadero alcance y significado.
Arrupe fue un hombre de espíritu y acción, testigo y profeta de la renovación de la Iglesia Católica y de la Compañía de Jesús en los turbulentos años posteriores al Concilio Vaticano II. Él representa la conciencia de un nuevo hombre que fundado en una profunda espiritualidad evangélica quiere dar una respuesta eficaz a los desafíos de un mundo que se construye sobre las promesas del materialismo y el capitalismo.
El padre Arturo Sosa, actual superior general de la Compañía de Jesús, al anunciar recientemente la apertura de la causa de beatificación del padre Arrupe, lo presentó como “un hombre de verdad, enraizado en Cristo y dedicado a la misión”; una “figura de gran importancia”; “una persona que ha vivido la santidad de una manera profunda y original en toda su vida: en su juventud, como jesuita, como maestro de novicios, como superior provincial del Japón y como superior general de la Compañía de Jesús”. Para el padre Sosa “La apertura de la causa de beatificación del padre Arrupe no solo refleja su gobierno, sino a la persona entera, que fue capaz de identificarse con el Señor durante toda su vida”1
Pedro Arrupe nació en Bilbao, España, el 14 de noviembre de 1907, en una familia católica de clase media. Estudió en el colegio de los Escolapios, perdió a su madre cuando tenía nueve años y muy joven ingresó a la Congregación Mariana, en donde conoció por primera vez a los jesuitas. A los dieciséis años ingresó a la Facultad de Medicina en la Universidad Central de Madrid, allí se destacó como un estudiante brillante. Su trato con los enfermos y su visita al santuario de Lourdes en 1926 le permitieron tener una experiencia muy cercana del dolor y el sufrimiento humano, lo que lo llevó a descubrir su vocación de servicio.
En el verano de 1926 hizo los ejercicios espirituales de San Ignacio, y el 15 de enero de 1927 abandonó sus estudios de medicina para ingresar al noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola. Luego de realizar sus estudios de humanidades en Bilbao tuvo que emigrar a Bélgica por la expulsión de los jesuitas de España en 1932. En Marneffe (Bélgica) terminó sus estudios de Filosofía y posteriormente se trasladó a Valkenburg, en Holanda, para iniciar sus estudios de Teología, allí fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1936.
En septiembre de 1936 viaja a Kansas, en los Estados Unidos, a terminar los estudios de Teología y a especializarse en ética médica. En 1937 se traslada a Cleveland (Ohio), en donde tuvo la oportunidad de prestar un importante servicio apostólico a los inmigrantes latinos y españoles presos en las cárceles de máxima seguridad, “en donde se hablaba en español y se sufría en Inglés”2.
Estando en Cleveland, el 6 de junio de 1938 recibió la carta del superior general, quien lo destinó como misionero en Japón, y el 30 de septiembre se embarcó en Seattle, rumbo a Yokohama, donde arribó los primeros días de octubre de 1938. Recién llegado se dedicó a conocer la cultura y a aprender el idioma. El padre Arrupe trabajó algunos años como párroco en Yamaguchi, una pequeña ciudad en el sur de Japón que fue evangelizada siglos atrás por San Francisco Javier.
Luego del ataque a Pearl Harbor, el Imperio japonés entró en la II Guerra mundial