Érase mi alma. Giovanni Quessep

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Érase mi alma - Giovanni Quessep

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style="font-size:15px;">      tanto tiempo buscada y encontrada

      en la muerte, con deseo, soplas hondo

      por la raíz oscura, entonces surge

      tu transparencia. El agua es menos río.

      Pero en esta premura que nos hace

      vivir ya destinados a la sombra

      o a la orilla en silencio, nunca invade

      tu fábula a mi lengua, nunca tus

      nacimientos a tanta soledad.

      Nos persiguen olvidos, esperamos

      la desnudez: paraíso y derrota.

      El cuerpo es duro sueño entre las manos.

      Cuando dijo su nombre

      Cuando oí su relato del exilio

      supe que la impiedad no tiene nombre,

      y el recio sol caía como un hierro

      sobre nosotros, y entendí la muerte.

      Cuando dijo, inocente, el hombre es sólo

      cero a la izquierda, cero a la esperanza,

      movió mi carne un blanco laberinto

      de amor, y creció el tiempo de la culpa.

      Ciegas palabras en la tarde dieron

      su lucha contra el mar, y el sol rodaba

      como una purulenta rosa oscura.

      Cuando oí su relato del exilio

      vino la gran desolación, el luto,

      que movía los pasos en la sombra,

      y la trampa del sueño, interminable.

      Él pronunció su nombre, ya una larga

      soledad comenzaba a separarnos.

      La soledad es tuya

      Tienes fábula al fondo, no te afirmas

      sino en olvido y músicas pasadas.

      Se ganan días si el amor invade

      la hermosura del ser. ¿Se pierde alma

      en el otoño? Caen las hojas en

      tus huesos, la ventana es ya leyenda.

      No te perdona el tiempo, al borde casi

      de la cascada toca a contrasueño

      la piedra, el sol, lo que hace la belleza

      celeste, la colina de la alondra.

      ¿Quién te conoce si eres de penumbra

      sin fe? La soledad es tuya, cede

      la tarde, y canta el mar de cobre y tierra.

      El ser no es una fábula

      El ser no es una fábula, este sol

      que nos mueve en silencio incendia todo.

      ¿No somos inocentes? Cada sueño

      tiene su duro encanto; aquí la lluvia

      perdió sus hadas y su blanca sombra,

      aquí, a la orilla en que Dios está solo

      como destino, en la noche del viento.

      Vuelan tardes y frutos, ruedan cuerpos

      por la luz en declive, por el agua.

      Apenas recordamos la caída

      donde la muerte se llenó de pájaros

      y alguien gritó que el cielo es imposible.

      Pero nosotros no queremos dar

      el salto, nos negamos a la dicha.

      El ser no es una fábula, se vive

      como se cuenta, al fin de las palabras.

      Tu pura nada

      Todo te pertenece en esperanza:

      El canto de los pájaros, el nombre

      de tu destino (oh pozo sin orillas,

      piedra y silencio). ¿Dónde la memoria

      de lo soñado, la secreta forma

      de ser entre la muerte y las palabras?

      Todo te pertenece, casi olvido,

      blanca corriente que va de tus manos

      al resplandor de la tarde o al mar

      donde se dice tormenta, imposible.

      Eres la soledad, tu pura nada,

      tu ausencia de unos pasos en la tierra.

      Nunca los sueños, nunca el paraíso:

      Todo te pertenece, en sombra y agua.

      Con dura transparencia

      Cada esperanza tiene su memoria,

      su sol de hierro, su llanto de exilio;

      cada esperanza cruza por la muerte

      como a través de un túnel desolado;

      cada esperanza lucha por nosotros,

      nos declara inocentes, nos asombra

      de soledad, y en medio de la lluvia

      desanuda su ciego laberinto;

      cada esperanza llega hasta el poema

      que recuerda los trenes y los pájaros;

      cada esperanza es un tiempo que dura

      soñando, por la tierra inhabitable;

      cada esperanza llama por su nombre

      las noches y los días, el ser puro

      de culpa como un fruto, el hueso insomne

      donde el mar confabula, el mar a solas;

      cada

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