Cómo evitar amargarse la vida. Brenda Barnaby
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Estas «órdenes» limitan nuestras opciones, nos indican qué hacer y señalan maliciosamente a quienes quieren escapar de sus garras. Nunca fue tan flagrante y dominante el «mandamiento» cultural, que exige gozar, ser hermosos, exitosos y obedientes.
La mujer debe ser femenina, el hombre, masculino. Esto implica que la mujer debe venir al mundo con neuronas especiales para dominar la cocina, saber de productos de limpieza, querer tener hijos, tener paciencia a prueba de bala, tener unos modales y una imagen personal impecable a pesar de que deba lidiar con dos niños y un trabajo de diez horas. Debe ser portadora de un carácter lo suficientemente noble como para soportar todos los retos que le den en la oficina y además, sin perder ningún tipo de gracejo, ser bella, joven y esbelta.
El hombre, por su parte, si es masculino, no debe hacer demasiadas tareas en el hogar porque eso corresponde al reino femenino, no debe llorar si ve una película romántica, si tiene una familia que mantener no puede flaquear o deprimirse porque eso es de «débiles».Y si pierde el trabajo se siente poco menos que un inútil porque no puede mantener a sus hijos. Un verdadero hombre es el proveedor.
Yo me pregunto… ¿en qué momento del mundo se plantearon estas reglas? ¿Cuándo el ser humano se volvió tan sádico? ¿En nombre de qué pusimos estas normas que ciñen a las personas y quebranta su libertad? Millones de seres humanos toman pastillas, hacen terapia, fuman, enferman, se estresan porque no encajan con esos moldes preestablecidos. Por qué no plantearse que no DEBEMOS SER como nos enseñaron o como nos muestran ciertos estereotipos en los medios de comunicación. Por qué no podemos pensar que es posible ser de otra forma, aceptar que se puede ser feliz sin esas imposiciones. Si llegamos a comprender estos cuestionamientos podremos derribar esos muros que tanto nos oprimen.
Podemos cambiar, está comprobado
Sigo con las buenas noticias: estudios científicos (no elucubraciones o suposiciones) en el campo de la neurociencia confirman que el cerebro, además de ser un órgano altamente complejo, también es dinámico, es decir, no permanece inalterable a través del tiempo; muda, modifica sus funciones, sus conexiones.
Las experiencias y diferentes tipos de estimulación hacen que la sinapsis mejore y por lo tanto se produzcan modificaciones en nosotros. Comento esto para reforzar lo que decía anteriormente: cambiamos todo el tiempo, podemos cambiar, es posible. Por suerte, los humanos somos como arcilla que adquiere diversas formas de acuerdo a cómo se la moldee. Podemos convertirnos en maravillosas obras de arte o pequeñas piezas sin gracia.
Está claro, pues, que si nos abandonamos a nuestros pensamientos, nos dejamos llevar por nuestras viejas estructuras sólo haremos más de lo mismo; en cambio, si nos enriquecemos con nuevas vivencias, nos esforzamos por modificar actitudes y creencias, tarde o temprano nuestra mente cambiará, nosotros cambiaremos y nuestra forma de vida también.
El neurocientífico Michael M. Merzenich del Hospital clínico de la Universidad de California en San Francisco afirma que el cerebro cambia según lo «empuje» la experiencia, el aprendizaje, las vivencias; y esta facultad del cerebro para reconfigurarse por sí mismo tiene consecuencias muy importantes. Hace que, al modificarse, actuemos de manera diferente, reaccionemos de otra forma, vivamos con otros parámetros.
Tal y como hace un ordenador, si al cerebro le cambiamos la información que procesa normalmente, en consecuencia, el cerebro cambiará. De acuerdo con esto, entonces, nuestro cerebro puede remodelarse en el transcurso de nuestra vida, sin drogas ni intervenciones quirúrgicas, sino a través de aprendizajes.
Hay pensamientos, valores, normas en cada persona que se encargan de manejar nuestra cotidianeidad. Si prestamos atención y estamos alerta, cuando se manifiestan, tendremos poder para actuar sobre ellos y manejarlos (en cierta medida). Y, con el tiempo, esto que nos demanda atención y paciencia, se hará más automáticamente. Esta práctica a través del tiempo hace que modifiquemos nuestro comportamiento y creencias.Es todo un ejercicio.
¿Es todo tan lineal en nuestra mente?
«Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el
punto de vista el que crea al objeto.»
Ferdinand de Saussure
Todos creemos que cada cosa que nos sucede produce de manera lineal y directa un efecto determinado: angustia, enojo, alegría, tristeza, etc. Pero lo cierto es que entre ese hecho externo y lo que sucede a continuación hay todo un proceso de interpretación.
Por ejemplo: mi pareja llega del trabajo y me dice que necesita estar a solas, en silencio, y que por favor no le hable. Yo podría enojarme o preocuparme por mencionar dos reacciones nada más. Podría interpretar que soy una molestia para ella, que en vez de ofrecerle paz en realidad la estoy presionando, y eso inevitablemente me llevaría a un estado de decepción e ira.También podría pensar que está muy alterada por una situación laboral y que no quiere preocuparme, que necesita tiempo para resolver un problema puntual; esperaré a que se sienta mejor y luego veré en qué puedo ayudarla.
¿Se dan cuenta cómo la interpretación puede generar sobre una realidad dos resultados completamente diferentes? Con la segunda interpretación, en vez de enojarme o decepcionarme, querré apoyarla cuando me lo solicite. ¿Se entiende? Y justamente aquí es donde, por lo general, solemos fallar. Sacamos conclusiones rápidamente, deducimos cosas erróneas, procesamos mal la información, con lo cual, terminamos peleándonos, sintiéndonos mal, pensando que ya no nos quieren, que ya está todo perdido y todo tipo de pensamientos que no tienen ni pies ni cabeza.
Por todo esto es fundamental aprender a manejar esas interpretaciones de otra manera, llevarlas por otros derroteros, aplicar otra lógica, dejar de jugar a los adivinos, porque lo más probable es no tener idea de lo que está pensando y sintiendo la otra persona. Es mejor, antes de juzgar, detenerse, reflexionar y esperar para llegar a conclusiones más lógicas y funcionales.
Ya veremos en los siguientes capítulos cómo manejarnos con nuestras creencias e interpretaciones.
Antes de cada reacción hay una interpretación, por lo general, con tintes catastróficos, terribles, pesimistas, y esas interpretaciones se forman sobre la base de una estructura o creencias construidas a través de los años. Recordemos: el problema no son los hechos que nos rodean, sino los anteojos con los que miramos al mundo.
Verdades y falsedades sobre la felicidad
Miren qué hermosas palabras le podríamos dedicar a la felicidad cuando estamos en esos momentos lúgubres y entristecidos:
«¡Quédate siempre conmigo, toma cualquier forma, vuélveme loco!, pero ¡por favor! no me dejes en este abismo donde no puedo hallarte.»
Esto lo dijo el personaje Heathcliff en Cumbres Borrascosas, la famosa novela de Emily Brontë.
El verdadero significado de la felicidad
Rosa es una vecina que conozco desde pequeña. Siempre vivió frente a mi casa, jugué con sus hijos, conozco toda su historia. Nunca la vi vestida lujosamente, luciendo joyas, conduciendo coches de importación o haciéndose una liposucción o lifting. Jamás se tiró en paracaídas desde una montaña, nunca fue a bucear al Caribe, no experimentó con el puenting, ni se arrojó desde un risco al mar, tampoco practicó snowboard. No intentó ser wedding planner, coaching ontológica, analista de sistemas corporativos o astronauta.