Dibujos y formas en cobre chileno. Ignacio Villegas Vergara

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Dibujos y formas en cobre chileno - Ignacio Villegas Vergara

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dicho, cuando los procedimientos apuntan a la construcción de una obra de artes visuales, pero con predominio en la manipulación de materiales (por medio de la mano obviamente), la palabra artesanía cambia de cualidad. Se transforma entonces en un recurso procedimental culto, avanzado y lejos de cualquier asomo de primitivismo o de cualquier vinculación a pueblos originarios. La artesanía, entendida como los procesos de producción manual, de materialidades básicas y que utiliza, a veces solapadamente, la intervención de tecnologías actuales y de punta (aluminio, corte láser, troquelados industriales, barro con pinturas epóxicas, etc.) es asumida como un valor del arte visual contemporáneo. Las artes visuales denominan como «buen oficio» al manejo adecuado, prolijo y consistente de la materia sometida a usos y transformaciones para la construcción de sus artefactos. Es decir, la artesanía según Sennett.

      Si de conceptualizaciones se trata, debemos señalar una de las definiciones contemporáneas más relevantes: la de UNESCO. En octubre de 1997 se llevó a cabo en Manila un interesante simposio sobre artesanía3 . Al encuentro asistieron 132 representantes de agencias gubernamentales y no gubernamentales de 44 países y fijó estándares para la protección de una marca por regiones a nivel internacional (lo que conocemos como denominación de origen); trató además el problema de los derechos de autor; reflexionó en torno al mercadeo de productos de artesanía; y algo relevante: el simposio definió el concepto.

      Artisanal products are those produced by artisans, either completely by hand, or with the help of hand tools or even mechanical means, as long as the direct manual contribution of the artisan remains the most substantial component of the finished product. These are produced without restriction in term of quantity and using raw materials from sustainable resources. The special nature of artisanal products derives from their distinctive features, which can be utilitarian, aesthetic, artistic, creative, culturally attached, decorative, functional, traditional, religiously and socially symbolic and significant. (International Symposium on Craft and the International Market: trade and custom codification. Final Report, p. 8) 4.

      Lo interesante de la definición es que pone el acento en la técnica y la contribución humana en la producción de objetos; por otra parte, no distingue en cuanto a erudición del artesano y la regionalidad del producto, con lo cual la idea de arte folclórico, popular o primitivo queda obsoleta y descartada como opción epistémica. El documento de Manila ejecuta además otras consideraciones interesantes. Discute por ejemplo la ayuda de herramientas manuales en la producción artesanal y el correlato con una producción limitada, y agrega otro dato: considerar materiales sustentables en la fabricación de objetos artesanales. De la misma forma –y aunque no quedó plasmado en la definición– se discutieron asuntos ligados a tecnologías contemporáneas, como por ejemplo si es ético y permitido que los artesanos se vinculen con su mercado de ventas por medio de Internet.

      Si algo era necesario en una definición contemporánea de artesanía, era el abandonar las categorías de clase, origen étnico y piso docto del artesano, que siempre aparecían escondidas en las definiciones. Sin embargo, podemos detectar que cada país productor de artesanía se ha preparado para concebir una nueva y particular definición de esta actividad, donde incluyen materialidades y formas de desarrollo técnico propias y específicas de ese país. De esa forma vemos que México incorpora las plumas como material, lo que en Chile es prácticamente desconocido.

      El Programa SEBRAE de artesanado en Brasil, construyó una matriz conceptual que permite comprender la atribución de la nomenclatura a los productos elaborados por distintos grupos humanos que abarcan desde las producciones indígenas (manuales e individuales) en un extremo, hasta las producciones más industrializadas, colectivas y asistidas tecnológicamente, en el otro.

      De esta forma, para SEBRAE de Brasil el arte popular es una creación individual, hecha por artistas populares mediante procesos manuales, y se diferencia del artesanado en que a su vez tiene cuatro formas distintas de desarrollo:

       Artesanía indígena: realizada por indígenas, y por consiguiente proveniente de la tradición indígena del país, de manufactura colectiva y manual.

       Artesanía tradicional: hecha por artesanos con técnicas transmitidas por herencia y confeccionadas familiarmente.

       Artesanía de referencia cultural: realizada por artesanos, realizada mediante una relectura de elementos de la cultura tradicional.

       Artesanía conceptual: realizada por artesanos urbanos, con predominancia de trabajo individual, con mucha innovación en diseño y técnica5.

      La noción de artesanía en Chile

      Sabemos que la palabra industria es un invento relativamente nuevo. Ese vocablo no figura en ninguna de las cartas, declaraciones y memoriales que se intercambiaron a propósito de la creación de la primera escuela de dibujo y aritmética destinada a la preparación y calificación de artesanos mayores en Chile6 . La palabra artesanía, en cambio, es posible verla en Chile a propósito del intercambio epistolar entre Manuel de Salas y la Corona de España hacia 1780.

      La artesanía la entendemos en nuestra sociedad desde el siglo XVIII como un proceso semiindustrial, básicamente manual o de tecnologías básicas, que se instala en el terreno de las actividades laborales y obliga a sus cultores a un proceso de búsqueda y perfeccionamiento técnico, pero también de sostenimiento de lo alcanzado y logrado, momento en que lo llamamos patrimonio. La artesanía que nos interesa en esta investigación es fundamentalmente –aunque no exclusivamente– una actividad orientada a la producción de objetos, de aparatos, artefactos, ya sea de carácter ornamental, utilitario, lúdico o simbólico. Se subentiende, o más bien dicho generalmente se da por sentado, que la artesanía tiene un arraigo histórico y cultural de base social, centrado en la herencia de nuestros antepasados, lo que, como ya vimos, aproxima el término a la noción de folclor. En este sentido, cuando hablamos de artesanía tradicional, la palabra patrimonio nos queda muy cerca.

      Si recorremos la historia chilena en busca de la aplicación de la palabra artesanía, nos encontraremos en la Colonia exactamente en 1779, cuando la creación de la Academia de San Luis, ya mencionada, se justificaba por la creciente necesidad de perfeccionar los oficios tradicionales de la protoindustria colonial. La producción de esta protoindustria estaba en manos de unos pocos personajes adiestrados en tareas manuales y de bajo perfil tecnológico: los denominados artesanos. Conscientes de esta precaria situación, España instruye a sus colonias para mejorar la calidad de su naciente industria, y es así como nacen los gremios de artesanos mayores, orientados a perfeccionar y formar la mano de obra técnica basada en oficios y aplicable a procesos semiindustriales e industriales en busca de mejorar la calidad y tamaño de la producción. La Academia de San Luis nace como institución orientada a dar enseñanza en disciplinas básicas para el adiestramiento de artesanos. El artesano en esta estructura social era, en esos tiempos, aquel que hoy conocemos como el profesional o técnico-profesional; es decir, la noción de artesanía era completamente diferente a lo que pensamos y sabemos hoy sobre dicho concepto.

      Muchos de los estudiantes de la Academia eran artesanos, a quienes –de acuerdo con el Reglamento– para pasar a la tercera etapa, denominada «maestro» (de artesanos), se les recomendaba saber dibujar (Villegas 2008, 162).

      Plateros, canteros, alfareros, alarifes, cordeleros, mueblistas, trazadores, dibujantes, forjadores, fundidores y una gran cantidad de subespecializaciones, como peleteros, ebanistas, talabarteros, fabricantes de herramientas y vaciadores, tejedores textiles y bordadores, etc., se formaban al alero de algunos especialistas maestros que satisfacían las demandas del comercio, la industria, la administración colonial, incluso de la iglesia y otras instituciones. Hasta la creación de la Academia de San Luis, que tuvo en sus planes impartir cursos de aritmética, letras, religión, dibujo y química (para los mineros), la formación de artesanos mayores se realizaba

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