El profesor artesano. Jorge Larrosa

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El profesor artesano - Jorge Larrosa Perfiles

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La pregunta por el profesor es, para mí, una pregunta tardía, de esas que aparecen al final de una vida dedicada al oficio, y una pregunta a la que, desde luego, ya no podría responder hablando en general. Por eso, el lector que quiera encontrar una idea sobre lo que es o debería ser un profesor se sentirá decepcionado. Pero confío en que los que se dispongan a acompañar pacientemente la crónica de lo que fueron algunos de mis quehaceres durante un curso sobre el oficio encontrarán algunos momentos que les interesen.

      * * *

      Como se sabe, en español, y también en francés, existe una distinción entre el maestro (de escuela primaria) y el profesor (universitario, pero también de secundaria). Sin embargo, y tal vez por influencia del inglés, se habla, en general, de formación de profesores o de formación del profesorado. En este libro se parte del significado etimológico de escuela como scholè, como tiempo libre, como separación de un espacio-tiempo para el aprendizaje y el estudio (para el aprendizaje como efecto no programado ni programable del estudio), y se dice varias veces que lo que tendríamos desde la educación infantil hasta la universidad serían diferentes tipos de escuela. De ahí que haya optado también por una palabra genérica, por la palabra “profesor” (para evitar las connotaciones iniciáticas que a veces tiene la palabra “maestro”), y lo que habría, desde los estudios primarios hasta los superiores, serían “distintas especies de profesor”.

      Ya que estamos en cuestiones de vocabulario, sospecho que tal vez a algunos lectores, lectoras o lectorxs les molestará el uso exclusivo del genérico masculino para nombrar a todas las personas que ejercen el oficio de profesor. Sobre eso diré, y no para disculparme, que la “salud” de la lengua con la que elaboramos lo que somos y lo que nos pasa ha sido una de mis obsesiones como escritor y como profesor. Más de una vez me he puesto a la sombra de ese aforismo de Peter Handke que dice: “Mi partido es el lenguaje: quienes se abren a su moral, esos son los míos”. Este libro es también una tentativa de construir una lengua para hablar del oficio que le devuelva cierta dignidad, cierta nobleza. Y es también una tentativa para pensar su ejercicio desde la singularidad y la diferencia (desde las maneras de cada uno). Pero, para mí, el combate por defender la lengua común de su arrasamiento ha estado y está en otro lugar que el de lo que ahora se llama “lenguaje inclusivo” y, en cualquier caso, estoy ya mayor como para cambiar de costumbres.

      Diré también que no he tratado de escribir un libro sobre profesores para profesores (menos aún un libro espejo). Aquí aparecen panaderos, limpiabotas, cineastas, cocineros, carpinteros y todo tipo de artesanos que hablan sobre su oficio. En ese sentido, espero que lo que se dice sobre el oficio de profesor consiga interesar a todos aquellos a los que, como a Barthes, les gusta escuchar a la gente contando lo que hace, y pensando sobre ello.

      Además, cualquier elaboración, más o menos personal, a propósito del ejercicio de cualquier oficio, no puede dejar de ser una consideración sobre el mundo en el que ese oficio se ejerce y con el que el oficio, de algún modo, se compromete. Desde ese punto de vista, este libro podría leerse también como una reflexión, a la vez personal y colectiva, sobre cómo se ve el mundo desde una sala de aula o, dicho de otra manera, sobre qué es lo que se puede percibir de lo que pasa ahí afuera cuando uno se pasa la vida leyendo y escribiendo, preparando y dando cursos, trabajando junto a una pizarra, rodeado de estudiantes.

      * * *

      El libro transcribe un curso de maestría dedicado al oficio de profesor, visto desde el punto de vista de la artesanía. Existen numerosas obras que transcriben cursos, pero lo que suele encontrarse es solo la voz del profesor que los imparte, generalmente, un autor reconocido. Aquí, sin embargo, el profesor no es un autor sino un lector que da a leer o, dicho de otro modo, aquí la voz de profesor no sostiene un discurso, sino que propone y acompaña un curso. Por eso se citan, se comentan y se parafrasean extensamente los textos que se trabajaron; se anotan las conversaciones que se produjeron; se transcriben algunos de los ejercicios de los estudiantes; se da cuenta de las dificultades, las dudas, los ensayos fallidos, las imprecisiones, los desacuerdos, los caminos que se ensayaron y no llevaron a ninguna parte, y no se evitan las repeticiones, las vueltas atrás, los desvíos y, desde luego, los momentos más o menos tediosos. Un curso es un ejercicio, pero también un experimento (a veces fallido) y lo que se cuenta aquí es la forma que tuvo una tentativa concreta de pensar el oficio de profesor, en un cierto lugar y en un determinado momento.

      El curso duró 30 horas presenciales (a las que habría que añadir las empleadas en la lectura y en la realización de los ejercicios), y durante todo ese tiempo hubo de todo. Si lo que quiero mostrar en este libro es, precisamente, un curso, no me queda otro remedio que exponer todo su desarrollo y no solo ofrecer las ideas más o menos elaboradas que podrían haber sido su síntesis o su resultado. Todo profesor sabe que un curso no puede resumirse, sino que tiene que cursarse, y sabe también que lo que es formativo es el recorrido y que eso, el recorrido (el duro trabajo de la experiencia), no puede ser ahorrado. Además, mi propia manera de entender un curso (como un ejercicio colectivo de pensamiento) impide anticipar las conclusiones, por el simple motivo de que no las hay. Un curso no tiene conclusiones (mucho menos lo que ahora se llaman “resultados de aprendizaje”) sino efectos; dichos efectos son, desde luego, los de cada uno, y además, por definición, solo pueden darse (si es que se dan) a lo largo del curso.

      Desde ese punto de vista, lo que tendríamos aquí sería, también, el autorretrato de un profesor haciendo un curso sobre el oficio de profesor.

      * * *

      El curso tuvo lugar en 2017, duró un trimestre, se tituló “La investigación de la experiencia educativa: lenguajes y saberes”, y fue compartido con el profesor José Contreras. Como todo curso, estuvo organizado alrededor de un asunto que propuse para el estudio, el ejercicio y la conversación. Para eso, puse sobre la mesa una selección ordenada de materiales, en este caso algunos textos y algunas películas (lo que sería, en términos clásicos, un dossier) y una colección de ejercicios: algunas cosas para leer y algunas instrucciones para escribir con la esperanza de fomentar (en la lectura y en la escritura) ese indecidible que llamamos pensamiento.

      Sin embargo, en un curso de esas características lo que importa es la conversación, es decir, lo que se da en la sala de aula en relación a la lectura, la escritura y el pensamiento, cuando estos se hacen en público. En un curso, leer y escribir son necesarios, simplemente, para poder entrar en la conversación. Un curso es un trabajo colectivo, público, hecho con otros y frente a otros, y no hay lectura ni escritura que no supongan la escucha, el comentario, el contagio y el estímulo mutuo. Además, como se sabe, cualquier curso que se propone se ve frecuentemente interrumpido y desviado por la conversación misma y nunca se corresponde exactamente con lo que se había previsto o planificado.

      Por tanto, lo que el lector encontrará aquí serán presentaciones de textos (de lo que fue la bibliografía y la filmografía del curso), resúmenes de las conversaciones que surgieron en el comentario de los textos y de las películas, transcripciones de ejercicios (tal como fueron elaborados y presentados por los estudiantes) y algunas (tal vez demasiadas) divagaciones. Además, durante el tiempo de escritura del libro no he podido resistirme a introducir algunas piezas que no tuvieron lugar en el curso, pero que hubieran podido tenerlo. Y podrán encontrarse también las huellas de algunas conversaciones con profesores que no se produjeron, estrictamente, en el interior del curso pero que, de alguna manera, tuvieron en él su impulso y su pretexto.

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