La visita al enfermo. José Carlos Bermejo Higuera

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La visita al enfermo - José Carlos Bermejo Higuera Humanizar

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de aquel con el que se realiza la visita porque los familiares o amigos tienen esa costumbre, sin consultar sobre su oportunidad. La nobleza de las motivaciones estará relacionada con la centralidad y protagonismo de la persona visitada y la oportunidad del momento.

      1 D. DOYLE, Domiciliary Terminal Care. Edimburgo, Churchill Livingstone, 1987.

      2 R. BAYÉS / M. MORERA, «El punto de vista del paciente en la práctica clínica hospitalaria», en Medicina Clínica 16 (2000), pp. 141-144.

      3 H. J. M. NOUWEN, La memoria viva de Jesucristo. Buenos Aires, Guadalupe, 1987, pp. 41-42.

      3

      PRESENCIA PLENA

      Estoy convencido de que, en un principio,

      Dios hizo un mundo distinto para cada hombre,

      y que es en ese mundo que está dentro

      de nosotros mismos donde deberíamos

      intentar vivir.

      MARC BRICKMAN

      No habrá palabra oportuna y hospitalaria en la visita al enfermo si no está profundamente arraigada en la gran clave de la hospitalidad, que es la escucha. Cuantos más ejercicios hago de supervisar alumnos de counselling, más tomo conciencia de la diferencia que hay entre oír la «historia» que el ayudado trae consigo y narra, y el verdadero significado que tiene para su biografía personal. Sentirse escuchado, comprendido en el mundo de los sentimientos, captado en el voltaje emocional personal, ser visto con el ojo del espíritu, son frutos de la escucha hospitalaria. No es posible escuchar sin lo que hoy, cada vez más, se denomina como «presencia plena».

      Una de las prácticas que se han traspasado desde las disciplinas espirituales a la vida actual y al mundo de las relaciones de ayuda y el acompañamiento es la de la presencia plena. Es una clave para la visita al enfermo. Se trata de estar presente realmente, con todos los sentidos. Es la tradición la que mejor enfatiza esta actitud.

      Presencia plena y relación de ayuda

      No es fácil vivir entregados conscientemente a las acciones y experiencias cotidianas, conduciendo la mente, focalizándola, vaciándola de los contenidos ansiosos, de las expectativas, aprensiones, prejuicios, anticipaciones, enganches con el pasado o posible futuro.

      Actualmente, esta práctica milenaria, que tiene una fuerte conexión con la meditación y ha sido traducida del budismo como mindfulness, se está enseñando como una técnica también para los profesionales de la ayuda psicológica, y bien vendría considerarla como clave para la visita al enfermo.

      La presencia consciente mejora la comunicación y la afectividad, pues, al interactuar, estamos realmente allí, presentes, escuchando, abiertos, vacíos de ideas preconcebidas y, al mismo tiempo, fluyendo con la energía del enfermo.

      Es vital además incluir en el estar presentes la apertura de corazón, el sentimiento de aportar lo mejor de nosotros en cada momento y conectarnos con un sentido de colaboración y servicio propio de la actitud empática.

      En el fondo se trata, en todo caso, de una consideración de la importancia de no quedarse meramente en los síntomas que el enfermo presenta, sino conectar realmente con el significado profundo que estos tienen para la persona. Y ello requiere una atención concentrada.

      El zumo de manzana

      La presencia plena comporta una seria disposición de quien quiere ayudar a otro, a detenerse ante la realidad y aclararse con buena dosis de autocontrol. De acuerdo con el Buda, cada uno de nosotros tiene una semilla de mindfulness, pero habitualmente olvidamos regarla. Requiere entrenamiento. La práctica de detenerse es crucial. ¿Cómo nos detenemos? Nos detenemos tomando conciencia de nuestra inhalación, nuestra exhalación y nuestros pasos: respirar en conciencia y caminar en conciencia. Podríamos decir: estar en la ducha en conciencia, preparar el desayuno en conciencia, trabajar en conciencia, escuchar en conciencia.

      Para explicar las implicaciones que la presencia plena tiene, un budista cuenta que vivió en una ermita y que un día llegó una familia de refugiados que había escapado de Vietnam. El padre estaba buscando trabajo en París y le pidió que cuidara de su hija de cinco años, Thuy, que significa «agua».

      Thuy y otra niña se quedaron con él y llegaron al acuerdo de que, al atardecer, cuando fuera el momento de la práctica de la meditación, ellas se irían a dormir y no hablarían ni jugarían más. Un día, Thuy y otras niñas estaban jugando cerca de la ermita y entraron a pedir agua. El budista tenía zumo de manzana que un vecino le había regalado. Le ofreció un vaso de zumo a cada niña. La última porción del zumo de manzana le tocó a Thuy, quien no quiso tomárselo, porque tenía mucha pulpa. Dejó el zumo sobre la mesa y se fue a jugar. Aproximadamente una hora después volvió muy sedienta buscando agua. El budista le señaló su vaso de zumo de manzana y le preguntó: «¿Por qué no te lo tomas? Está delicioso». Ella miró el vaso de zumo y vio que ahora estaba muy claro, ya que, después de una hora, toda la pulpa se había depositado en el fondo. Se lo tomó muy contenta.

      Después, la niña preguntó por qué el zumo de manzana se había aclarado, y el budista le contestó que había estado practicando meditación durante una hora. Y ella comprendió: el vaso de zumo se mantuvo quieto y se aclaró. La niña dijo: «Ahora entiendo por qué tú practicas meditación: quieres aclararte». Imitamos al zumo de manzana o el zumo de manzana nos imita a nosotros.

      En efecto, la capacidad de hacer silencio interior aumenta las posibilidades de aclararse y estar presente –con presencia plena– en la visita al enfermo.

      Lo que la presencia plena implica

      Jon Kabat-Zinn, referente en este tema, dice que la mindfulness comporta una serie de actitudes de fondo:

No juzgar. Una actitud que los meditadores llaman epoché. Hablar con alguien sin juzgarle o juzgarse permite experimentar que cualquier persona encaja con su discurso.
Paciencia. No es posible el desarrollo de esta actitud sin trabajo, sin entrenamiento.
Mente de principiante. Podría referir también un genuino asombro de niño ante cada persona.
Confianza en las personas. No tanto en los resultados cuanto en el camino que recorrer.
No luchar. No ofuscarse saboteándose a sí mismo a través de oposiciones dialécticas.
Aceptación de la experiencia tal y como viene y es.
Dejar ir o, lo que es lo mismo, que fluya la relación o desasirse, desapegarse. No tratar de explicarlo todo o de encontrarle sentido a cualquier conducta, sino relacionarse habitado por la libertad.

      La presencia plena nos ayuda a reconocer qué está pasando en el momento presente. Practicar mindfulness no requiere que vayamos a un lugar especial o que hagamos cosas raras. Podemos practicar mindfulness en la cotidianeidad. Podemos hacer las mismas cosas que siempre hacemos –caminar, estar sentados, trabajar, comer y hablar–, excepto que las hacemos con

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