Padres con carácter. Ana Hilda Cruz

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Padres con carácter - Ana Hilda Cruz

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vida de los hijos. No es la sociedad, ni las instituciones educativas las que forman valores, es papá y mamá en la casa, es el hogar, a fin de cuentas, la familia, es la escuela del amor y las virtudes.

      Por eso, pregúntese: ¿qué ha hecho usted de sus hijos hasta ahora?, ¿qué ha hecho usted para sus hijos hasta ahora?, ¿es usted gobernador de su casa?, ¿administrador(a) de su hogar?, ¿formador de sus hijos?, ¿buen modelo para ellos?, ¿tiene poder y autoridad en su hogar?, ¿hay unidad con su pareja para formar a sus hijos?, ¿qué quiere que ellos hagan cuando crezcan?, ¿cómo se los imagina en cinco, diez o quince años? Las respuestas a estos interrogantes pueden hacer la diferencia entre el éxito o el fracaso al criar y educar los niños de hoy y del mañana.

      Las siguientes páginas están cargadas de practicidad, no son filosóficas, e invitan a un ejercicio diario en su quehacer como padre y madre.

       Posiciónese en su rol de padre-madre

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      SER PADRE O MADRE es uno de los privilegios más intensos y significativos que un ser humano experimenta, la ale gría que siente una persona cuando nace su anhelado hijo es indescriptible, para la gran mayoría, su vida cambió radicalmente el día que nació su hijo, algunos inclusive, hicieron un pacto de vivir para ese nuevo ser con la connotación que ello implicaba; responsabilizarse de esa nueva vida supliéndole todo y en todas las áreas. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, ese pacto de responsabilidad fue modificándose por múltiples motivos, es que ser padre o madre, en su rol totalitario, no es para débiles de corazón, no es para cobardes, no es para inseguros, no es para temerosos, no es para egoístas, no es para aquellos que vacilan y se confunden con la cultura, el tiempo, y los azares de moda.

      Hoy por hoy, abundan los casos de niños necesitados de un padre que ejerza su paternidad, de una madre que ejerza su maternidad, aún la sociedad dicótoma a la que pertenecemos, exige idealmente padres que se responsabilicen, que eduquen correctamente en principios y valores a sus hijos, que eduquen hijos autorregulados con libertad y disciplina, con amor, que eduquen con una comunicación asertiva. Nunca antes en la historia de la humanidad se había necesitado tanto de la paternidad y la maternidad para determinar el tipo de sociedad en la que se vive.

      Resulta por tanto imperativo volver a nuestras raíces, repasar la senda antigua, recobrar y retomar aspectos básicos como la autoridad, la afectividad, la comunicación y la espiritualidad.

      El rol de padre implica más que un título, y más que una meta para algunos. Todo hombre debe saber que, si es padre, lo es por su hijo, y solo por esto, debe pensar en el gran privilegio que tiene, pues no todos los hombres llegan a comprenderlo. Un padre debe afianzar todos los días su identidad como padre, claro que, si no tiene seguridad de su identidad como hombre y como esposo, va a ser muy difícil que la tenga como padre. La identidad paterna, asegura que un hombre se dé a sus hijos, y viva con ellos y para ellos. Un buen padre sabe que no solo educa hijos, sino que educa personas, seres humanos con inmensas capacidades, dones, talentos y oportunidades. El educar a sus hijos sabiamente, amplia el supra sentido de su propia vida, convirtiéndose en la estructura que soporta los éxitos de la vida de ellos.

      No es fácil ser padre, y menos en el tiempo presente, su figura se ha desprestigiado. Lo que antes era ley en casa cuando papá hablaba, hoy se debate, se refuta, se contradice, o simplemente se desobedece. El que antes llevaba la completa provisión económica al hogar, hoy vive más tranquilo de que su esposa también trabaje y pueda aportar en el fondo común, y en casos cada vez más comunes, se queda en casa mientras su esposa sale a laborar para traer enteramente la provisión. El que antes sentaba las bases y principios de la educación en casa —junto con su esposa—, hoy es censurado por su incoherencia, al promulgar algo diferente a lo que dice contra lo que hace. El que antes distribuía su tiempo y le quedaba hasta para compartir con sus amigos antes de llegar a casa a cenar, hoy escasamente da el beso de las buenas noches a sus hijos por teléfono —aunque algunos ni siquiera los hacen—. El que antes se sentaba con sus hijos a hablar sobre anécdotas y cuentos de antaño, hoy se ahorra el tiempo regalando a sus hijos artefactos de juegos virtuales, gadgets, y suscripción a cincuenta canales televisivos, para que otros les cuenten historias más contemporáneas y retorcidas. En fin, el panorama no es claro. Se ha criticado la paternidad de hace treinta, cincuenta o más años, sin embargo, el giro no ha sido menos criticable.

      La conclusión más fácil de obtener es que ser padre en estos tiempos es muy difícil, y la gran mayoría han hecho o están haciendo lo que mejor pueden. A continuación, unas propuestas para aquellos valientes, que viven desafiados a fortalecer su identidad y rol paterno.

       1. Determine lo que quiere legar o heredar a sus hijos en las áreas claves: principios familiares y personales, en cuanto a valores morales y espirituales y principios materiales y económicos.

       2. Determine lo que NO quiere que sus hijos aprendan y hereden de usted, y aún de su medio, y asegúrese de no modelarlo o enseñarlo.

       3. Tenga en cuenta que usted puede llegar a ser la persona que más pueda afectar e influir en sus hijos, asúmalo para serlo y desafíese a ser mejor cada día como persona, como esposo y como hombre.

       4. Recuerde que usted tiene el poder para influir positivamente en sus hijos, para modelar su carácter, para consolidar su temperamento y su personalidad. Usted puede hacer que su hijo crezca y madure progresivamente, pero también puede hacer lo contrario, con sus palabras, indiferencia, queja, o su abdicación.

       5. Los valores espirituales los educa naturalmente un padre. Usted es la cara de Dios en su casa. Es su responsabilidad mostrarles a Dios a través de su vida, si usted quiere que crezcan con identidad trascendente.

       6. Si usted es creyente en Dios, demuéstrelo. La oración, la meditación, la lectura, la congregación, entre otras prácticas y disciplinas, deben ser protagonizadas y abanderadas por usted. No les ceda este privilegio a otros, es suyo.

       7. En todos los momentos, aún en el coche, evite hablar por hablar, sea ejemplo de prudencia. Tampoco calle cuando debe hablar, usted es el hombre de la familia y de su casa.

       8. Si le consultan, para que usted tome una decisión, hágalo y evite delegar esa responsabilidad a su esposa, si es usted quien debe tomarla.

       9. Si le piden un permiso, evite responder “lo que diga su mamá”.

      10. Si su esposa está corrigiendo a sus hijos y usted no está de acuerdo evite levantarse y dejarlos solos.

      11. Si sus hijos necesitan refuerzo escolar o ayuda para un trabajo que usted sabe, trate de compartir y ayudarles usted antes de contratar un profesor, o llamar al familiar.

      12. Si su hijo necesita corrección no espere a que su esposa sea la que establezca el castigo o las consecuencias. Establézcalo usted —previa comunicación conyugal por supuesto—.

      13. Si su hijo no le hace caso o no le obedece, nunca le diga que le “va

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