La diabetes y yo. Samuel Martin
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¿Y cómo sabes qué alimentos no tienen hidratos de carbono?, te preguntarás, o ¿cómo sé qué puede comer mi hija?, ¿o mi pareja?, ¿o mi amigo? Aunque principalmente en todos los productos nos indican qué cantidad de hidratos de carbono tiene ya un alimento, está claro que no vais a tener que hacer un curso avanzado para entenderlo. Pero déjame darte un par de consejos que siempre te vendrán bien:
Las carnes y pescados no tienen hidratos de carbono, pues son fuentes principales de proteínas.
La patata, el arroz, el pan y la pasta son alimentos de grandes cantidades de hidratos de carbono que suelen ser indispensables en los platos que comeremos diariamente.
Los dulces y chucherías, bollería industrial y las famosas bolsas de patatas no solo contienen hidratos de carbono, sino que también contienen azúcares extras, por eso las cantidades a comer de este alimento suelen ser bastante menores.
Lo mismo con las bebidas como la Coca-Cola, la Fanta y bebidas de este estilo contienen cantidades muy grandes de azúcares extras.
Con esto realmente tienes un gran punto de partida para comprender qué tipo de alimentación y cantidades puede abarcar una persona con diabetes.
A partir de ahora hablaré a veces de «niveles de glucosa» o de «niveles de azúcar» cuando os vaya explicando cómo transcurrían o cómo sucedían mis mediciones y controles.
Pero falta un punto muy importante: ¿qué son los niveles de glucosa? Y esto contestará a otra pregunta muy famosa:
«Pero ¿cómo tienes el azúcar?, ¿bajo?, ¿alto? ¿Y ahora qué hay que hacer?
Esto, a grandes rasgos, te diré que es algo bastante sencillo. En teoría los niveles de glucosa deben estar entre 75- 130. Diez unidades arriba o diez unidades abajo nos empezarán a indicar si empieza una hipoglucemia (nivel de glucosa bajo) o una hiperglucemia (nivel de azúcar alto).
Si tenemos hipoglucemia deberemos introducir hidratos de carbono para subir el nivel de glucosa y regularlo. Lo ideal, dada mi experiencia, suelen ser los alimentos de absorción ultrarrápida (líquidos) como los zumos. Llevar un azucarillo y mezclarlo con agua siempre nos va a hacer un efecto similar; si no hubiera no ha de cundir el pánico, pues tomar alimentos sólidos como galletas, dulces, o incluso una comida normal (a la hora de comer-cenar-desayunar) también nos regulará.
La hiperglucemia es el caso totalmente contrario: deberá corregirse con insulina para bajar los niveles de glucosa en sangre. Nada de alimento (aunque hay carnes, verduras y frutas que no contienen hidratos de carbono no es recomendable aun así) y beber abundante agua (la cual se recomienda en el caso de que la glucosa ascienda a niveles muy altos, pues nos puede producir cetosis que impedirá el paso de la insulina y este estado solo podrá ser eliminado a través de la orina)
Los tipos de insulina que nos encontraremos serán dos más uno «extra». En primer lugar, la insulina rápida, que suele inyectarse antes de cada comida o para corregir hiperglucemias. Por lo general, empieza a hacer efecto a los quince minutos de inyectarse, aunque hace más efecto a la primera y segunda hora y su duración total es de cuatro a seis horas. En segundo lugar, la insulina lenta, cuya duración abarca, dependiendo del tipo, de doce a veinticuatro horas de efecto, pero se toma en pequeñas dosis para mantener equilibrado el nivel de glucosa. Y, por último, la insulina mixta, que cada vez se usa menos. Esta tenía, como su propio nombre indica, el efecto de ambas insulinas, pero no con tanta intensidad.
Hay una insulina «especial» que en realidad no es insulina, que solo se usa en caso de emergencias y que solo se emplea ante un desmayo por hipoglucemia. Se llama glucagón. Esta inyección de emergencia contiene una hormona que beneficia la producción de glucosa (nos elevará su nivel en sangre), así que lo ideal de esta insulina es tener una en cada punto vital que suela frecuentar la persona diabética (su casa, trabajo, colegio…).
A nivel propio como persona con diabetes sabrás identificar cuándo tienes bajos niveles de azúcar (mucha hambre, debilidad, mareo, etc.) e incluso cuándo son altos (dolor de estómago, malestar, ganas de orinar, etc.). Pero como persona externa que estás leyendo esto es importante saber cómo identificar esos síntomas en un momento dado.
Ante la hipoglucemia podrás notar que la persona suda mucho, tiembla, no responde del todo bien o actúa nerviosamente (incluso habrá veces que podrá ser agresivo).
Pero ante la hiperglucemia lo que verás es una sed muy grande, el olor del aliento posiblemente afrutado, mareo o incluso ganas de vomitar (y en algunos casos hasta debilidad).
Otro dato importante es el tema de las heridas y cicatrizaciones; pues, debido a todos estos cambios de hormonas y encimas, las heridas tardan más en curarse y suelen tener un tiempo más alargado de cicatrización e incluso más peligro de infección. Por ello, ante heridas, operaciones y tatuajes, se han de mantener limpias y bien tratadas.
Ahora que conocemos todo esto, proseguiré con la historia, pues vienen los momentos de la no comprensión.
Decir que esta primera etapa duró un par de años desde mis cinco a los siete más o menos; y, aunque no es grande la cantidad de recuerdos claros que poseo de aquel tiempo, los pocos que recuerdo son inolvidables.
Una vez instalado en el hospital, les explicaron a mis padres qué era la diabetes y cómo funcionaba, pero esto (como muchos sabréis) a veces no sirve de nada: la vida es injusta y no somos capaces de asimilar muchos de estos términos. Mi padre rezó (cuando no es que hubiera sido firmemente creyente) o más bien habló con Dios y, cuando vio que no iba a cambiar nada, alejó a esa entidad omnipotente; pues «si hubiera algo ahí, no permitiría que pasara esto». Es un pensamiento tonto, ¿verdad? Pues es la famosa etapa de negación de la que todos hemos oído hablar en algún momento de nuestra vida o que hemos sentido. Mi madre en cambio, aunque dolida por esta noticia, se mantuvo más cercana. Supongo que solo tenemos dos maneras de asimilar el dolor de otra persona junto al nuestro: alejarnos o acercarnos más.
Recuerdo esos días como si fuera ayer perfectamente, cómo vino parte de la familia a verme con viajes a horas de distancia o cómo me hice amiga de una chica que estaba tres o cuatro habitaciones más allá de la mía. También recuerdo cómo esos primeros días como diabético no fueron del todo placenteros: los controles de glucosa nocturnos que te despertaban y tener que ponerme las dosis de insulina eran cosas que no me hacían especial gracia aunque realmente no entendía qué pasaba.
Estas primeras semanas como muchos sabréis se pasa por la etapa llamada «luna de miel» en la que podríamos decir coloquialmente que el páncreas aun nos echaba una mano con el tema de la insulina, así que realmente no notamos tanto el cambio como cuando realmente hay que empezar a controlar bien los niveles de glucosa y las dosis de insulina.
Pues fueron unas primeras semanas bastante complicadas, no solo como diabético, sino desde el punto de vista de los padres, por lo que puedo recordar. Esos pensamientos de: «¿Por qué a mi hijo y no a mí?», «¿Ay, el pobre, tan joven…». Y ese tipo de frases que se dicen y pasan por la cabeza surgieron bastante. Pero ¿sabes qué? Tras varias semanas se normalizo muchísimo, a un nivel que te puede parecer inaudito. Al final aprendes a controlar la comida de tu familiar, las cantidades, qué alimentos son mejores y cuáles no, a conocer estos factores de glucemia… y se hace algo muy normal.
Por supuesto, como niño que era en aquel momento, no me di cuenta realmente de qué pasaba, solo que no me gustó que me pincharan durante varios días hasta que pensé: «A bueno, pues es lo normal». Podría incluso contar que en varias ocasiones mis padres cogían agujas sueltas y se pinchaban delante de mí para