Recibiendo a Jesús. Mariann Edgar Budde

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Recibiendo a Jesús - Mariann Edgar Budde

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Jesús mientras experimentamos su amor en nosotros. La segunda meta es crecer en nuestra capacidad para amar a otros como Jesús ama. El tipo de amor al que aspiramos no es un sentimiento que corre sobre nosotros, aun cuando ese sentimiento de amor pueda ser maravilloso. Por el contrario, ese amor es sostenido y a veces requiere un esfuerzo sacrificial. En palabras de Pablo, es un amor paciente y bondadoso; es un amor que no es arrogante, jactansioso y no se irrita; es un amor que todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (1 Cor 13:1–13). Crecer en nuestra capacidad tanto de recibir como de ofrecer ese amor es un fruto de una vida conectada al amor de Jesús, como un pámpano a la vid. Las prácticas del Camino del Amor nos ayudan a estar conectados.

      Las siete prácticas del Camino del Amor no son, en su mayor parte, gestos dramáticos, sino pasos pequeños que tomamos, cuyo impacto será sentido con el tiempo. Este tampoco es un programa diseñado explícitamente para arreglar los retos que enfrentamos como iglesia en declive institucional. No hay garantía de que podamos revertir la tendencia a la disminución de la membresía, ni siquiera si cada episcopal decide seguir el Camino del Amor. Pero por otra parte, si nunca nos relacionamos con estas prácticas o con otras como estas, quizás no tengamos una iglesia que valga la pena salvar. La iglesia no es un edificio, una institución o una pequeña comunidad desesperada por sobrevivir. La iglesia es, como al obispo presidente le gusta recordarnos, la reunión del pueblo que ha escuchado el llamado de seguir a Jesús en su camino de amor por el mundo, persona a persona, comunidad a comunidad.

      Las siete prácticas

      La primera práctica en una vida centrada en Jesús es cambiar—cambiar nuestra mirada, nuestra mente, nuestros pensamientos, nuestra atención hacia Jesús. Así de simple como suena, esta es la práctica fundacional ya que hace referencia a la primera decisión consciente que hacemos, o que debemos hacer, para ser un seguidor de Jesús. Cambiar también describe la decisión diaria de enfocar nuestra atención en Jesús, pidiendo por su guía y gracia.

      La segunda práctica es aprender, comprometernos cada día a algún tipo de aprendizaje leyendo la Biblia o escuchando un material devocional enfocado en las enseñanzas de Jesús. Muchas veces el proceso de aprendizaje incluye un compromiso profundo a través de clases o estudio. Otras veces, es un encuentro pequeño y diario con fuentes de sabiduría e inspiración. Lo que más importa aquí no es la cantidad de lo que aprendemos, sino el compromiso constante de adquirir un poco de conocimiento cada día.

      La tercera práctica es orar, la cual fluye naturalmente de la primera y segunda, aunque se sostiene por sí misma. Oramos todo el tiempo y en todo lugar. Yo me he dado cuenta que sentándome en el mismo lugar cada día, aunque sea por unos pocos minutos, tiene un impacto sencillo pero poderoso en mi vida. Este es un tiempo para ordenar y asentar mis pensamientos, así como el agua turbia se asienta en la tranquilidad y permite que emerja algo de claridad. Este es un tiempo para hablar a Dios con el corazón, frecuentemente con miradas y no con palabras. Y es también un tiempo para escuchar. Quizás no escuchamos nada en el silencio, pero podríamos. Y nunca escucharemos nada de Dios si no tomamos el tiempo para escuchar.

      En términos de tiempo, podemos comprometernos a cambiar, a aprender y a orar cada día por al menos quince minutos cada día. Siempre podemos pasar más tiempo, pero el beneficio viene del hábito de separar un tiempo, no importa cuánto tiempo. Es mejor comenzar con poco.

      La práctica final, descansar, es otra con la que muchos tienen dificultades y puede ser la más contracultural en nuestro tiempo. Porque somos mortales, nuestras almas y cuerpos son restaurados a través del descanso. Descansar es recordar que no estamos solos y que todo no depende de nosotros. Podemos poner a un lado nuestras cargas y hacer espacio en nuestras vidas para la renovación y para cosas que nos dan gozo. Las escrituras nos enseñan que el sabbath no es algo que merecemos, sino más bien un derecho como hijos e hijas de Dios.

      Siete parece ser un número desalentador de prácticas espirituales, y puede serlo si la meta es marcarlas como cumplidas cada día, como tareas de una lista espiritual de lo que nos falta por hacer. He encontrado útil reflexionar sobre las siete prácticas durante la semana, el mes, o incluso durante una temporada de mi vida. Podemos ser atraídos, por nuestro bien, a una temporada de aprendizaje ya que podemos sentir una fuerza interna que va más allá de nosotros de forma pequeña o significativa. Al principio, quizás te preguntes: ¿Cuáles de las siete prácticas son más fáciles para ti? ¿Con cuál de ellas pasas más trabajo? ¿Existe una que te habla con más urgencia, algo que tu vida necesita ahora mismo?

      El propósito de estas prácticas intencionales es abrirnos a la experiencia de Jesús en nosotros. A menudo pensamos que la fe cristiana es una obligación o una lista de creencias que debemos cumplir. Existen obligaciones y creencias, pero si nos estancamos en ellas, podemos perder la visión o nunca experimentar lo que es más importante. La invitación de Jesús es a experimentar una relación amorosa y personal con Dios. No importa nuestras luchas y dudas, no importa nuestros pecados pasados o fallas constantes, siempre podemos confiar en nuestra relación con Dios. En Dios podemos encontrar refugio y tierra segura.

      El Camino del Amor es un peregrinar de toda una vida. Es una forma de conocer a Dios mientras

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