Recibiendo a Jesús. Mariann Edgar Budde
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Como parte de mi proceso de ordenación era requerido escribir una autobiografía espiritual, la cual fue una experiencia reveladora. Antes de ese ejercicio de reflexión profunda, yo había considerado mi vida como una serie de episodios aleatorios, a menudo caóticos y sin relación. Pero como escribí en aquella ocasión, me di cuenta de que había, de hecho, una historia en mi vida. En retrospectiva yo podía ver más claramente algo que yo intentaba describir: las vías en las que Jesús se me reveló o me guio en momentos decisivos, sin siquiera estar consciente de esto.
También fue revelador reconocer el papel vital de otros cristianos en mi vida, aquellos que encarnaron una fe viva que yo admiraba y quería emular. A veces se dice que la fe cristiana es alcanzada, no enseñada, ya que son los ejemplos vivos de fe los que más inspiran, más que cualquier cosa que podamos leer en las escrituras. Esto fue cierto para mí y continúa siéndolo. Mirando hacia atrás, puedo ver la importancia de mi respuesta, de haber cambiado mi camino hacia Jesús, y que él, a cambio, honrara mis mejores e imperfectas intenciones de seguirlo.
También me di cuenta, en formas que realmente me preocuparon, cuán herida y rota yo me sentía interiormente. En la superficie yo tenía la habilidad de comunicar una confianza que raramente sentía. Yo estaba vulnerable, necesitada y llevaba una pesada carga de culpa. Afortunadamente para mí, el proceso de ordenación incluyó un examen psicológico a profundidad. Es suficiente decir que yo estaba aterrorizada. Seguramente el psicólogo vería todo lo que yo estaba haciendo para mantener escondido lo peor de mí. De hecho, yo creo que él se dio cuenta. Él indicó lo que para mí fueron observaciones devastadoras sobre mi vida interior. Gentilmente, él me dijo que yo tenía mucho trabajo por hacer y me recomendó buscar a un terapeuta cuando fuera al seminario. Yo miré directamente hacia sus ojos. ¿“Usted dijo “cuando vaya al seminario”? Yo casi no podía creer que a pesar de todas mis faltas, él hubiese visto en mí la materia para una sacerdote.
Yo he tenido un largo camino desde ese primer paso consciente que di hacia Jesús, dentro de un contexto cristiano extremadamente fundamentalista, e incluso desde mis primeros pasos hacia el liderazgo ordenado en la Iglesia Episcopal. Los cambios continuos de rumbo y la transformación en mi vida continúan. Una de las muchas razones por las que estoy agradecida de ser parte de la Iglesia Episcopal es que cada domingo somos invitados a venir adelante e invitar a Jesús a entrar en nuestros corazones. Cada semana, él viene a nosotros en la simbólica última cena. Cambiar el rumbo no significa tener una experiencia para toda la vida, sino algo que escogemos cada día. Como escribe C. S. Lewis, “confiar en Dios tiene que comenzar nuevamente cada día como si nada hubiese sucedido anteriormente.”5
Cambio diario
El Camino del Amor nos invita a tomar un pequeño paso hacia Jesús cada día, recordándonos a nosotros mismos mientras lo hacemos, que él fue quien primero tomó el primer paso hacia nosotros. Puede ser útil para ti, como fue para mí, considerar la historia completa de tu vida y los momentos de cambio en la vida y en la fe que puedes identificar fácilmente en retrospectiva. Una práctica diaria de cambio puede sentirse como un ejercicio rutinario sin el contexto más amplio de encuentro espiritual e invitación que está en el corazón de una relación con Jesús. Así como nuestros antepasados espirituales se tomaron el tiempo para escribir sus experiencias de encuentro santo para no olvidarlos y poder pasarlos a otros, nosotros hacemos bien recordando nuestros propios momentos cruciales en el evangelio de nuestras vidas. Si nunca has escrito una autobiografía espiritual, puedes comenzar con eso. Al recordar esos momentos santos y luego adoptando una práctica intencional y diaria de cambio de rumbo hacia Jesús, nos abrimos a la experiencia de su presencia amorosa y recordamos que su amor está ahí para nosotros, incluso cuando no lo sentimos.
Cuando decidimos cambiar nuestro rumbo hacia Jesús como una práctica diaria, la primera cosa de la que nos damos cuenta es que algunos días somo mejores que otros. No siempre somos buenos cambiando nuestro rumbo hacia él. Para decir lo que es obvio: cambiar de rumbo requiere práctica. Es útil comenzar con una evaluación personal de nuestra rutina matutina temprano. Cuando nos levantamos de la cama, existen necesidades físicas que satisfacer, así que generalmente nos dirigimos hacia el baño. Puede que vayamos inmediatamente después a la cocina en busca de comida o café. Si hay otras personas por las cuales preocuparnos en la mañana, también lo hacemos. Muchos de nosotros tenemos quehaceres matutinos. A algunos de nosotros nos gusta hacer ejercicios en la mañana. ¿Dónde cabe en ese horario una práctica diaria de cambio de rumbo?
Mi sugerencia es esta: en algún momento después de despertarte y antes de chequear tu teléfono, encender otro aparato eléctrico o hacer cualquier otra cosa diferente a interactuar con el mundo alrededor de ti, busca una forma de cambiar tu rumbo hacia Jesús. Cambia conscientemente tu mente, tu ojo interno, hacia él. Esto puede incluir decir una oración mientras te levantas, cuando te estiras, te miras al espejo o tomas una ducha. Puede ser algo tan simple como recordar que él está ahí.
Desde que conscientemente adopté el Camino del Amor como mi regla de vida, intento cambiar mi rumbo hacia Jesús cada día al levantarme. No siempre lo recuerdo, pero cuando lo hago, me detengo, respiro y le doy gracias por el día, le ofrezco cualquier cosa que estoy sintiendo o pensando y le pido su guía y fortaleza. He notado que cuando me acuerdo de comenzar cada mañana cambiando mi rumbo hacia él y algo o alguien toma mi atención más tarde—incluso aunque parezca ser una interrupción—es más probable que note su presencia en ese encuentro. Al final del día es también útil reflexionar sobre lo que sucedió y preguntarme: “¿Dónde estuvo presente Jesús? ¿Dónde sentí su presencia o dónde lo extrañé porque no estaba prestando atención?”
La práctica diaria de cambiar de rumbo es, por definición, breve, y es complementada de la mejor forma con las siguientes dos prácticas en el Camino del Amor: aprender y orar. Incluso, si no es posible un tiempo más largo para aprender o para orar intencionalmente, el pequeño esfuerzo de cambiar nuestra mirada hacia Jesús, cuando es practicado diariamente, tiene el efecto de abrir nuestros corazones y mentes para recibirlo y así estar disponibles para él a través del amor hacia los otros.
Cambio como arrepentimiento
Hay además otra dimensión de cambio de rumbo hacia Jesús que debemos recordar, la cual está en el corazón del mensaje de Jesús sobre el arrepentimiento. “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!” (Marcos 1:15). La palabra arrepentimiento, traducida del griego metanoia, significa un cambio de corazón o mente. Existe una fuerte asociación con el término remordimiento—es decir, que guardamos cosas que hemos hecho o dicho y nos arrepentimos de ellas—a la vez que existe un compromiso de cambiar el rumbo, literalmente dar la vuelta y caminar en otra dirección.
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