Claves para atravesar la tormenta. Cecilia Lavalle Torres

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Claves para atravesar la tormenta - Cecilia Lavalle Torres

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enfocar todas nuestras energías a esa meta, y eso significa hacer lo posible para que eso que elegimos sea posible.

      Si dicen que muchas empresas quebrarán, revise en los pronósticos cuáles no, y apueste a eso, dedique su energía a eso.

      Si dicen que sólo tres de cada diez saldrán adelante, elija estar entre esos, y haga lo que deba hacer para estar en ese tres por ciento.

      Me queda claro que muchísimas personas ya llegan a la tormenta con las opciones reducidas al mínimo. Vivo en un país en el que más de la mitad de la población ya vivía en pobreza antes del COVID-19. Aun así, creo que la Clave es útil. De entre las escasas alternativas, elija pensar en la mejor.

      Quiero advertir que conforme arrecia la tormenta, las alternativas pueden encogerse, o ya sólo quedan malas y peores. Aun así, elija la mejor.

      Cuando Alex se enfermó, pensamos que sanaría y a eso dedicamos toda nuestra energía. Cuando las cosas se complicaron, elegíamos, por ejemplo, “hoy será un buen día y no vomitará”, y a eso destinábamos nuestro día (cuidábamos con esmero sus medicamentos, preparábamos alimentos que pudieran saber bien con pocas especias, evitábamos olores fuertes). Cuando ya sólo esperábamos su muerte, decíamos: “hoy estará cómodo y sin dolor”, y a esa tarea nos entregábamos.

      Elegir la mejor opción ayuda a enfocarse en ello, y a hacer lo posible para que sea posible.

      Concéntrese en el árbol, no en el bosque

      A menudo nos dicen lo contrario. Nos invitan siempre a ver todo el panorama. Yo suelo, por formación profesional, mirar el contexto. Pero en momentos en que la crisis afecta de manera personal, mi aprendizaje es que intentar ver el bosque puede generar más miedo y angustia.

      Dicho de otro modo, sólo hay que lidiar con lo que podemos. Y hay momentos en los que a duras penas podemos con nuestra realidad más inmediata.

      Yo comencé a sufrir por las madres que tenían hijas o hijos con cáncer. Por todas. Y en algún momento pensé que no había nada peor que tener un hijo con cáncer, hasta que un día me perdí en el hospital y fui a parar al área infantil. Y, claro, tuve otra perspectiva. Pero también entendí que, al menos en ese momento, ya era bastante lidiar con mi propio sufrimiento y el de mi hijo. Así que sólo me concentré en mi realidad.

      Si usted ha decidido ocuparse de una realidad más grande, más amplia, sólo asegúrese de no estar evadiendo la cercana.

      Conozco casos en los que, quizás por no sentirse capaz de afrontar la realidad cercanísima, se opta por hacer del problema “una causa”, y eso representa una especie de permiso para estar ausente física o emocionalmente. Lo que he observado es que no importa cuánto se aleje, tarde o temprano habrá que lidiar con la realidad cercana.

      Si usted está a resguardo, o tiene claro que no evade su realidad inmediata, y puede hacerse cargo de una realidad más amplia, ¡hágalo! En las tormentas se requiere cautela, pero también generosidad.

      Acepte con humildad

      Las tormentas, sean cuales sean, nos obligan a desprendernos de elementos que antes considerábamos muy importantes, o que incluso creíamos que eran parte consustancial de nuestra identidad.

      En esta pandemia, si hemos de salir debemos quitarnos aretes, anillos, pulseras; adornos que acaso antes considerábamos parte inherente a nuestra personalidad.

      También debemos cubrirnos la cara con cubrebocas y lentes. Y entonces nuestros rasgos faciales únicos se diluyen, se pierden.

      En un hospital ni qué decir. Al personal de salud apenas si se les identifica con el nombre escrito con plumón negro sobre una bata blanca. Y un o una paciente se vuelve un número: el de la cama o el de la habitación.

      Cuando Alex se enfermó, dejó de ser un alegre y bondadoso joven que amaba el futbol y le gustaba la pizza, para convertirse en el paciente del cuarto 1115. Del mismo modo, su esposa, su padre y yo, en un segundo nos convertimos sólo en los familiares del paciente de la 1115.

      Es al ego al que le duele. Por ello la Clave para mí fue aceptar con humildad, despojarme y buscar o reencontrar la esencia.

      Las tormentas nos desnudan. Acaso por eso dicen que las crisis sacan lo mejor y lo peor de cada persona.

      En mi aprendizaje, el despojarse no es opcional; la actitud al respecto, sí. Y una actitud positiva y humilde puede hacer toda la diferencia en el duro proceso.

      Reciba con gratitud

      En plena tormenta es difícil ver nada que no sea nubarrones, rayos y truenos. Pero, ampliar un poco la mirada es muy importante, porque de lo contrario, podemos estar perdiendo de vista los regalos.

      A mi hija Talía le gusta mucho una frase de Harry Potter: “La felicidad se puede encontrar incluso en los momentos más oscuros si recuerdas prender la luz.”

      A veces son las pequeñas cosas, como les llama el cantautor Joan Manuel Serrat. Un cuadro con el que nuestros ojos se topan, un mensaje que vemos en algún papel, una fotografía que nos lleva a un lugar feliz.

      Otras veces son intangibles, como una sonrisa, una mirada amorosa, una frase en el momento preciso.

      Algunas más no son en absoluto pequeñas, como la carta de amistades con donativos que recolectaron para apoyar nuestra estancia en otro país, o masivas ventas de panqués para recaudar fondos, o las horas de trabajo que nos regalaron para que siguiéramos recibiendo honorarios completos.

      Otras más, son igual de grandes, pero hay que asirlas con el corazón, como la oportunidad de una comida o una cena con las personas que amamos y que transcurre tan gratamente, como si ninguna nube negra nos atravesara.

      La Clave es recibir esos regalos con amor y gratitud.

      Cuando arrecia la tormenta:

      • Vaya un día a la vez

      • Dosifique la información

      • Elija lo mejor

      • Concéntrese en el árbol, no en el bosque

      • Acepte con humildad

      • Reciba con gratitud

      Cuando llueve sobre mojado

      Hay tormentas en las que se acumulan las malas noticias.

      En este punto la tormenta no sólo no ha amainado, sino que ya hay

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