Las Comunicaciones de Josef: REVELACION. Quién es usted y Por qué está aquí. Michael G. Reccia

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Las Comunicaciones de Josef: REVELACION. Quién es usted y Por qué está aquí - Michael G. Reccia

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solicitudes enviadas por correo de todas partes del mundo. Yo consideraba a Joan como a una de mis amigas más cercanas, más cercana que mi familia, un miembro de mi grupo de almas, una dedicada profesora y guía que siempre había estado allí para mí durante tiempos difíciles. Sin embargo, aquella tarde era ella quien parecía atormentada mientras recordaba una serie de eventos que hasta ahora nunca me había mencionado, -a pesar de haber discutido conmigo todos los aspectos de su pasado- y que obviamente aún le causaban daño.

      Joan tenía una amiga muy cercana –Betty-, quien ya había dejado esta vida y con quien había sostenido por un buen tiempo, sesiones privadas de comunicación con espíritus en trance. Betty había conscienzudamente escrito a mano las comunicaciones que Joan transmitía durante esas sesiones. Joan recordaba poco o nada de lo que había dicho una vez que estas sesiones habían cesado y confiaba totalmente en Betty para preservar la información que un día esperaba hacer llegar a una audiencia mayor. Mientras Joan estaba en trance, un espíritu guía, un alma que siempre se le aparecía en una capa roja, hablaba a través de mi profesora y daba a las dos damas todo tipo de información de vital importancia para la humanidad, información sobre quiénes y qué somos y por qué estamos aquí; información que se extendía hasta responder las preguntas espirituales fundamentales que cada uno de nosotros se hace en algún punto de nuestras vidas.

      La repentina muerte de Betty fue un golpe terrible para Joan. Había perdido a una de sus mejores amigas y por supuesto, ya no podría haber más sesiones de trance entre las dos damas. ¡Gracias a Dios que Betty había escrito las palabras del “Hombre de Rojo” con tanta diligencia! Betty podría haber partido, pero su patrimonio aún estaba aquí, un registro único y precioso que debía ser preservado a toda costa.

      Después de la misa de funeral de Betty, Joan preguntó cortésmente a su hija si tendría el volumen que habían producido conjuntamente con su madre ya que era de suma importancia para ella. La hija de Betty, que era un ferviente miembro de cierto grupo religioso, explicó que había leído el libro de su madre, que obviamente era el trabajo del demonio, que lo había tirado al fuego, donde pertenecía y que estaba feliz de haberle dado ese merecido destino a una obra tan demoníaca.

      A partir de ese día Joan había llorado la pérdida del libro y la información que éste contenía. Así y todo, a medida que ella me relataba la historia por primera vez, una idea se formó lentamente en mi cabeza y empecé a preguntarme si realmente la información contenida en ese libro estaría perdida para siempre. Después de todo, yo era un médium experimentado y siempre había deseado entregar a la humanidad otra cosa fuera de los mensajes clarividentes de familiares, algo duradero que sirviera a las generaciones futuras y que es la razón por la cual siempre había insistido en incorporar seminarios y clases dentro de la cuota de lecturas clarividentes y demostraciones que la gente inevitablemente deseaba que les hiciera.

      ¿Y si yo pudiera sentarme, tomar contacto y grabar las comunicaciones del “Hombre de Rojo”?... ¿Por qué no? En ese tiempo yo no era un médium de trance, (esa habilidad se desarrollaría más tarde y estaba destinada a formar una parte importante en la transmisión de los futuros libros de la serie), pero no veía ninguna razón para no poder acceder a la información en forma clarividente, -o sea, que yo me comunicara con el espíritu y pasara su mensaje a otra persona, estando en completo control de mis facultades mentales. Era como si un alguien invisible, en ese momento me urgiera a pensar de este modo y fue ahí que sugerí a Joan sentarme para ver si podía hacer que ello sucediera. Joan se mostró muy entusiasta y sugirió que lo hiciéramos lo antes posible. En esa ocasión yo tuve un sentimiento muy claro y fué que en vez de trabajar con ella en este proyecto, como normalmente lo hubiera hecho sin pensar, esta vez debería hacerlo con mi amigo cercano, socio y buscador espiritual, David, quien había manifestado hacía algún tiempo atrás, el deseo de unirse a mí en un proyecto espiritual significativo.

      David estaba tan entusiasmado como yo de producir un proyecto de real valor para la gente y a pesar de nuestros cargadísimos horarios de trabajo de esa época y que se cargarían aún más con el paso de los meses y años, inicialmente fijamos una tarde por semana para ver qué pasaba.

      En ese tiempo David trabajaba en su casa, en una pieza de su ático que contenía sus computadores y material relacionado en los cuales era experto en programar y usar. Subimos por la escalerita hasta ese espacio en el techo, prendimos la grabadora (¡cómo han cambiado los tiempos!), apagamos las luces y nos fuimos de este mundo para entrar en la paz de una meditación espiritual. Al instante sentí muy cerca mío la presencia de alguien del mundo de los espíritus, un caballero con una brillante aura roja que deseaba hablar conmigo y habiendo orado primero para que toda comunicación que yo tuviera esa tarde fuera por deseo y aprobación Divina, entregué a este espíritu lo que más pude de mis sentidos y comencé a canalizar un flujo de información.

      Veinte minutos más tarde, exhausto y desorientado, pero también optimista, volví lentamente a mis sentidos, a este mundo físico y con David descubrimos que habíamos grabado con éxito un primer y corto “boletín del más allá” que David traspasó inmediatamente a su computador y grabó un par de CDs cosa que cada uno tuviera una copia. ¡De ninguna manera se perdería la información o sería destruida nuevamente!.

      En los meses y años que siguieron, nos juntamos tan regularmente como nuestros horarios lo permitieron para comunicarse con el “hombre de rojo”, como lo llamábamos. Tratamos de regirnos por un horario predeterminado y realmente lo tratamos pero las comunicaciones que gradualmente se volvieron más largas debían encajar en nuestros cargados horarios de trabajo e inevitablemente había veces en que uno o bien los dos no podíamos cumplir con nuestras citas con el más allá. Logramos juntarnos en numerosas ocasiones colectando cada vez información más excepcional de parte del “Hombre de Rojo”. Sabíamos que la información colectada se transformaría en un libro, pero no imaginábamos cómo esto podría suceder ya que ninguno de los dos teníamos el tiempo de transcribir las palabras de nuestro desencarnado visitante y un libro era una tarea cara. Desde el mundo espiritual se nos había dicho que no debíamos preocuparnos al respecto y que debíamos mantener la fe y continuar trayendo la información. Se nos decía que alguna solución se encontraría.

      Al cabo de tres años de haber comenzado a contactar al “Hombre de Rojo” llegó un momento clave que cambió las cosas para siempre y que se puede resumir en tres palabritas.

      Encontré a Jane.

      Jane, es literalmente “mi alma gemela”, un término que no uso banalmente o a la ligera y que se ha convertido en más significativo y relevante a medida que han pasado los años desde que nos convertimos en pareja física. Jane también había sido una buscadora de iluminación espiritual y casi desde el momento en que nos juntamos, nuestras metas se fusionaron. Juntos asistíamos a demostraciones y dábamos seminarios. Hacíamos sesiones juntos, para ayudar a la gente que visitaba nuestra casa; Jane me proporcionaba energía adicional que ayudaba a la entrega de las comunicaciones clarividentes individuales. Más adelante Jane también comenzó a sesionar con David y conmigo durante las sesiones subsiguientes de comunicación, su aporte de energía a nuestro pequeño grupo hacía que los mensajes del “Hombre de Rojo” fueran cada vez más largos cuando estábamos los tres juntos y yo era el canal mediúmnico de sus palabras.

      Fue en este punto y después de todo este tiempo, que se nos entregó un nombre... el “Hombre de Rojo” se presentó y desde entonces sería conocido como...

      Josef.

      Además, este espíritu elevado y entusiasta que sólo había sido visible, para mis ojos psíquicos, en la periferia de mi visión, como una vago resplandor rojo, de pronto se volvió un enfoque claro tomando la forma estéticamente más agradable de un hombre no muy alto, de contextura fina, que parecía estar en la cincuentena, con una barba corta muy bien cortada, ojos centellantes y una excelente selección de túnicas. Más adelante supimos que Josef no era en realidad el mismo comunicador de aquellas sesiones

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