Guía Introductoria A Una Sexualidad Positiva. Gonzalez R. Rosenstock Yael

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Guía Introductoria A Una Sexualidad Positiva - Gonzalez R. Rosenstock Yael

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porque no lograba reconciliar el hecho de ser queer con el de sentir aversión hacia las vulvas y vaginas. Incluso después de experimentar una respuesta semi-erótica a un masaje sensual platónico con una amiga en la universidad, seguía convencida de que todavía debía ser heterosexual porque ser bisexual no estaba del todo bien e ignoraba la variedad de orientaciones sexuales que existen. No me había dado cuenta, sino hasta estos últimos años, de que sentía una aversión similar hacia los órganos genitales en general, pero mi experiencia sexual coercitiva durante la adolescencia había normalizado los penes.

      Al final descubrí que en realidad soy queer y que mi identidad puede fluctuar entre queer y pansexual. Ello significa que siento atracción hacia la gente y las personalidades independientemente de su sexo o género. Lo más fácil para mí es atraer y salir con hombres cisgénero, posiblemente debido a mi extensa experiencia con ellos, pero sea quien sea la persona con la que salga, mi sexualidad no cambia.

      Mi experiencia no es única. Aquellos que consideran su identidad como pansexual, asexual, arromántica, demi-sexual u otra menos conocida pueden tener dificultades a la hora de entender y conceptualizar sus sentimientos y experiencias debido a la falta de representación y discusión en la sociedad. Esto puede ocasionar confusión, malestar y una sensación de soledad. Si no logras entenderte a ti misma, o a ti mismo, espero que la lista previa te haya ayudado a identificar alguna comunidad en la que puedas sentirse incluida. Ten en cuenta de que independientemente de que encuentres o no una etiqueta que se adapte a ti, tus experiencias son válidas. Ya sea que salgas con más miembros de un sexo que del otro, o que sientas atracción sexual hacia alguien solo cuando tiene lugar una conexión romántica profunda, o incluso si nunca experimentas atracción sexual, sigue tus instintos.

      Sexo vainilla, «Kinksters» y BDSM

      Recuerdo vagamente hallarme frente a la televisión cuando era pequeña y ver un episodio particular de «La Niñera». El Sr. Sheffield sujeta a Fran, la niñera, y la reprende por comportarse como un infante. La coloca sobre su regazo diciendo que, si insiste en comportarse como una niña, recibirá el trato correspondiente y le da unas nalgadas. Fran protesta y grita con su típica voz nasal pero luego parece considerar la excitación que le provoca el suceso. Recuerdo esa escena, sea que haya sido real o que la haya soñado, debido a las sensaciones que provocó en mi cuerpo. Me excitó, aunque no lo sabía por falta de experiencia. A medida que fui creciendo, me empezó a atraer la novela romántica y, más tarde, la de género erótico que se centra en el juego del poder y la sumisión.

      Como feminista joven y orgullosa que era, me resultaba difícil aceptar que sentía deseos de experimentar sumisión, aunque solo fuera en un aspecto específico de mi vida. Considero que mi naturaleza es en general dominante y cuando conozco nuevas personas, éstas tienden inicialmente a describirme como dominante, agresiva y apasionada. Esta yuxtaposición me provocaba confusión y vergüenza. No ayudó el hecho de que exista un debate dentro del mundo feminista sobre si la sumisión puede ser empoderadora o si es inherentemente degradante. El argumento es que la sumisión alimenta al patriarcado y, por lo tanto, incrementa la desigualdad que experimentan las mujeres en el mundo.

      B: Bondage y disciplina

      D: Dominación y sumisión

      S: Sadismo

      M: Masoquismo

      El sexo vainilla (o la gente vainilla) hace referencia a aquellos que se involucran en lo que se consideran prácticas sexuales tradicionales o convencionales. Al igual que ocurre con el sexo kinky, puede haber intimidad y amor, o puede tratarse de una experiencia principalmente física. La del misionero es probablemente la posición sexual más reconocida dentro del sexo vainilla y con frecuencia se asocia con parejas heterosexuales. Sin embargo, desafío la idea de que el sexo vainilla sea la norma porque imagino que existe un gran porcentaje de personas que pueden describirse como «avainilladas» o ligeramente «kinksters». Esto incluiría a las personas que disfrutan vendando los ojos de su(s) pareja(s) o incorporando bondage, alimentos, juegos de temperatura, lugares inusuales, etc., a sus experiencias sexuales. Lo que se considera sexo kinky suele abarcar un amplio rango, pero tiende a ser un término genérico para quienes tienen algún tipo de fetiche identificable y/o están interesados en los juegos de poder.

      Mucha gente asume que al BDSM lo practican personas que han sufrido traumas sexuales y que lo que hacen no es saludable, pero las tendencias hacia el BDSM no implican necesariamente un trauma previo. Mi propio fetiche de sumisión sexual y nalgadas surgió antes de que ocurrieran mis experiencias negativas y por lo tanto habría existido independientemente de lo que viví. El BDSM puede también ser una forma saludable y segura para que las personas que han experimentado un trauma aprendan a lidiar con él. En particular, participar en juegos de dominación y sumisión puede crear espacios en que los sobrevivientes de un trauma conviertan las experiencias negativas en oportunidades para reclamar el control sobre su propia sexualidad después de que el abuso los haya dejado en una posición vulnerable. Leamos, por ejemplo, la historia de Rita R.

      [AA – Incesto / Agresión sexual]

      El Viaje de Rita R. hacia la Sexualidad

      Siempre fui consciente de sufrir agresión sexual, pero lo negué porque el abusador era un miembro de la familia. Así que, durante años, tuve problemas con mi sexualidad y con mi cuerpo en general. No quería que nadie me mirara y decidí ser «modesta» para afrontar la situación (es decir, elegía formas modestas de vestir y evitaba los encuentros sexuales que sentía que podían ponerme en una posición sumisa). Esto dio paso a un hábito algo obsesivo en el que estaba permanentemente preocupada por controlar mi cuerpo de múltiples maneras, como comer y arreglarme de forma restrictiva, por ejemplo, afeitándome el vello corporal de manera constante. Estos comportamientos se fueron acumulando hasta crear una avalancha y durante un año sufrí de agitación, ataques de pánico, crisis de nervios y arrebatos.

      Finalmente, logré conseguir atención profesional a través del apoyo de mi pareja. Mientras las sesiones de terapia me permitían hacer las paces con los demonios emocionales que me atormentaban, mi relación de pareja me permitió hacer lo mismo con los demonios físicos. Siendo que la intimidad física es generalmente un aspecto significativo de una relación romántica, mi pareja y yo exploramos formas de intimidad que no solo nos proporcionaran placer a los dos, sino que también me permitiesen sentirme segura y, por lo tanto, empoderada. Fue durante ese tiempo de exploración y experiencia que me di cuenta de que el juego de sumisión con alguien en quien confío es en realidad una forma de juego sexual placentera y terapéutica para mí. La confianza entre nosotros alivia la ansiedad que siento en relación a los conceptos de sexo y sexualidad, mientras que el juego de sumisión me permite suprimir la compulsión de controlar mi cuerpo.

      [F-AA]

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